
Por Celia Rodríguez
En los años 60, motivado por el caso del Holocausto, este psicólogo de Yale quiso investigar sobre la capacidad del ser humano de cumplir órdenes.
Básicamente, el experimento consistía en lo siguiente:

“El investigador (V) persuade al participante (L) para que dé lo que éste cree son descargas eléctricas dolorosas a otro sujeto (S), el cual es un actor que simula recibirlas. Muchos participantes continuaron dando descargas a pesar de las súplicas del actor para que no lo hiciesen. (Fuente: Wikipedia).”
El experimento concluyó arrojando diversas conclusiones y elaborando las siguientes teorías:
- Teoría del conformismo: el sujeto no es capaz de tomar decisiones y las delega a la autoridad.
- Teoría de la cosificación: el individuo se ve a sí mismo como un objeto destinado a cumplir la voluntad de una autoridad superior.
- Un montón de tesis alternativas destinadas a defender que Hobbes (1) tenía razón; la creencia de que toda autoridad es benevolente; y que, pase lo que pase, todo anda bien si la autoridad así lo estima.
¡Bravo! Tanta palabrería y tiempo perdido para llegar a la conclusión de que somos lelos y que obedecemos a cualquiera que se identifique por autoridad.
Pervirtiendo la conclusión un poco más: “Eres un sádico y la autoridad “buena” debe decidir por ti”, que es la conclusión falsamente atribuida a este experimento.
Dicho de otra forma: “Está en ti el pecado porque Eva se comió una manzana y sólo yo podré salvarte”. O incluso: “Vótame a mí que yo sí sé que es lo que se debe hacer”.
En resumen: lo único que Stanley Milgram demostró fue que el sistema de adoctrinamiento de las escuelas, al que llamamos “educación”, es un rotundo éxito.
Dejando a un lado mi visceralidad, voy a intentar explicarlo de otra manera.
El sistema educativo te enseña a que debes obedecer a la autoridad desde una edad muy temprana. Además, hay una jerarquía inevitable, siendo que el policía local está por encima del profesor. Así que, en última instancia, debes hacer lo que te diga el señor/a de uniforme (2) incluso si eso se opone a la opinión de tu amada señorita Mari Carmen.
Por supuesto, es indiscutible que esta autoridad lucha por tu bien, tu defensa y el bien común (aunque los veas poniendo las luces del coche patrulla para poder saltarse el semáforo en rojo).
Esta adoración a la autoridad se sigue desarrollando a lo largo de la etapa educativa. Si bien la rebeldía propia del adolescente puede llevarle a desafiar la potestad del profesor, es muy posible que se doblegue ante los agentes de la ley, y/o ante el macarra del insti que reparte estopa a diestro y siniestro.
Cuando pasa la adolescencia, esta idea está más que brillantemente implementada y reforzada por el bombardeo mediático.
El grado de obediencia y sus falsos supuestos
En primer lugar, lo mismo que se te educa para que obedezcas a la autoridad, se te dice que tú no eres capaz de dominarte a ti mismo. Para reforzar esta idea, el sistema no va a mover ni un dedo para convertirte en una persona independiente capaz de tomar sus propias decisiones.
—No pienses, obedece.
—Tú no eres lo suficientemente bueno, ni listo, ni instruido, ni guapo…, para tomar las decisiones adecuadas.
En este sentido, hay bastante razón, porque tomar decisiones y asumir riesgos es una virtud a entrenar. De la misma manera en que los jefes del ejército se adiestran para tal fin, al ciudadano se le quita esa posibilidad.
Indiscutiblemente, cada persona estará más o menos dotada de forma natural para ello, pero no significa que no se pueda aprender.
Lo que principalmente nos lleva a equivocarnos es la falta de conocimiento. Por eso, la mentira es tan importante a día de hoy para poder manipular a las masas. Y ya sabes que las mentiras llueven torrencialmente desde todos los frentes del Estado las 24 horas del día.
En segundo lugar, uno de los principales factores que distinguen al hombre de niño es la responsabilidad: el adulto es responsable, asume riesgos, reconoce las consecuencias y actúa para mejorar y subsanar. La obediencia a la autoridad es diametralmente opuesta a la responsabilidad individual.
¿Entiendes mejor por qué ese interés enfermizo por infantilizarte y ocuparse en decidir por ti todo eso que de verdad te llevaría a la edad adulta?
Por último, está la falsa creencia de que obedecer órdenes exime de toda responsabilidad. Sin embargo, uno de los ejemplos más claros se encuentra entre veteranos de guerra que han sucumbido a la locura y al suicidio, mientras los que habían dado las órdenes recibían las medallas y continuaban con sus vidas como si tal cosa.
La morfina la suministró el enfermero, no el ministro de turno. Por eso, es muy posible que tengan problemas para conciliar el sueño cuando de verdad entiendan lo que han hecho.
Por qué Hobbes no tenía razón
Si el hombre es un lobo para el hombre, ¿darían resultado las imágenes de niños y ancianos sufriendo por la guerra de Ucrania? ¿Sería efectiva la propaganda rusa de soldados desnudos y desarmados atados a árboles?
Si eres capaz de doblegarte ante el sufrimiento ajeno, te dan pena esos niños esqueléticos cubiertos de moscas, te sientes mal por el sufrimiento del colectivo trans o te atormenta pensar que en Etiopía pasan hambre y sed, tal vez no seas tan sádico después de todo.
Más actual aún, ¿hubiese dado resultado repetir hasta la arcada que usar mascarilla o vacunarte ayudaba a que protegieses a tus seres queridos, o que debías vacunar a tus hijos para salvar a los abuelos?
Si es cierto que hay maldad, intereses maquiavélicos, sádicos de nacimiento y una infinidad de patologías mentales que convierte a los hombres en monstruos, el discurso oficial no va de concienciarte de que ese mal existe, sino de señalarte con el dedo, de proyectarlo sobre ti.
Este linchamiento hacia ti mismo viene muy bien para demostrar que jamás podrías sobrevivir en una comunidad sin árbitros que pongan orden. Quieren que te creas que un sistema de Concejo Abierto es inviable debido a tu egoísmo y al ajeno, que tu maldad innata te hará incapaz de vivir en armonía con tus iguales y de reconocerles los mismos derechos que tienes tú. Y que compres la idea de que tu “egoísmo sádico innato” no te llevará un acuerdo para trabajar en equipo y que, por tanto, destruirás los recursos naturales y sufrirás terribles desgracias, es algo que viene muy bien a los mismos que quieren arrebatarte tus derechos sobres esos mismos recursos.
Por supuesto, esa autoridad “imparcial” y totalmente “arbitraria” tiene que ser puesta por los mismos que te dicen que eres malvado.
En mi humilde opinión, ellos sí son los auténticos lobos, querido Thomas Hobbes, los que nos devoran porque se han encargado de que nos dejemos devorar.
Por eso, es urgente que entiendas que si te has creído que eres malo, que eres inmaduro, irresponsable y dependiente, es gracias a esa joya de la corona de nuestro sistema de adoctrinamiento, muy preocupado en hacerte útil para el sistema e inútil para ti y los tuyos. Es esa pieza imprescindible que te habla de que la bondad está en obedecer y en que creas que no hay más opción que la de regalar tus mejores años de vida y salud al mismo sistema que tritura y asesina.
Así que, madura, crece y responsabilízate, no eres el mal que te han contado, ni el niño que necesitan que decidan por él. Es duro hacerse mayor, por supuesto, pero las recompensas merecerán la pena cuando de verdad hayamos, como sociedad, alcanzado esa madurez que nos hace independientes.
Justamente, es aquello que el Estado tanto teme.
Celia Rodríguez
(1) El hombre es un lobo para el hombre.
(2) Los símbolos visuales activan con extraordinaria efectividad el sistema de obediencia, por eso tanta gente cree con total devoción a lo que dicen señores y señoras que llevan bata blanca.
Añadir comentario
Comentarios