El Cantón Murciano (I)

Publicado el 1 de abril de 2023, 11:02

Por Antonio de Murcia


La revolución cantonal

El Cantón Murciano es pasado, y es un pasado muerto. Todo pasado está muerto: ‘pasado’ significa muerte. Si bien lo pasado goza de una muerte relativa, sui generis. Pues la historiografía intenta pintar el relato de lo ocurrido, aunque esa pintura diste tanto del natural como el óleo de un bodegón con unas coles dista de las coles vivas que veo desde mi ventana, que un vecino está criando ahora mismo en su huerto.

También es verdad que la memoria, la historia oral (es decir, la tradición) preserva algo el recuerdo de hechos pasados significativos, más o menos deformados o tal vez ensalzados, en el seno de un pueblo. Esta memoria tiende a ser parcial, fragmentaria, una especie de resumen, como resumen de las vidas son los epitafios.

 Y tampoco hay razones para descartar la transcendencia de los hechos pasados en costumbres, dichos, actitudes y rasgos culturales de un pueblo. En esta forma la pervivencia de lo remoto prescinde de lo verbal. Así que la muerte del pasado es más bien una especie de metamorfosis por la que los hechos ocurridos engendran nuevos mundos, tan diferentes de lo anterior como lo son los hijos de sus padres.

Entonces, ¿por qué acordarse ahora de aquel Cantón, de aquella vieja lucha ensangrentada, tras cinco o seis generaciones transcurridas, nacidas y enterradas?

El martirio de Cartagena

 

Es cierto que el Cantón murciano representa el único caso en la historia contemporánea española de independencia política, efectiva y completa, de una parte de su territorio peninsular. Si bien apenas duró un medio año, el Cantón se defendió en aquellos meses (desde el 12 de julio de 1873 al 12 de enero de 1874) de la primera república con ejército propio: el pueblo sublevado de consuno con la Armada con base en Cartagena; gobierno propio: la Junta Revolucionaria; moneda propia: billetes y monedas de plata (el duro cantonal) y órgano oficial: El Cantón murciano (del que se editaron 92 números en seis meses).

La represión del movimiento cantonal fue llevada a cabo por el gobierno de la república[1] (proclamada República Federal en Junio de 1873). A pesar de estar inmerso en otras tres guerras (la tercera guerra carlista, la de Cuba y la de Marruecos), no escatimó medios para destruir el movimiento cantonal. Tras sofocar, sin mayor resistencia, la proclamación de los cantones en toda España, el ejército centralista derrotó (10 Ago. 1873), en la batalla de Chinchilla, a una expedición de 3.000 cantonales que acudía desde Cartagena en socorro del Cantón de Valencia; ahí los murcianos sufrieron cerca de 500 bajas (entre muertos, heridos y prisioneros) e importante pérdida de armas y material. Posteriormente, los generales Ceballos y López Domínguez, por orden del presidente “moderado” Emilio Castelar, llevaron a cabo el asedio y bombardeo de Cartagena. Sobre la ciudad cayeron en 48 días 27.016 proyectiles de artillería[2] y, aunque es imposible conocer la cifra exacta, los muertos se contaron en varios miles[3]. En los últimos doscientos años el glorioso ejército español ha perdido todas las guerras externas y las ha ganado todas contra su propio pueblo.

La proclamación de la revolución cantonal y su defensa, hasta concluir en un sacrificio cruento en Cartagena a manos del ejército centralista, ha sido calificada de aventura ciega (derrotada al fin y al cabo) por los sucesivos regímenes posteriores. Los vencidos no tienen historia, ya se sabe. En el siglo y medio transcurrido, los estudios históricos han sido insuficientes para comprender la dimensión y las implicaciones del movimiento cantonal: se ha estudiado poco y se ha condenado mucho. Y aun se ha comprendido menos. Como mucho se reconoce como un hecho heroico, “romántico”, pero inútil. Sin embargo, a mí me parece un mérito, una buena señal, que haya sido denostado tanto por los liberales como por los marxistas[4]. Creo que es un buen indicio de su carácter popular.

 

 

El movimiento cantonal, ¿qué cosa era?

 

En primer lugar, la rebelión cantonal no era un mero movimiento localista ni pretendía la desmembración de España, sino una reorganización profunda del estado en el marco de la república, es decir, defendía la libertad de todos los pueblos de España. Junto con esto, era un movimiento de base popular, construido de abajo a arriba, cuyo fundamento debía ser la autonomía municipal más amplia. Y aspiraba, además, a la libertad de los pueblos de Francia, Italia, Alemania y demás pueblos europeos, sometidos a sus respectivos regímenes. Sus modelos inspiradores de referencia eran las polis griegas, las ciudades hanseáticas germanas, la república federal norteamericana y la Confederación de Cantones suizos.

Fue, pues, un movimiento nacional que se manifestó sobre todo en la mitad sur del país. Sin duda la tercera guerra carlista (prolongada desde 1872 a 1876), librada sobre todo en el norte y en Cataluña, impidió la extensión a otras zonas de España. La proclamación cantonal tuvo lugar en la mayoría de las provincias de Andalucía, en Valencia (con 178 pueblos adheridos), Extremadura (Coria, Hervás y Plasencia) y en algunos pueblos de las provincias de Salamanca, Ávila y Toledo. En la región de Murcia se constituyeron 23 municipios cantonales. El cantón de la ciudad de Murcia y su huerta tan sólo duró 29 días; y otros cantones aún menos. En efecto, la ciudad no tenía defensa militar posible ante la llegada del ejército centralista. Los cantonales se retiraron a Cartagena donde los castillos, el Arsenal y la Marina de guerra ofrecían posibilidades de resistencia (y de victoria si en el resto de España el levantamiento se defendía con las armas). Realmente, ninguna otra ciudad española hubiera podido resistir un asedio semejante al que sufrió Cartagena.

 

 

Las causas y el contexto

 

Para que se produjera un levantamiento tan importante y extenso, que propugnaba una transformación política y social tan profunda, debieron confluir diversos factores. En esos años, el panorama nacional era de gran inestabilidad política, mala situación económica (p. e., escasez de fondos para pagar a los empleados de la Administración), guerras (3ª guerra carlista, 1ª guerra en Cuba…) y conflictividad social (ocupación de latifundios[5] en Andalucía y huelgas obreras en los centros industriales del Levante).

En cuanto a fiscalidad, las contribuciones de guerra y el impuesto de consumos[6], que gravaba los bienes de primera necesidad y que la república no abolió, era objeto de profundo rechazo entre las clases populares.

Pero lo que producía un rechazo más radical era el reclutamiento de quintas[7] para el ejército, que además suponía un agravio añadido para las familias pobres que no podían pagar la exención. Las quintas suponían una auténtica contribución de sangre, pues la mortalidad era alta en las guerras coloniales, sobre todo por causa de enfermedades. No sólo los varones odiaban el reclutamiento forzoso, sino también las mujeres, que veían reducidas dramáticamente sus posibilidades de encontrar esposo y aumentadas las de ser condenadas a la soltería.

En tal contexto, el programa del partido republicano en el poder consistía en una serie de medidas democráticas y de justicia social: separación Iglesia/Estado, abolición del trabajo de menores de edad, derecho al trabajo, jornada de 8 horas (la jornada habitual era de 12 en toda Europa), emancipación de la mujer, educación universal y laica, requisa de bienes de la Iglesia, etc. El proyecto de República Federal, que no llegó a ser votado, reconocía 15 Estados, entre ellos el de Murcia, además de los de Cuba y Puerto Rico, todos con constitución propia. Ahora bien, el sector intransigente del partido propugnaba la consecución de la república federal por la vía rápida y de abajo arriba: desde el municipio a los cantones o Estados y de ahí al poder federal. El resto del partido y de las Cortes concebía una república construida de arriba abajo: primero la Constitución federal y luego la constitución de los cantones o Estados federados.

En tal estado de cosas, el Comité de Salvación Pública, formado por intransigentes de Madrid el 10 de julio de 1973, llamó a la rebelión cantonal. Impacientes porque las Cortes republicanas no terminaban de aprobar la nueva forma de Estado, y desconfiados de las dilaciones y flojeras en Madrid, los murcianos se sublevaron para desencadenar el movimiento federal en toda España. Y el 27 de julio, dos semanas después de la proclamación cantonal, se constituyó en Cartagena el Gobierno Provisional de la Federación Española[8], del que se dio cuenta a las potencias extrajeras a través de los consulados presentes en la ciudad.

 

Antonio de Murcia, marzo 2023.

 

 

[1] Con los generales Manuel Pavía y Arsenio Martínez-Campos al mando del ejército. Posteriormente, el primero daría el golpe de estado (3 Ene. 1874) que inauguraría la dictadura del presidente Serrano en el marco de la “república unitaria”; el segundo llevaría a cabo el pronunciamiento (29 Dic. 1874) que restauró a los Borbones, acabando con la I República.

[2] Por su parte, los sitiados devolvieron contra los sitiadores una cantidad similar desde las baterías y los buques, aunque con muy menor efectividad destructiva. Aun así, se pudo mantener a raya al enemigo hasta que la aciaga explosión del parque de Artillería acabó con las reservas de munición. Además, efectuaron 27 salidas armadas.

[3] Sólo 27 casas quedaron sin daño. He visto fotos de la destrucción en el Archivo Municipal (gracias a un fotógrafo profesional, natural de Lorca, esta es la primera guerra fotografiada de la historia). En la ubicación de dicho Archivo, el Parque de Artillería, están sepultadas entre 400 y 500 víctimas (mujeres, niños y ancianos que se refugiaban allí por ser el lugar más seguro de la ciudad frente a los obuses. De hecho, era también el depósito de munición de artillería. Sin embargo, la mañana del 6 de enero un proyectil acertó a entrar por una pequeña grieta, abierta en el muro por el intenso bombardeo de los días anteriores. La explosión en cadena y el derrumbe del edificio sepultó a los allí refugiados. Y allí siguen, bajo la cal arrojada después y las grandes piedras en ruinas sobre las que se reconstruyó el edificio.

[4] Ya en aquel momento Engels criticó el cantonalismo tachándolo de movimiento pequeño burgués en alianza con la militancia anarquista. La razón es que la AIT, la cual había apoyado en 1871 una insurrección similar (la Comuna de París) había expulsado de su seno a la rama española en 1872, por anarquista. Irónicamente, tampoco la cúpula de la Federación Española lo apoyó (por no ser un movimiento suficientemente internacionalista).

[5] Muchos de ellos constituidos por tierras comunales expropiadas durante el “bienio progresista” (1854-56).

[6] Antecedente de nuestro actual IVA.

[7] Por este motivo en noviembre y diciembre de 1872 hubo dos insurrecciones populares, incluida una partida de Torreagüera (Murcia).

[8] Con sede en el Arsenal. Formado por la Presidencia y ocho ministerios: Marina, Guerra, Gobernación, Hacienda, Estado, Justicia, Fomento y Ultramar. Se disuelve el 2 de septiembre, al perder sentido un gobierno nacional cuando ya todos los demás cantones han sido abolidos. Asume el mando la Junta de Salvación Pública de Cartagena.

 

Fin de la primera parte

 

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