Editorial 12 - Ruralidad Insurgente

Publicado el 1 de marzo de 2024, 11:11

Por Félix Rodrigo Mora

[Tiempo estimado de lectura: 18 minutos]

 

En casi toda Europa la ruralidad está protestando y peleando, con tractoradas y otras formas de acción, habiendo padecido detenciones, apaleamientos, multas, etc. En España el gobierno de la izquierda reprime las movilizaciones, además de rechazar la tabla reivindicativa campesina1. Ello evidencia la naturaleza procapitalista y totalitaria de toda la izquierda, la socialdemócrata y la estalinista.

 

El rural es diverso y contradictorio, con diferentes clases sociales y grupos de interés. Lo forma los jornaleros sin tierras, aquello que sólo tienen unas pocas hectáreas, los opulentos empresarios agrícolas o ganaderos, y, por encima de todos, el agronegocio latifundista (fondos de inversión, grandes bancos, empresas capitalistas trasnacionales, etc.), cada día más agresivo.

 

Los movilizados presentan demandas limitadas, para poder seguir viviendo de la tierra, sin contenidos antisistema, dejando de lado un reducido sector. Se pide una mayor remuneración para sus productos por medio de “precios justos”, menos ahogos funcionariales, menos impuestos, eliminar algunas injusticias fragrantes y poco más. Esto por escrito. Otra cosa es el descontento de fondo, sustentada en la comprensión de que el mundo rural de ayer está muerto y que lo que ha venido a sustituirlo es un horror sin futuro.

 

Los agricultores modestos apenas tienen relevo generacional porque sus hijos no desean seguir con una profesión que ha llegado a ser una suma de negatividades y esclavitudes, que ha perdido el encanto que tenía antaño y que hoy se reduce a trabajar mucho a fin de conseguir lo justo para ir tirando2. Además, están los empresarios agrícolas, que esperan incrementar aún más sus ingresos y propiedades aprovechando el bullicio organizado. En tercer lugar, operan las grandes firmas grancapitalistas, lanzadas a comprar más y más tierra en Iberia, a medida que los pequeños agricultores y ganaderos se van jubilando o quiebran. Un nuevo latifundismo, de horrible catadura, se está instalando en el campo3. Practica lo que se ha llamado “agricultura sin agricultores”.

 

El grueso del movimiento, como se ha dicho, dista mucho de ser radical, menos aún revolucionario. Eso no significa que no haya que contemplarlo con simpatía y solidaridad. Las movilizaciones, con todos sus defectos, pretenden realizar un ideal de justicia, rebajar la explotación a que son sometidos, igual que hace el proletariado industrial cuando va a la huelga. Pero, lo mismo que le sucede a éste, al obrar así, el campesinado se interna cada vez más en la jungla de la agricultura y ganadería capitalistas.

 

El malestar de fondo no está llevando, por el momento, a mirar en torno a sí y reflexionar, sino a demandar al sistema más dinero, de forma directa e indirecta. Alguna razón les asiste en ello, como he dicho, pues todos los saquean con frenesí y alevosía, el capitalismo comercial (los famosos intermediarios, hoy las empresas monopolistas de la distribución y las grandes superficies), que les compran barato para vender caro, los bancos con los préstamos usurarios, el Estado con los impuestos en ascenso, los proveedores de maquinaria, abonos y fitosanitarios, cada día más costosos. Además, han de padecer esperpénticos tormentos como el cuaderno digital, el sistema de “ayudas” de la PAC, la legislación ecologista/ecocida, la agenda 2030, la ley de bienestar animal, etc.

 

A eso se añade que, al estar todo el día manejando productos tóxicos, hoy son dolencias profesionales de los agricultores las alergias, los padecimientos de la piel, la artritis, las enfermedades raras, diversos cánceres, etc. Su trabajo, además, es tan simplificado, solitario, forzado, permanente y sin creatividad que también las enfermedades psíquicas los acosan4.

 

No deseo ser paternalista con el rural actual, de modo que voy a tirar mi pedrada crítica. El campo hoy existente ha surgido en los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando el régimen franquista aplicó aquí la “revolución agrícola” inventada por los imperialistas yanquis, como lameculos de los USA que era. Con ella, la sociedad rural popular tradicional de los diversos territorios fue dejada de lado. Modernizarse era la meta, mecanizar la labor, acudir a la química, prosperar, consumir más, mandar a los hijos a la universidad, comprarse un automóvil y así sucesivamente. Casi todos imaginaron que ello iba a ser eterno, que siempre se iba a ir a “mejor”, pero sesenta años después, a la vista están las consecuencias y la situación. Ahora, para el pequeño y mediano agricultor o ganadero el objetivo es arañar un poco más de dinero aquí y allá, con el objetivo de simplemente ir tirando y no caer en la pobreza extrema5. Ya no hay futuro.

 

Quedan en la periferia disidente pequeños colectivos, algunas cooperativas y determinadas personas que repudian el modelo agrario y rural establecido. Esto son más y más influyentes de lo que parece, e incluso de lo que ellos se creen, pero les falta: 1) tener un programa bastante desarrollado y completo que exponga sus objetivos y metas,

2) ejercer una crítica más continuada de lo existente, así como de sus voceros,

3) unirse y organizarse en el marco ibérico y europeo,

4) darse muchísimo más a conocer,

5) moviliza la calle, pelear.

En ellos está el futuro de la ruralidad, potencialmente.

 

En todo ello, mucho tiene que aportar el movimiento para la Revolución Integral (RI), por tanto, mi libro, próximo a salir, Manual de la revolución integral, donde se encuentra un programa agrario, y económico en general. Expongo sus ejes básicos.

 

El modelo estratégico es la sociedad comunal y la economía comunal, actualizadas para las condiciones del siglo XXI. Sin comprender la sociedad comunal, que ha existido y todavía existe, aunque degenerada, mínima y agónica, no se puede elaborar un programa revolucionario6. Y sin él no hay nada que hacer.

 

La tierra y el agua tienen que ser comunales, de las familias y de los agricultores y ganaderos modestos, por medio de su expropiación sin indemnización a quienes hoy la poseen, sean empresas privadas o estatales, y lo mismo respecto a los medios e instrumentos de producción. La pequeña y mediana explotación debe ser respaldada e impulsada, aunque sin que se convierta en gran empresa. La actividad agropecuaria tiene que ser un modo de vivir y no un negocio. La sequía quedará primero reducida y luego superada con un programa, colosal y comunal, de forestación con especies autóctonas7. Los espacios económicos básicos serán el municipio y la comarca, que han de autoabastecerse al menos al 60% de sus necesidades esenciales, de modo que la producción irá principalmente al consumo de proximidad y no a la exportación. Las variedades agrícolas y las razas ganaderas serán autóctonas preferentemente. La ganadería extensiva, comunal y familiar, estrechamente vinculada a la agricultura y al bosque, sustituirá a las macrogranjas capitalistas. La artesanía y la industria, a pequeña y mediana escala, retornarán a ser parte del rural, para constituir una economía productiva integrada, reindustrializando decisivamente el campo y ruralizando las ciudades.

 

Se fomentará una revolución tecnológica, realizada a partir del repudio de buena parte de la tecnología actual para ir concibiendo otra tecnología, popular y revolucionaria, acorde con los principios, los valores y las metas de la nueva sociedad. Habrá sistemas de vigilancia popular para evitar la concentración de la propiedad y la riqueza, conforme al principio: todos propietarios y copropietarios (en el comunal), pero ninguno rico. La libertad social e individual reclama que no existan tiranías económicas, esto es, individuos demasiado opulentos, grandes propietarios, nuevos terratenientes y latifundistas, de modo que los que existen hoy serán despojados sin compensación, y se evitará que vuelvan a resurgir mañana. La economía doméstica familiar, vecinal, municipal y comarcal constituirá una porción cardinal del tejido productivo, dentro del modo comunitario de organizar la sociedad. Los consumidores serán productores, no habrá especialización mutiladora en un oficio o labor sino poliactividad y multitrabajo, dominando la obligación, moral y política, de que todos realicen trabajo productivo. Existirán dos modos de distribución del producto, la fraternal, dando a cada cuál según sus necesidades, y la equitativa, otorgando a cada uno según su trabajo, a escoger en cada unidad productiva. El trabajo ha de ser libre, ni esclavo ni asalariado, para lo cual cada uno debe ser dueño de los medios de producción, ahora en manos de minorías tiránicas, que serán desposeídas sin compensación.

 

Se ha de trabajar para vivir, no vivir para trabajar, con tiempo para la reflexión, el cultivo del espíritu, la fiesta, el amor, la crianza de los hijos, el arte y el resto de actividades que nos hacen humanos y nos elevan a una existencia superior, de modo que el tiempo de trabajo será reducido, menor. El objetivo de la nueva sociedad rural no es lograr la abundancia de bienes ni tampoco un consumo material creciente (hoy ya quimérico para la gran mayoría) sino constituir una sociedad de la libertad y un régimen comunal sin capitalismo, con personas de más calidad, libres, responsables, morales, fraternales, capaces, creativas, audaces, corteses, vitales y autodeterminadas, ni opresoras ni oprimidas. El concejo abierto, como organismo gobernante soberano, organizará la economía local y la economía comarcal, sin dañar la iniciativa individual. El cada territorio lingüística y culturalmente singular, el régimen de democracia directa establecerá un concejo abierto general, de actuación anual, que será el gobierno de aquél, operando de abajo a arriba, por medio del mandato imperativo, el cual organizará la economía de dicho territorio.

 

El comercio de bienes y servicios se efectuará por medio de permutas e intercambios, utilizando sistemas de dinero natural, mientras que el actual dinero, estatal y fiduciario, se irá extinguiendo, haciéndolo así mismo el capitalismo financiero. Los sistemas de ayuda mutua y reciprocidad laboral se harán universales para todas las labores y tareas productivas. Las expresiones básicas de sociabilidad, convivencia, afecto y amor tienen que prevalecer sobre las deshumanizadas estructuras estatales y empresariales vigentes, en consecuencia, se tiene que impulsar a la familia, los grupos de amigos, las cuadrillas, las relaciones de vecindad, los equipos de ayuda mutua y trabajo en común, y todo lo similar. La asamblea popular municipal, o concejo abierto, será el gobierno en cada municipio, y desde la unión política de aquéllas se constituirá el gobierno de la comarca, y por la agrupación política de estas el gobierno de cada territorio con identidad propia, lingüística, cultural e histórica, establecido un régimen de democracia directa.

 

El derecho consuetudinario de cada territorio ha de ser la juridicidad aplicada. La ciudad, una vez que no existe su causa inmediata, el Estado, se irá vaciando hasta desaparecer. El mercado capitalista actual, sometido al ente estatal y al dominio del capital monopolista, por eso no libre, va a ser sustituido por el mercado libre natural, sustentado en el juego de la oferta y la demanda. La futura sociedad no buscará maximizar los rendimientos productivos, será un sistema de libertad y un régimen moral, apoyada en las categorías de virtud cívica y virtud personal, o, dicho de otro modo, en ella los bienes inmateriales prevalecerán sobre los bienes materiales. La cultura popular rural y el ideario civilizador de lo comunal, tienen que desbancar a la pseudo-cultura académica, escolar y mediática.

 

En cada territorio debe desarrollarse la cultura o cosmovisión popular propia, sustentada en las tradiciones del pasado y en lo que vayamos ideando para el siglo XXI, eliminado la basura subcultural anglosajona que hoy circula, yanqui y en inglés. La atención a enfermos, ancianos y menores se hará comunitariamente, por ayuda mutua vecinal. Hay que constituir una milicia popular, expresión del pueblo en armas, para resistir y derrotar a los liberticidas, a los adoradores del Estado y a los procapitalistas, dicha milicia sustituirá a la guardia civil, verdugo de la ruralidad desde su creación en 1844, así como a las demás policías. El cultivo de la tierra en el futuro será agricultura artesanal, opuesta a la agricultura industrial actual, realizada por primor, cariño y dedicación, cuyas labores y laboreos pueden llegar a ser tan minuciosos y cuidadosos como los que se dan a un jardín. Lo mismo para la ganadería, y para la silvicultura.

 

En suma, hay que salir del capitalismo para que el campo vuelva a la vida. Porque la simple lucha por reformas aporta bastante poco, como lo prueba que las demandas campesinas actuales no sean admitidas, ni en estas movilizaciones ni en ningunas otras, aunque hay que seguir peleando, hasta que arda el país y Europa toda. Para lograrlo, conviene repudiar el servil culto al Estado, quien envía la guardia civil a apalear a los agricultores. Hay que pensar en la revolución.

 

Tres acontecimientos próximos van a trastocar el rural, Uno es la sequía sin final y sin remedio definitivo, como tremenda realidad en avance, peninsular, europea y mundial, con todas sus catastróficas consecuencias8. Otro es la entrada avasalladora de la gran empresa capitalista del agronegocio en el campo. Un tercero es el agravamiento de todas las contradicciones del sistema. Marchamos hacia una enorme conmoción social, hacia una gran crisis general, y tenemos que organizarnos para actuar en ella. En el avance de la crisis general en desarrollo que va a sacudir a Europa y al mundo, se constituirá una situación revolucionaria -o varias- que es necesario convertir en revolución triunfante.

 

Como aproximación táctica, mi propuesta programática es la que sigue.

Hay que organizar la lucha contra cada injusticia y cada acto de explotación, convirtiendo el campo en un territorio permanentemente en lucha, pues sólo así será respetado. El modelo organizativo ha de ser local y comarcal, y tiene que mantenerse habitualmente. Rechazar a todos los partidos políticos, existentes o por crear, repudiar todas las “ayudas” institucionales y negarse a cualquier relación con el poder, autonómico, español o de la Unión Europea. Elaborar una tabla reivindicativa municipal y comarcal, en cada sitio, con un número fijo de demandas, a esgrimir contra viento y marea. Animar a la gente joven a que no abandone el campo, a que no emigre, a que siga con las tareas profesionales de sus padres, mejorándolas y adecuándolas a la cosmovisión comunal. Defender y practicar la agricultura y ganadería popular artesanal, que elabora bienes de uso, en contra de las actividades agroganaderas industriales, que fabrica mercancías. Crear sistemas comunitarios de explotación agropecuaria y trabajo grupal, dedicados principalmente al autoabastecimiento y al intercambio no dinerizado. Fomentar las cuadrillas de ayuda mutua sin uso de dinero para trabajos fundamentales, por intercambio equitativo de horas de trabajo, para levantar casas, hacer labores productivas, atender a personas en apuros, realizar tareas de obras públicas e infraestructuras, etc. Efectuar labores cada vez más ambiciosas de forestación, en terrenos comunales, espacios de uso común, y similares, conforme a las formulaciones del Proyecto Arrendajo, para frenar la sequía y la desertificación. Formar organizaciones pro concejo abierto en cada localidad, que vayan quitando poder y arrinconando paso a paso al ayuntamiento, en tanto que institución del Estado9. Una labor decisiva de dicho ente pro soberanía popular es planificar todo lo referente al fomento, uso y consumo del agua en la zona. Apoyar con actos a las iniciativas productivas de tipo artesanal, industrial y de la construcción, pequeñas y medianas, para marchar hacia grados mayores de autosuficiencia económica comarcal y reducir el paro. Forjar lazos relacionales múltiples con la gente urbana, en particular, con la de las ciudades más próximas. Animar y ayudar a quienes deseen dar el salto de la ciudad al campo, abandonando las megalópolis. Convocar encuentros y ferias anuales de tecnología crítica antisistema, comunal y aplicada. Constituir redes de asistencia en común para el cuidado, la crianza y la educación de los niños, en la dirección de ir estableciendo un sistema educativo comunitario que libere de la enseñanza estatal o estatal-privada a niños y adolescentes. Tener hijos y construir nuevas formas de vida familiar. Establecer sistemas de supervivencia para afrontar el desplome general de la actividad económica que se que aproxima, con la sequía y sus consecuencias como componente primario. Entender, defender y reedificar el comunal tradicional todavía existente, en cada territorio10 uniendo el pasado, el presente y el futuro de la ruralidad. Dar a conocer a toda la sociedad las actividades que se vayan efectuando, así como las propuestas innovadoras, los problemas y las luchas, por todos los medios a nuestro alcance, para constituir un gran movimiento popular de afirmación y resistencia.

 

Félix Rodrigo Mora

esfyserv@gmail.com

felixrodrigomora.org

 

 

[Consultar: Bases para una revolución integral, capítulo 14, La economía comunal, superadora del capitalismo, y capítulo 15, Naturaleza, ruralidad y economía agraria]

 

 

NOTAS

1 Dicho gobierno actúa conforme a los dictámenes e intereses fundamentales del gran capital y el ente estatal. Lo cierto es que las demandas campesinas, salvo algún asunto secundario, no van a ser satisfechas. Los agricultores modestos seguirán siendo triturados para forzar su desaparición, con el fin de concentrar la propiedad de la tierra y del agua en unas pocas grandes empresas capitalistas multinacionales. La lucha reivindicativa tiene hoy unos límites estrictos, da poco de sí, pero a pesar de ello debe ser librada con un máximo de energía y combatividad. En definitiva, la solución está en la revolución, por más que la gente del campo carezca hoy de conciencia revolucionaria. Y lo que pueda conseguirse aquí y ahora tiene que ser con una lucha extremadamente enérgica y duradera, sin concesiones, sin diálogo con el poder, sin buenismos. A las bravas.

 

2 Esto explica la edad media tan elevada de agricultores y ganaderos, así como la escasa presencia de jóvenes en el sector. Se comprende. Porque tener, por ejemplo, 150 vacas de leche y estar obligado a vivir de ello, de lo que es un trabajo monótono, embrutecedor, solitario y sin prestigio social, que proporciona unos ingresos siempre decrecientes y unos gastos siempre crecientes, es una pesadilla. O el cerealista mesetario, que laborea rutinariamente cientos de hectáreas, subido en su colosal tractor que compacta la tierra, trabajando para pagar la cosechadora, y cuando lo logra tiene que comprar una nueva, de manera que está siempre endeudado, esto es, reducido a esclavo de los bancos. O el olivarero del sur, que hace unos decenios ganó dinero, expandiendo el olivar, y ahora choca con el declive de los rendimientos, la sequía, los monopolios de compra agazapados en las cooperativas locales, que cada vez le pagan menos por la cosecha, y el aumento del precio de los insumos. Todos ellos siguen el modelo capitalista agrario y sufren sus consecuencias.

 

3 En las movilizaciones están asomando la oreja la extrema derecha, los neofascistas, conspiracionistas y neonazis. Es necesario denunciarlos y expulsarlos. Esta basura está en relación con dicho latifundismo, además de con los aparatos policiales del Estado. Ellos los promocionan y financian.

 

4 El infierno en que se ha convertido hoy el trabajo agrícola y ganadero a menudo supera lo descrito para la industria por Harry Braverman en Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajó en el siglo XX.

 

5 Mi libro Naturaleza, ruralidad y civilización dedica varios apartados al estudio de por qué y cómo se ha constituido la sociedad rural existente. La responsabilidad de la gente del agro en lo que entonces (desde 1960 a 1975) sucedió es indudable, y hay que decirlo. Fueron víctimas, sí, pero también verdugos de sí mismos. Escogieron el “bienestar” bajo el capitalismo en vez de la revolución comunal, a pesar de que sus padres habían luchado épicamente, primero contra la II república, que les devolvía el comunal arrebatado, y luego contra el fascismo de Franco con las armas en la mano, en el maquis, o guerrilla antifranquista rural. Por eso la relación correcta con ellos es de apoyo y crítica.

 

6 En mi web, felixrodrigomora.org, está el Curso Básico sobre el Comunal. También, mi libro El Comunal.

 

7 En ello es pionero el Proyecto Arrendajo. Informaos.

 

8 Mi posición ante este asunto, estratégicamente decisivo, está en Emergencia por gran sequía global o el principio del fin del “mundo feliz” de la modernidad.

 

9 Esto es una parte decisiva del Programa de Transición, es decir, de las actividades y tareas que partiendo de lo existente nos aproximan a la meta revolucionaria. El concejo abierto, como pilar del sistema de democracia directa, tiene que sustituir al Estado, imponerse a él, derrotarlo y eliminarlo. Y eso requiere de una fase previa en la cual la asamblea popular se constituya, crezca, avance y adquiera parcelas de soberanía cada vez más extensas y determinante, en lucha permanente contra los ayuntamientos y las demás instituciones estatales. En mi Manual de la revolución integral dedico bastante espacio a esta cuestión, tan importante, el Programa de Transición.

 

10 Estoy próximo a publicar el llamamiento a constituir la Asociación para la Defensa y Recuperación Integral del Comunal. Estad atentos. Contactad conmigo para ello.

 

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