Por Celia Rodríguez Franco
Tiempo estimado de lectura: 12 minutos
Cuando la gente sale a manifestarse contra el Gobierno, ¿qué pide exactamente? ¿Qué posición de seguridad quieren mantener?
El otro día tuve un extraño sueño.
Estaba en una recepción para pagar algo. La chica que allí atendía no me podía cobrar alegando que sus jefes estaban reunidos, que ella no estaba autorizada para eso.
De repente, irrumpieron en la estancia un grupo de mujeres muy elegantes, de diferentes edades, alturas, pesos, de trajes caros, peluquería diaria y maquillaje perfecto. ¡Toda una exhibición del poderío y postín digno de las revistas del corazón!
Con mucha amabilidad, una de ellas se acercó a mí interesándose por mi problema y se ofreció a prestarme su ayuda, lo cual hizo tras reprender con benevolencia a su empleada. Tras un rato esperando, pude observar al grupo al completo detenidamente. Observándolas, me pude dar cuenta de algo: esas mujeres eran bellas, y no por sus largas sesiones en los centros de estética, el motivo iba mucho más allá del plano físico. Tenían algo fundamental que no observaba en mí misma, pero ¿qué era?...
Seguridad.
Yo no podía tener esa belleza porque tenía miedo, aunque parte de ese miedo, no venía de mí, sino de fuera.
Me desperté con dos frases dándome vueltas en el coco: miedo y harapos; seguridad y belleza.
Miedo y harapos
El halo de seguridad que las cubría es el de aquel que se sabe intocable, el que conoce a ciencia cierta que no le van a afectar ni crisis, ni guerras, ni problemas del populacho, porque habrá miles que serán abatidos antes que ellos y, de llegarles, caerán en blando, justo en la parte alta de la pila de cadáveres, sacrificados a saber por qué retorcido o estúpido motivo.
El uso del miedo como arma de control no es ninguna novedad. Tememos perder la posición porque eso nos hace sentir inseguros. El miedo a la muerte, al hambre, a la enfermedad, a la pérdida de un ser querido e incluso a la propiedad, se usa contra el pueblo desde hace milenios. Es una estrategia increíblemente efectiva..., y sigue colando.
Se dice que se cambia la libertad por seguridad, cuando ya todos sabemos que es como dejar al lobo al cargo de las gallinas. Pero sigue funcionando.
Tal vez el problema radica en que no sabemos qué es eso de la seguridad.
Es imposible que jamás de los jamases te pase nada. Es como pedir a un bebé que empieza a andar que no se tropiece. Sencillamente, no va a pasar.
Desde las terminales mediáticas se pasan 24/7 aterrando a la población para que nos arrojemos a los brazos de Papá Estado, para que los de arriba puedan seguir cayendo en blando si caen.
Para reforzar y aterrar más aún, dejan que existan mendigos para que todos veamos lo que nos va a pasar si no somos los niños buenos que todos esperan. También, se inventan conflictos o atentados, solo para justificar su infame existencia.
Haciendo un poco más de pitonisa o psicoterapeuta intérprete de sueños, podría considerar los harapos como la posición de sometimiento en la que el estado nos mantiene utilizando el miedo.
Amortiguamos la caída del político de turno, poniendo el sudor de nuestra frente, el fruto de nuestro esfuerzo, depositamos la vida de los que amamos en sus perversas manos y, en el peor de los casos, hasta ponemos a los muertos en las guerras.
Nuestro deber es apartarnos y dejar que se estrellen contra el suelo, pero para eso, debemos recuperar ese sentimiento de seguridad, de verdadera seguridad.
Seguridad y belleza
La seguridad no es estar en una burbuja y que nada te pase. Ni mucho menos. La seguridad está en saber que te vas a reponer, a levantar cuando caigas, a encontrar otra vía y la solución, pase lo que pase.
Para alcanzar ese sentimiento, deben pasar dos cosas: fe en ti y el apoyo de tu gente.
No voy hablar de qué puede hacer cada uno. Nos podemos quedar con que el conocimiento siempre va a ser una buena opción. Pero sí voy a hablar del apoyo de tu gente.
Al Estado le resulta muy sencillo someternos por el miedo porque no podemos sentirnos seguros estando solos. Solo el núcleo familiar y la familia extensa pueden lograr ese cambio. Por eso les es tan importante y urgente destruirlas.
Desde nuestra Revolución Integral debemos recuperar ambas a toda costa.
Por mucho que sepamos y habilidades tengamos, nunca podremos hacerlo todo solos. Es una forma particular de "caer en blando", pero no sobre los que ha sucumbido, sino en el regazo del equipo, en el halo del amor y el cariño, en el respeto, comprensión y el conocimiento de que estamos juntos.
Las mujeres del sueño no iban en grupo, eran un grupo.
Ni lo intentes
Como todo parasito, Papá Estado sabe que no puede sobrevivir sin súbditos a los que expoliar, por eso, a veces, y solo a veces, usará guante de seda. Y también seguirá funcionando. Porque es precisamente nuestra atención lo que realimenta a la alimaña estatal.
No se puede ganar en un juego en el que las reglas están hechas para favorecer a unos pocos. Mucho menos cuando esos pocos pueden cambiar las reglas si ven que empiezan a perder la partida. La única opción es retirarse, levantarse de la mesa, romper la baraja o como cada cual prefiera llamarlo.
Pensar que se puede vencer con sus reglas es tan absurdo como creer que pidiendo a quien te está machacando con sus políticas que te devuelva los no privilegios que tenías antes de tal ley.
Mis bellas mujeres seguras, arreglaban cosas porque eran un grupo, estaban juntas, se apoyaban y se animaban. Eran capaces de controlar la situación y, dentro del grupo, cada una era libre de ser distinta. Porque el pertenecer a un grupo no tiene por qué significar la pérdida de libertad.
La solución no está en salir a la calle a gritarle a tus abusadores que te abusen un poco menos porque ya está feo y tal, el problema se resuelve siendo un grupo, familia y familia extensa.
El problema se resuelve mediante la seguridad y el amor...
...,y desde la RI, lo resolveremos juntos.
Celia Rodríguez
Añadir comentario
Comentarios