La Poesía de los Árboles

Publicado el 1 de abril de 2023, 10:00

Por José María Peiró y Barrero

La Poesía de los Árboles

Edición de Ignacio Abella. Ilustraciones de Leticia Ruifernández.  Nørdicalibros .



Árboles y poesía, qué forma mejor de celebrar la llegada de la primavera, con nuestros amigos y maestros vegetales, así como la belleza creativa humana de la poesía.



Vaya por aquí un pequeño deleite sin las acuarelas de Leticia Ruifernández



Los robles. Friedrich Hölderlin, poeta romántico alemán, 1770-1843



Desde los huertos me llego hasta vosotros, hijos de la montaña,

desde los huertos donde Natura convive, paciente y hogareña,

cuidando y a la vez cuidada, con el laborioso hombre.

Pero vosotros, tan sublimes, os alzáis cual pueblo de titanes

en un mundo más sumiso y no sóis más que vuestros y del cielo, 

que os ha alimentado y criado, y de la tierra que os engendró.

Ninguno de vosotros ha ido aún a la escuela de los hombres

y dichosos y libres, desde vuestras fuertes raíces, os abrís paso

unos entre otros y, como el águila a su presa, agarráis

el espacio con brazo poderoso y orientáis

hacia las nubes la soleada copa, serena y grandiosa.

Un mundo es cada uno de vosotros, juntos vivís

como las estrellas del cielo, un dios cada uno, en libre alianza.

Si acaso yo pudiera soportar la servidumbre, jamás envidiaría

a este bosque y de buena gana me resignaría a vivir en sociedad.

Si este corazón que no renuncia al amor no me encadenase

a la vida entre las gentes, ¡cuánto me gustaría vivir entre vosotros!



Da que pensar este canto a los robles. Hay que situarse en el contexto romántico —no olvidar que las traducciones no son fáciles y pueden desvirtuar el sentido exacto de los textos originales—, contrapunto al racionalismo imperante de la época y desencadenante o agravador del poderío estatolátrico y globalista actuales.





Existían tus manosAntonio Gamoneda (Uviéu, Asturias, 1931)



Un día el mundo se quedó en silencio;

los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,

y nosotros sentíamos bajo nuestra piel

el movimiento de la tierra,

Tus manos fueron suaves en las mías

y yo sentí la gravedad y la luz

y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles,

todo era verdad. Yo comprendía

todas las cosas como se comprende

un fruto con la boca, una luz con los ojos.

 

 

Los árboles, como el amor, no mienten. De ahí también el valor de la palabra dicha bajo el árbol, sellando tratos, conciliando pareceres de las gentes del común...Además, bajo su copa, bajo su sombra nos encendemos e iluminamos, razonamos y entendemos mejor, con más claridad.

 

 

José María Peiró y Barrero

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