Revolución Integral: una RCP para una sociedad clínicamente muerta

Publicado el 1 de octubre de 2023, 11:00

Por Jesús Trejo

Tiempo estimado de lectura: 15 minutos

 

A finales de agosto, en la pequeña localidad de Santa Maria de Meiá[1], en el Prepirineo leridano, se ha llevado a cabo un nuevo Encuentro de la Revolución Integral. El séptimo, un número de enorme simbología en la cultura griega, que recogía la sabiduría milenaria popular de dividir en ciclos de 7 años los hitos vitales[2]. Así, el primer siete de cada existencia marcaba el paso de la infancia a la adolescencia, y en la cultura celtíbera, las primeras armas eran dadas cuando se cumplía 7 años. ¿Sería este encuentro también el que diera el salto a un nuevo ciclo en la iniciativa R.I., y pudiéramos por fin dotarnos de nuestra falcata política?

 

Todas las corrientes que se han planteado seriamente en la historia un cambio sustantivo en su estructura social han tenido que promover una profunda metamorfosis en los dos niveles que interactúan en cualquier sociedad: el individual y en lo político. El pitagorismo[3], el primer cristianismo, el monacato revolucionario, el movimiento bagauda, la revolución altomedieval concejil o la mística castellana fueron posturas subversivas a un orden decadente y opresivo para con lo más esencial de la condición humana: su logos erótico, que incita a amar la libertad de pensar y actuar, de convivir creativamente con sus iguales, y a construir y construirse como sujetos únicos dentro de un todo solidario.

 

En esta ocasión, el llamamiento por la Revolución/Transformación Integral comenzó su andadura en 2015, como un deseo de aunar las voluntades enmudecidas y anonadadas por casi cuarenta años de partitocracia desvergonzada, y que, al calor de la movilización del 15M y posterior “desencanto” con el partido Podemos, habían encontrado en los análisis y propuestas de Félix Rodrigo y las aportaciones de Prado Esteban un faro que ayudaba a evitar los acantilados de la desesperación, en esta tormenta perfecta en que se ha convertido la ultramodernidad actual.

 

Uno de los principios guía de la convocatoria inicial era su vocación apartidista y antipartidista, porque se tenía la convicción de que los partidos parten, desunen y fragmentan el todo popular, y que tenía que haber una libertad de conciencia que permitiera la fluidez de maneras de pensar y expresar, sin estar condicionados por corsés programáticos o cualquier religión política que censurara discursos o propuestas. Solo había dos grandes ejes de afinidad: la necesidad de un cambio radical en el propio individuo y también en la forma de organización social, con una sociedad abducida por el Estado.

 

La aspiración fundamental era entonces, por un lado, recuperar la voz popular personalizada, con su variopinto crisol, y hacerlo, por otro lado, en un formato asambleario/ convivencialista que imite las experiencias comunales reclamadas como inspiración: Asamblea de “personas”[4] del pueblo. Pero recuperar la voz popular personalizada implicaba aceptar el actual nivel de degradación humana, confusión política y colapso ético-moral que padecemos. El término “ser-nada”, acertadamente acuñado por Félix para explicar la destrucción interior que ha sufrido la individualidad convivencialista tras tantos años de dictadura de pensamiento único por la escuela pública, los medios, el trabajo asalariado y el dominio de las ideologías hedonistas y egotistas, que se han impuesto desde arriba y con poca resistencia, han llevado a la práctica inexistencia de los hábitos de pensamiento reflexivo, desprejuiciado, sereno, y sobre todo, afectivo.

 

La primera convocatoria de la RI tuvo bastantes propuestas y planteamientos, aunque su nivel de hetereogeneidad se debiera a que no estaba suficientemente esbozado un programa de recuperación integral del yo revolucionario, y por eso hubo tendencias tipo postnew age o místicas neoorientales que, de algún modo, buscaban sanar las pedradas que todos llevamos por vivir en este desquiciado mundo. Por otro lado, la falta de un ideario político debido al recelo de que éste se convirtiera en otra visión fragmentaria politicista más, hacía que las ponencias no buscaran concretarse en acciones colectivas. Estas carencias se han venido repitiendo en todos los Encuentros, y demandaba la formalización de unos Estatutos y de un corpus que condensara la ideología de la propuesta R.I., que estaba presente en ideas dispersas y difusas, en su doble articulación individual y convivencial/comunal, y que pudiera dar una orientación para la acción y para la posterior influencia en los movimientos de las crisis venideras. Félix comenzó a desarrollar esta obra decisiva[5], cuyo primer borrador se presentó en la sexta asamblea, donde condensa toda la cosmovisión de la RI, pero cuya extensión hacía imposible que se difundiera como texto de presentación, así que se propuso en el sexto encuentro la necesidad de resumirla para que fuera manejable, y se formó un grupo coordinador para tal fin.

 

En esta ardua tarea de desbrozamiento y de allanar el espacio discursivo, hay personas que se han sentido incomodadas, apartadas, ninguneadas. La propuesta RI, tan inclusiva y permisiva al principio con la floración de escuelas y decires, ha sido a veces tildada de sectaria y dogmática por personas que en algún momento compartieron parte del ideario inicial. Esto es algo que nos debe hacer reflexionar, porque el rigor en el análisis y los planes de actuación deben exponerse con amabilidad y cuidado. Puede que, en gran medida, las desavenencias sean provocadas por una actitud defensiva por la falta de un cuerpo analítico/propositivo concreto y que nuestros egos, educados en la susceptibilidad, no han sabido, por falta de costumbre, desenvolverse con la apropiada mezcla de rigor, amenidad y elegancia ante el grupo de iguales. No hemos sabido. Mantener sanas discrepancias con otras posiciones populares, tener contacto fluido con la visión disidente, bien sea para reforzar nuestra posición o bien para retocarla, es siempre positivo. No obstante, “muchos son los llamados y pocos los escogidos” [6].

 

El “convite del combate” siempre ha convocado a personas con diversas motivaciones, y por los Encuentros han pasado personalidades diversas que al final no han cuajado o no han estado convencidas de los planteamientos expuestos, bien sea por diferencias ideológicas, por comodidad, miedo o catarsis particulares. Bendita libertad, que permite abandonar caminos, tal vez para luego recuperar la senda más adelante. Pero hay también personalidades que perseveran, que desbrozan y despejan el terreno, haciendo transitable lo que antes parecía infranqueable, y que hoy siguen forjándose como verdaderos seres humanos en una tarea tan desinteresada, esforzada e ingrata socialmente como la propuesta revolucionaria. Hay que romper una lanza por el Equipo coordinador que aceptó el reto del sexto Encuentro para sintetizar las ideas claves del proyecto, en un trabajo ímprobo de claridad, sobriedad y elegancia[7].

 

 

La RCP[8] de Félix.

 

En su incansable y ardua labor de confección y divulgación de sus trabajos en este “desierto de la cultura”, Félix Rodrigo representa una expresión magnífica de un ser popular construido a sí mismo. De hecho, puede que su aportación más decisiva a nivel político y heurístico para analizar y entender el pasado y el presente de las sociedades, así como proponer una salida, tal vez la única, al marasmo existencial al que nos ha llevado la hipertrofia estatal, sea precisamente su propia persona, mostrando con su ejemplo vital la posibilidad de recuperación de una individualidad convivencialista, creativa, lúcida e indomable. Ese testimonio de un yo popular de alta calidad, digno, soberano y por tanto, sujeto de pleno derecho y plena responsabilidad de sus actos, con un mundo cultural, emocional, libidinal, volitivo y por supuesto, intelectual, es la clave de bóveda para comprender nuestra historia y para proyectar la posibilidad de un porvenir, y es la que obstinadamente son incapaces de reconocer los funcionarios eruditos del Ayer, en su cerril idea del hombre como un ser con simples necesidades primarias.

 

Toda la imaginería política tanto de derechas como de izquierdas son manuales de pastoreo, donde el ser humano es tratado como animal de rebaño, reducido a mero rumiante, convertido en buey cuya única demanda política es exigir pasto de buena calidad. La idea de la necesidad del Estado está sustentada en la incapacidad del individuo por autogobernarse, y por eso es por lo que desde los poderes “públicos” hay un esfuerzo bien subvencionado por envilecer y encanallar a las gentes, con toda su oferta lúdico-educativo-cultural[9]. El despotismo ilustrado que nos enseñaban en el instituto como una aberración sofisticada del Antiguo Régimen, ahora se ha convertido en el súmmum de la actividad política: los regímenes de democracia representativa, donde los ciudadanos votantes delegan la tarea de gobernarse, en partidos que luego implementan los planes diseñados por la cúpula mayor de su ejército y sus asesores civiles, buscando fortalecer sus respectivos Estados, para que sea más competitivo y agresivo en la esfera internacional, y para debilitar y hacer más manejable al pueblo sometido en el interior, cubriendo así su retaguardia. Para comprar la complicidad o al menos el silencio, de los súbditos, se sirven del chantaje de la felicidad garbancera, convirtiéndoles en masa estomacal para poder ejercer su dominio. Cuando la izquierda reclama más Estado y más ayudas, más “cosa pública” (res publica), no está sino ahondando en ese envilecimiento alienante, reduciendo la vida a mero vegetar rumiador, a simple estómago andante (la analogía con los bóvidos ha llegado casi a la realidad, con el movimiento vegano). La implementación de estas políticas intrusivas del Estado sobre el pueblo han creado una sociedad apagada, mustia, uniforme, gris, clínicamente muerta.

 

Superar este estado de cosas va a requerir por un lado de la inestimable ayuda de las diversas crisis multisistémicas a punto de estallar[10], pero el combate fundamental se debe librar en contra de la propuesta estato-felicista de animal de granja, silente y pacífico, que insulta a lo humano, fortaleciendo justo lo más propio de la persona: su logos erótico expresado.

 

 

En el principio era el Verbo[11].

 

El esfuerzo comunicativo es una de las formas más efectivas y eficaces de autorreconocimiento del ser. Las diversas escuelas de terapia psicológica lo usan para descubrir aquellos conflictos o disrupciones internas en los individuos que les impiden desarrollarse con plenitud. Pues bien, haciendo bueno lo de ser el mejor médico de ti mismo, también lo trasladamos al plano formativo/psicológico y podemos decir que si cultivamos nuestro logos en un dia-logos con nuestros iguales, saldremos reforzados en nuestra calidad como seres humanos aptos para resistir las embestidas embrutecedoras planificadas desde la jerarquía estatal.

 

El comedido Aristóteles acuñó la frase de que “cada uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”, seguramente porque prefería no meterse en problemas y dedicarse al sosegado mundo del pensamiento científico aséptico y apolítico, frente a la actitud socrática tan peligrosa de cantar las verdades del barquero, sobre todo cuando la barca social zozobra. Ahora debemos reivindicar la esclavización a la palabra proferida, recuperar el valor de lo que se dice, y cumplir con lo dicho. Tenemos que abandonar el “flatus vocis” nominalista, posmoderno, mero discurso retórico, para volver a “sangrar por la boca”.

 

En el principio era el verbo, porque el verbo hace, es una palanca de acción, si está conectado con el corazón y no con la cartera.

 

Para que un ser humano se autoconstruya como individuo moral debe desarrollar su logos, y éste está inextricablemente unido al ejercicio del lenguaje y a su expresión. La importancia capital del “decir” y del “mostrarse” socialmente para alcanzar la excelencia individual es absoluta, porque en el dia-logo tenemos que saber usar, además de la claridad y la unicidad de nuestra existencia, la inteligencia emocional y la exquisitez en el trato horizontal entre iguales. Al decir, estamos ejerciendo las cualidades democráticas de respeto, cuidado, afecto y deseo de mejorar colectivamente, que son las propias de cualquier sujeto convivencial. La tradición concejil asamblearia fue una magnífica escuela de oratoria, que estuvo detrás del portento literario que supuso el Siglo de Oro español. La inspiración de la primera novela moderna, “El Quijote”, bebe del manantial expresivo popular, gestado y construido en el ubérrimo contexto convivencial. Pero esto hoy se ha perdido, como bien lo demuestra la experiencia dolorosa que muchos hemos experimentado al tratar de comunicarnos en el espacio abierto igualitario, así que debemos pergeñarnos de esas habilidades de forma técnica, con manuales y con tutoriales, y ejercitarnos diariamente en lo coloquial, en las palestras mediáticas, en foros o en debates televisados, en charlas distendidas o en asambleas solemnes.

 

Pero sobre todo y lo más importante, hay que superar el enmudecimiento del infantilismo moral rompiendo el silencio y la autocensura, exponiéndose, personándose. “Si hay un muro delante, real o puesto por vosotros mismos, rompedlo a cabezazos, a patadas,..detrás, aparecerán el campo, el mar o el precipicio, retumbando de inmensas realidades, que veréis, si queréis recibir o merecer el imponente título de hombres”[12]. Causa bochorno tener que citar a Rafael Alberti (al que Miguel Hernández le tuvo que enmendar la plana por estar de fiesta con su cuchipanda de Intelectuales en defensa de la República, mientras él volvía de cuatro días sin dormir, aterido y lacerado por las chinches de las trincheras), para esbozar el plan de autoconstrucción personal: romper el muro de silencio, equivocarnos con nuestras palabras en su dicción y en su mensaje, para luego mejorarnos.

 

Tenemos que esclavizarnos con nuestras palabras y repudiar los silencios. Porque el verbo se hace carne[13]. En el proceso de desarrollo desde la minoría de edad hacia la etapa adulta, los cambios en las etapas evolutivas vienen marcados por saber lo que se quiere y saber expresarlo, sin pataletas, sin histrionismo, cada vez más claro, más contundente y decidido.

 

La R.I ha cumplido siete años, y ahora sabe lo que quiere. Ahora hay que expresarlo.

 

Jesús Trejo

 

[1] La cooperativa Cabraca, un minúsculo y luminoso colectivo que se está encargando de recuperar la variedad de cabra del Prepirineo, a punto de extinguirse, y que representa una ajustada versión del estoicismo en el reino animal, fue la que nos acogió, y sus componentes dispensaron sus servicios para el hospedaje de los asistentes. Escuchar la charla de dos de los componentes del colectivo sobre cómo se gestó la cooperativa fue una de las joyas del encuentro que, lamentablemente, no dejó rastro audiovisual pero sí en la memoria. Para más información, cabracatalanadelmontsec@gmail.com.

[2] Hipócrates (siglo V a.n.e.) dedicó una obra precisamente al número 7, del cual decía que es “el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios”. La potente ascendencia de la simbología asociada a este número no es algo baladí, sino fruto de concienzuda observación de los fenómenos naturales, especialmente el del propio desarrollo del ser humano, si bien es cierto que, como corresponde a nuestra esencia racional, se tienda luego a “jugar” con nuestro mundo cognitivo y se acaben mistificando ciertas coincidencias, muchas veces por intereses de control social.

[3] Dado que el pitagorismo genera aun dudas sobre si fue un movimiento elitista o popular, podemos datar el comienzo de la RI hace unos 2000, con el cristianismo revolucionario. Una lectura desprejuiciada de los testamentos, por muy manipulados y tergiversados que estén por la jerarquía estato-eclesiástica, permite rastrear ya la necesidad del doble cambio personal y político y su íntima imbricación para subvertir el poder del Imperio, las Romas de cada momento. En este artículo recojo algunas de las consideraciones que ya advirtieron estos primeros “revolucionarios integrales” a la hora de desarrollar su lucha contra la degradación impuesta desde arriba por el Imperio romano, que hoy son de plena actualidad, cuando la globalización ha extendido ecuménicamente todo su poder inhumano.

[4] El término “per-sonare”, que en primer lugar significaba la careta que se ponían los actores en las representaciones del teatro grecorromano para hacer que la voz resonara más, evoca la íntima relación entre decir y ser, decirse y decidirse.

[5] El libro “Revolución Integral: Manual”, salvo que el autor corrija su título, está en su fase final. La pretensión

de Félix de que dicha obra, aunque personal y propia, tenga un espíritu coral, ha dilatado en el tiempo su

publicación, para incorporar aportaciones del grupo.

[6] En la Parábola del banquete de bodas, Mateo 22: 1-14, se recoge metafóricamente el hecho frecuente que se da en movimientos sociales, donde acuden individuos que van sin motivación ni esfuerzo por aportar, sino simplemente para compartir el momento, para dejarse oír como terapia personal, o simplemente por intentar pescar en el río revuelto.

[7] El equipo coordinador que recogió el guante lanzado en el sexto encuentro, presentó en el séptimo las “Bases de la Revolución Integral”, texto que fue aprobado en la Asamblea como texto constituyente del ideario

analítico/propositivo de la iniciativa, y que saldrá a la luz de manera inminente, previo pequeños retoques formales detectados.

[8] La Reanimación Cardio Pulmonar (RCP) es un protocolo de actuación sanitario de carácter agresivo que se da en

situaciones de extrema gravedad en un herido, que ha perdido la consciencia, el pulso y la respiración. Por otro lado, RCP también es el acrónimo que casualmente coincide con el anterior y que indica Revolución Comunal y Personal, que sería apropiado para nuclear en un mismo término los objetivos de la RI para con nuestra sociedad, que también se encuentra inconsciente, sin pulso y sin aliento.

[9] El fútbol, la música, los programas de televisión, radio, o periódicos, el sistema educativo, la oferta cultural...toda la basura mediática está sustentada con subvenciones estatales directas o indirectas. El falso dilema gustavobuenista de si la telebasura existe porque lo demanda la gente basura o porque hay poderes que la sustentan se vería en gran medida aclarado si se acabaran las subvenciones “públicas” a estos engranajes de violencia mental.

[10] Una sucinta enumeración serían los conflictos entre las grandes potencias para modificar el tablero geopolítico, a modo de guerras locales (Ucrania, Azerbaiyán, franja subsahariana, Taiwán…) preparando un posible enfrentamiento directo, crisis asistencial en los estados de bienestar por el desmantelamiento de las inversiones sociales para concentrarse en la potenciación de lo militar junto a subida de impuestos, crisis alimentarias por escasez de recursos por sobreexplotación de tierras, salinización y agotamiento de acuíferos, crisis sanitarias por depresiones y enfermedades dado el debilitamiento psíquico y físico del ser humano, crisis demográfica con desórdenes migratorios y rapiña entre Estados por hacerse por mano de obra foránea, crisis ambientales con entornos cada vez más tóxicos y degradados, aumento de desórdenes populares como consecuencia del estado de frustración, etc. Cualquiera de ellos servirá de gota que colme el vaso e inicie una nueva escalada de conflictividad enervante.

[11] “En el principio era el verbo...y en el verbo estaba la vida”. Juan, 1:1.

[12] En “La poesía española entre pureza y revolución” de Juan Cano Ballesta, Gredos, p 172.

[13] “Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Juan, 1:14.

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