Barbie, Jenni y otras chicas del montón

Publicado el 1 de octubre de 2023, 11:10

Por Celia Rodríguez

Tiempo estimado de lectura: 15 min

 

Si bien no nos enteramos nunca de nada de lo que de verdad importa, todos hemos podido disfrutar de las dos protagonistas del verano con solo asomar el flequillo por la venta: Barbie y Jeny

 

Barbie: el mayor estandarte de la frivolidad femenina, con diseño hiperbólicamente heteronormativo, eterna oprimida y reprimida[1] por el color rosa, se convierte, paradójicamente, en estandarte del movimiento feminazi y de sus aliades.

 

Jenni: la que pudo ser ejemplo para mujeres y deportistas de ambos sexos y edades, que decidió ser otro juguete roto de la progresía, tirando por tierra los sueños futbolísticos de muchas aspirantes a campeonas del mundo, a cambio, con mucha probabilidad, de un puesto de paniaguada en el vertedero institucional deportivo de turno, con enormes prebendas, faltaría más.

 

 

Barbie, desde un absurdo estereotipado hasta las reflexiones que nadie ha terminado de comprender

 

En primer lugar, quiero aplaudir el metraje como a una completa obra de arte y triunfo de la publicidad. No solo se ha convertido en la película más taquillera del año, logrando que hordas de seres humanos de todo tipo acudan a las salas vestidos de rosa o con detalles femeninos e infantiles. El metraje ha logrado relanzar a la muñeca, la marca, duplicar ventas y, por ende, dar un nuevo impulso a la compañía Mattel, que no atravesaba su mejor momento.

Por otro lado, la aplaudo por poner en evidencia la debilidad del discurso hembrista, puesto que nuestra actual distopía ha llegado a que un Ministerio español dé un toque de atención a una empresa privada por considerar sexista el usar carteles estereotipados. Sin embargo, la aplaudida y odiada obra ha hecho que miles de feministoides de todo el globo hinquen la rodilla ante la indiscutible reina rosa.

 

Así que, contra lo que podríamos haber pensado hace unos meses, Barbie se ha convertido en un rotundo éxito mundial.

 

Pero ¿por qué no iba a serlo?

 

¿Es de extrañar que este icono se convierta (otra vez) en ídolo entre la generación más vanidosa, cómoda y débil? Porque, ¿en qué parte se nos contó a las niñas que la autocaravana, la boutique, el caballo, el salón de belleza, los trajes lujosos o la mansión no son gratis, que hay que trabajarlas día a día y duramente para ganársela?  ¿No es exactamente eso lo que tienen nuestras ministras y todas las altas cumbres de mantenidas por este movimiento (lujos, chalets, coches de alta gama y escolta), solo por sonreír?

 

Porque, al final, por mucha Barbie aventurera, abogada o profesora, lo que subyace es un lujoso materialismo obtenido sin derramar ni una sola lágrima. Es decir, exactamente lo que son todas aquellas que desde sus cúpulas de poder observan a todas esas desgraciadas que se dejan la espalda a diario para salir adelante, para que ellas puedan disfrutar de sus casas de ensueño. Mujeres que no llegarán a presidentas por solo ser Barbie, ni lograrán un Nobel por escribir un libro.

 

¿Quién no querría esa vida fácil que no existe en el mundo real?  

 

Y todo ello representado por el ejemplo físico sobre el que feminazismo vomitaba hasta junio del 2023.

 

Para completar mundo Barbie, no podía faltar un Ken de complemento, personaje que nunca fue el compañero abogado de la profesora. Lo más lejos que llegó fue a novio (sí, novio, pese a que ahora quieran decir lo contrario), surfista o sireno, que ahora sufre el menosprecio por su condición sexual, un ninguneo que se convierte en uno de los pilares del guion.

 

Ante tal irrelevancia, ¿no se levantaría cualquiera antes o después? Pues claro que sí, aunque eso se materialice en una interpretación torpe y desubicada del discurso, y en el error de ejecutarlo a las bravas.

 

Tal y como yo la he entendido, y que conste que es una visión totalmente subjetiva, estamos ante una sátira de lo que es el movimiento feminista, que desde su cúpula de lujo y poder, desvinculado totalmente de la realidad, pretende creer que puede arreglar los problemas reales de las personas, basados en estereotipos falsos[2], puramente inventados o tan malinterpretados como la versión ideologizada del patriarcado. Y estoy convencida que esta es la visión distorsionada de muchas feministóides y jovenzuelos que se han creído las consignas, así como que el ideal de hombre es Ken, el mejor ejemplo de hombre deconstruido.

 

En general, me ha gustado bastante y, aunque reconozco la gran carga ideológica, también pienso que la ataca de manera frontal al mostrar a esas feministas que desde sus privilegios piensan que la realidad es esa, que el hombre es un palurdo que solo está para obedecerlas y que piensan que están salvando el mundo, cuando en realidad son un total y absoluto ridículo.

 

Para mí, la película deja un mensaje reflexivo (susceptible de ser una mera interpretación propia): no puedes cambiar una realidad a la que no perteneces. Espero que sirva como reflexión para nuestra RI.

 

Finalmente, la película nos regala en sus últimos minutos una conclusión no menos adecuada a los tiempos que vivimos, ser mujer es ir al ginecólogo, porque, ser mujer, recordemos es un sentimiento, ideal para el cacareado “Tú puedes ser lo que quieras”, algo que nuestro Antonio de Murcia explica a la perfección en su artículo.

 

 

Jenni la del beso

 

La selección femenina de fútbol gana un mundial, y lo que te tendría que ser motivo de jolgorio, celebración, de aprovechar el tirón para promocionar el fútbol femenino, motivar a jóvenes de cualquier sexo a seguir luchando por el éxito deportivo, se ha convertido en un esperpento de manos de las de siempre.

 

Resulta muy triste ver como se instrumentaliza un logro con fines políticos de la forma más burda. Si no hubiese sido el beso de celebración, se habrían inventado otra forma de hacer el más profundo ridículo, ensombreciendo la victoria para llevarla a su terreno.

 

Aquí lo que menos importa es el deporte. La victoria de la selección es irrelevante, hasta tal punto que no se va a hablar de las campeonas por su mérito; en buena parte, por culpa de las mismas jugadoras.

 

Para colmo, para seguir demostrando que se ríen del equipo femenino en su cara, les restriegan su poca importancia dándole un premio a una influencer en lugar de a la capitana del equipo[3]. ¿Os ha quedado claro ya, chicas, o hace falta que os lo diga con un dibujo?

 

Lo terrible del asunto es el avance de una nueva inquisición que ha decidido arrasarlo todo a su paso.

 

Hemos visto como este feminismo gubernamental, perros de presa de los intereses de los lobbies y políticos, ha dejado de señalar a figuras históricas para revolverse contra ciudadanos individuales a voz pública. Un acto deleznable pero aplaudido por muchos, recibiendo así una falsa legitimidad al linchamiento por parte del poder estatal al ciudadano con nombre y apellidos, sea por que el individuo afectado en cuestión no es ejemplo de nada, sea porque las mujeres seguimos estando muy oprimidas. Y en esta legitimidad mediática es donde se fragua el desastre.

 

A todo el evento hay que añadir la vergonzosa actuación de los terminales mediáticos, que tratan de lanzar a la población a la disonancia cognitiva puesto que mientras todos ven a una chica eufórica riéndose y haciendo chistes del beso de celebración, se empeñan en decir que así demuestra su calvario interior, que está en estado de choque y que no comprende la gravedad de la situación.

 

Y se quedan tan anchos...

 

Y, por último, el maremoto ideológico ha salpicado incluso al intocable fútbol masculino, contra el que no van a poder, pero que había que intentarlo porque, es lo que tienen los líderes patocráticos[4], que no dejan títere con cabeza.

 

Mañana, esas damas que creen que el favor a la sociedad está en defender un argumento desmentido por todos los costados, no saldrán a protestar por el precio del aceite de oliva ni de la luz, y se verán solas cuando sus hijos serán brutalmente señalados por la primera amante despechada, porque los aliades masculinos o de alguno de los otros cientos de sexos no descubiertos hasta el siglo XXI, también están cayendo.

 

Porque todo esto no va de mujeres, pero sí de un grupo de mujeres que da mucha vergüenza y que podrá convertirse en la baza para el renacer de un movimiento machista que pondrá de ejemplo las acciones de estos cuatro engendros para denostarnos a todas las demás.

 

En resumen, esto no es más que la misma frivolidad de Barbie[5], donde lo irrelevante ensombrece a lo verdaderamente importante.

 

Estamos en una España donde se enjuicia a personas inocentes (conducta indecorosa, ser impresentable, pero sin justificación por lo que se le acusa en esta ocasión) y se libera a los delincuentes..., puesto que son delincuentes los que nos gobiernan e inocentes los que pagan el pato.

 

Y esta montaña de contradicciones y traiciones es la realidad feminazista en el verano de 2023, mientras occidente se cae a pedazos.

 

Celia Rodríguez

 

 

 

[1] https://www.larazon.es/espana/20201027/tsrogv2osbfxlc7rs362l3cbsi.html

[2] El comienzo evoca a “2001: Odisea en el espacio”, en el que la Barbie aparece para liberar a las niñas de jugar con muñecos-bebé a ser madres. Supongo que esas siniestras muñecas de porcelana o cartón piedra de trajes de encajes y rizos, con las que jugaban nuestras madres, abuelas y más atrás, forman parte de una ficción creada por machirulos opresores.

[3] https://www.ondacero.es/deportes/futbol/csd-concede-error-medalla-oro-merito-deportivo-influencer-confundirla-capitana-seleccion-femenina-futbol_2023090564f735f25df8e3000100d36e.html

[4] Patocracia: gobierno de personas con patologías mentales. Término acuñado por el equipo de investigación de Andrzej Łobaczewski, como cuenta en su libro “Ponerología Política”.

[5] ¿Estamos en esa etapa que el doctor Łobaczewski denominó “período de histeria” ?, donde la gente es capaz de batirse a duelo a muerte por una mala mirada, mientras que los que avisamos que estamos al borde del precipicio, somos tachados y tratados de catastrofistas: el caldo de cultivo perfecto para que los enfermos mentales (líderes patocráticos) se hagan con el poder, cuando gran parte de la población mira hacia otro lado.

 

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