109 años de la victoria que no fue

Publicado el 1 de enero de 2024, 7:30

Por Celia Rodríguez

Tiempo estimado de lectura: 10 min

 

Cuando era pequeña, mi abuela me contó que el “noche de paz” se refería a que los países en guerra firmaban una tregua para que los soldados pudiesen celebrar Nochebuena y Navidad con sus familias. Durante no pocos años, esta idea me hizo tanta ilusión como los Reyes Magos, ensoñación que, en la inocencia natural que aún hoy me acompaña (para bien o para mal), sobrevivió a la caída de sus mágicas majestades.

 

Cuando entendí que no tenía ningún sentido que, por ejemplo, un país islámico firmase una tregua por una Nochebuena cuya existencia y significado desconocía, también descubrí que el relato no era del todo falso.

 

 

1914

 

En el escenario de la I Guerra Mundial, el Káiser Guillermo II envió decoración navideña y víveres especiales a los soldados alemanes de las trincheras, todo un detalle por parte de alguien cuyos hijos no iban a morir en el conflicto que él mismo dirigía.

 

Frente a ellos, los soldados ingleses observaron lo que podría ser una trampa. Tras comprobar que sus enemigos solo estaban celebrando las fiestas en la lejanía de sus hogares, entre la soledad y la nieve, decidieron imitarles. Finalmente, ambos bandos enfrentados por los ideales de dementes, se acabaron uniendo en uno solo para celebrar la Nochebuena.

 

Entre partidos de fútbol, villancicos, cigarros, alcohol, intercambio de regalos, prendas y un ejemplar acto de humanidad, desterraron por unos días el germen del odio sembrado por otros, y festejaron juntos.

 

Lamentablemente, la celebración terminó. Cuando sus generales y dirigentes decidieron que era mejor el baño de sangre que el tenderse la mano, los volvieron a arrojar a los unos contra los otros.

 

No fue la primera tregua tomada al margen de las órdenes. Ya se había producido alguna en la que ambos bandos pararon los ataques para sepultar a los muertos y retirar a los heridos, pero los días 24 y el 25 de diciembre de 1914 fueron mucho más allá. Pese a la negativa de los dirigentes beligerantes a la petición de tregua del Vaticano y de otros países, los soldados lograron lo que sus comandantes no, demostrando que el rencor no estaba en ellos, sino en aquellos a los que habían dado el poder de dirigirles.

 

Tal vez fuese porque en aquel diciembre brilló una pequeña luz dentro de cada soldado, un destello de cordura, una mirada profunda en los ojos de aquel que se suponía enemigo, o el simple deseo de querer volver a casa y abrazar a los seres queridos.

 

 

2023

 

Hoy, 109 años después,

en un mundo que no ha parado de estar en guerra, deseo que los soldados vuelvan a salir de las trincheras para darse la mano y no regresar nunca a ellas.

 

Hoy,

quiero que miles de millones de personan entiendan que aquellos que negaron la tregua iban a brindar en sus casas con los suyos mientras los soldados a sus órdenes sucumbían a las balas y al frío. Porque, desde la comodidad del propio hogar, para Guillermo II era sencillo agraciar con adornos y migajas a los miles de inocentes que iban a servir de carne de cañón en aras de satisfacer los intereses particulares del káiser.

 

Hoy,

me atrevo a decir que es hora de que comprendamos que no podemos dejar las decisiones sobre nuestras vidas a aquellos que nos desprecian hasta el punto de querer convencernos de que nos debemos dejar asesinar. Porque hoy, lejos de haber entendido esa “Gran Guerra”, seguimos permitiendo que sea otro desde su trono quien decida enfrentarnos hasta que deseemos el exterminio del opuesto.

 

Y hoy, más que nunca,

deseo que entendamos que somos todos lo mismo: hombres, mujeres, seres humanos, padres, madres, hijos, hermanos, familiares y amigos, quienes deseamos estar juntos, abrazar a los nuestros, recibir sonrisas y el calor que solo los humanos somos capaces de darnos entre nosotros.

 

Colaboremos, estudiemos y declaremos que nuestra vida es tan valiosa como la de cualquiera, que no debemos consentir ser triturados por bombas o ideales, que aquellos que desean el poder sobre nosotros solo lo tendrán si se lo permitimos.

 

Es hora de levantarse, de demostrar que la Nochebuena es una fiesta de amor, de amistad, que ensalza la familia y la inocencia, que es atacada porque representa todo aquello que occidente ha decidido aniquilar a causa del fin egoísta de unos pocos.

 

Abandonada la trinchera, pudo ser decisión de aquellos inocentes elegir la fraternidad y no sucumbir, pero no pasó.

 

Hoy la decisión es solo tuya.

 

Es humanidad, es amor y ambas son nuestras armas, usémoslas.

 

¡Feliz Navidad!

 

Por último, quiero dar las gracias al equipo de Virtud y Revolución por este año 2023, que ha marcado un antes y un después en mi vida.

 

Y a ti, como lector y amigo, por acompañarnos mes tras mes, sin ti no sería lo mismo.

 

Celia Rodríguez

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