La democracia que nunca existió

Publicado el 1 de mayo de 2025, 23:09

Por Jesús Trejo

[Tiempo estimado de lectura: 7 min.]

 

Uno de los autores más exitosos en la actualidad, Yuval Noah Harari, se lamenta profundamente de la espiral autoritaria y militarista que están tomando las relaciones internacionales1. Para él, que incide mucho en el carácter imaginario-relatista de la condición humana, se han degradado los lemas que sustentaban el sueño de la democracia liberal, que tanta estabilidad, según él, diseminó por el mundo. Ahora, las nuevas capacidades , la biotecnología y la inteligencia artificial parecen abrir un sombrío panorama a la supuesta libertad individual, de la que por otro lado el autor se muestra escéptico de su existencia, al mostrar el ser humano una propensión a la manipulación y a ser “pirateable”.2

 

Se le olvida matizar a esta mente omnicomprensiva que el mundo al que él se refiere es una sinécdoque donde coge una parte por el todo, puesto que cataloga como mundo lo que se ha llamado Occidente, y que la supuesta felicidad ha sido en realidad una acumulación de mercancías, que ha provocado, a modo de síndrome de Diógenes, una asfixia de las capacidades humanas sutiles, sensibles y profundas en nuestra estancia mundana, por acumulación de objetos materiales estúpidos, banales y que solo estorban al raciocinio, la sensibilidad, emocionalidad y moralidad de lo plenamente humano. Resulta significativo a este respecto que el país que ocupó en 2023 el numero uno de percepción de felicidad era China3, sin que los creadores del estudio quisieran explicar porqué en dicho estado ideal se hayan tenido que poner rejas a las ventanas de sus fábricas verticales y de sus rascacielos para evitar los suicidios por defenestración…

 

Igualmente se olvida de apuntar a esta mente tan analítica, sobre qué hombros reposaba la beatítica quietud del hombre del primer mundo, y que no eran otras que la esquilmación de pueblos y territorios al que se le ha arrancado de cuajo su soberanía sobre las tierras que han sustentado a sus ancestros y su cultura, y propiciando, por ende, el actual drama de la emigración. Con ello el acervo cultural acumulado por civilizaciones milenarias ha sido arrasado, esquilmado, robado, destruido, como invisibles bombas atómicas cotidianas, que han acabado con sus espíritus. Del fin de los cuerpos en el sur global se encargó la llamada por algunos tercera guerra mundial (guerra fría) que se llevó a unos 30 millones de personas en guerras vicarias de las dos grandes potencias entre 1947 y 1990, junto con otra cantidad algo menor provocada por las intervenciones imperialistas de USA siendo ya potencia hegemónica en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Siria, Libia, etc. Todo ello nos obliga a relativizar el estado de quietud y estabilidad con que el autor se permite describir la bonanza de los últimos 70 años. Pero al saldo homicida de esta sacrosanta sociedad liberal hay que añadir las víctimas “colaterales” de la degradación de la vida relacional y medioambiental, con un monto anual actualizado de unos 14 millones de personas sólo teniendo en cuenta la contaminación atmosférica, alimenticia, la siniestrabilidad vial y los suicidios.4

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La democracia por cuya desaparición se preocupa Harari era en realidad precisamente eso, un harapo que escondía de manera torpe la verdadera realidad que ahora se va dejando al descubierto. Un mundo sórdido y apenas habitable. Son los Estados, son sus estructuras profundas, con sus cuerpos militares y económicos los que se han mantenido a cubierto bajo esta ficción buenista, bienestarista y garantista, con el manido mantra del “mundo basado en reglas y en derecho internacional”, que por otra parte nunca han surtido efecto en realidad, como ejemplifica la famosísima resolución 242 de la ONU de noviembre de 1967, aprobada por unanimidad, exigiendo a Israel devolver los territorios ocupados ilegalmente…hasta hoy5.

 

La democratización que ha “sufrido” Occidente ha sido del consumo, no del Poder. Las clases modestas han tenido acceso a los placeres hasta hace poco vedados a los desposeídos, gracias a la esclavización por el crédito, y eso se ha vendido como libertad. Los viajes, los coches, las casas relativamente amplias, que la socialdemocracia planteó como objetivo estratégico para las clases populares, se costearon fidelizando a las clases trabajadoras al salario y al patrono mediante el endeudamiento, donde quedarte sin trabajo ocasionaba el quebranto del placer, y de ahí la mansedumbre y silencio de los movimientos obreros contra el sistema de poder autoritario con ropajes representativos, siempre que éste colmara las demandas salariales. El trabajo sucio de las izquierdas en esta tarea de obsesionar a los asalariados por mejores migajas y evitar mirar las cadenas institucionales causantes de su postración ha sido escandaloso.

 

El pueblo, los desposeídos, han seguido separados de los elementos básicos de la soberanía: la libertad sobre la producción, la capacidad de autodefenderse y la cultura autocreada y autogestionada. ¿Cómo se puede mantener sin que enrojezca el semblante o balbucee la voz que hay democracia cuando para comer debes venderte como fuerza de trabajo y estar a merced de los siniestros intereses productivos de corporaciones multinacionales, cuando no puedes defenderte físicamente de las acometidas de los cuerpos de seguridad del Estado y cuando no puedes crear tus relatos autosustentadores, dejándolo en manos de las industrias del entretenimiento o de doctos universitarios vendidos al discurso del Poder?

 

Todos los corpus constitucionales del mundo “sujeto a reglas” que los defensores del estado de derecho defienden como base del fundamento democrático contiene claúsulas liberticidas, que les facultan legalmente, a las elites, de echar mano de la vía militar y coercitiva en caso de desórdenes que superaran cierto nivel de inestabilidad6. Así que cuando Harari habla del cuestionamiento de la democracia liberal realmente no sabemos a qué se refiere en cualquiera de los dos conceptos, porque tanto la democracia como la liberalidad, nunca han existido.

 

¿Qué nos queda entonces ante las nuevas técnicas ingenieriles de dominio y la nueva realidad prebélica? Nos queda de nuevo la vuelta a la normalidad analógica, a la recuperación de las relaciones personales frente a las virtuales, que pronto van a quedar en entredicho en cuanto se expandan los usos fraudulentos de usurpación de personalidad que facilita la IA, nos queda la vuelta a la solidaridad popular con redes de asistencia mutua, familiar, de amigos, para enfrentar los agravios y penurias que se ciernen en el horizonte próximo. Ante la vorágine de información de la nueva religión que Harari llama dataísmo, nos queda la sensatez y prudencia de la cultura clásica, aun no superada por su claridad y altura de miras en lo que respecta a la vida digna, nos queda la parsimonia de la verdad frente a frenesí de la noticia, nos queda la emoción por la lucha frente al sopor de la saciedad consumista en esta sociedad consumada.

 

Nos queda el peligroso y apasionante ejercicio de la libertad.

 

Así que celebremos que de nuevo se cuestionen los ropajes fraudulentamente democráticos que han sostenido la tiranía de las castas dominantes, y que la caída del relato liberal de las urnas y las leyes, permita que el susurro de la democracia directa por asambleas populares vuelva a resonar desde las ruinas de este sistema enfermo y suicida.

 

Jesús Trejo

 

 

1 “21 lecciones para el siglo XXI” pag 34, ed debate.

 

2 “La paradoja de Harari” Manuel Toscano 18/01/2019 https://www.vozpopuli.com/opinion/paradoja-harari_0_1210080460.html

 

3 “Felicidad global 2023. Satisfacción con la vida alrededor del mundo”, Ipsos, marzo 2023. www.ipsos.com

 

4 “21 lecciones…” pag 181. Respecto de datos de suicidio, véase https://www.consalud.es/pacientes/datos-globales-suicidio_120009_102.html

 

5 https://www.publico.es/internacional/israel-acumula-75-anos-desprecio-resoluciones-onu.html

 

6 Para la constitución española, tenemos el artículo 55 dentro del capítulo quinto titulado sin ningún rubor “de la supresión de los derechos y libertades” (sic), y el art 116, que habla de los casos de alarma, excepción y de sitio, que el gobierno podrá decretar ante desórdenes sociales importantes.

 

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