Israel y Palestina masacran a sus gentes en el altar de la geopolítica
Por Jesús Trejo
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“Ni reir, ni llorar, ni odiar: solo comprender”. Resulta casi imposible suscribir esta famosa frase de Spinoza cuando se sufre directamente el asesinato, violación o pérdida de libertad de familiares, amigos o vecinos, porque la emotividad no permite pensar adecuadamente, y además es la forma psicológica más vulnerable y manipulable por las ideologías y la propaganda. Es la forma ideal en que los Estados quieren mantener a la población bajo su mando, para luego marcar objetivos hacia los que canalizar esa desesperación.
Tanto el Estado israelí como el protoestado palestino han alimentado, desde prácticamente la construcción artificial del primero en 1948, esta situación anímica entre sus súbditos, para tener un “casus belli” constante y usarlo en los momentos más apropiados según los dictados de las potencias a las que sirven de pantalla: USA para los sionistas, Iran-China para los palestinos.
Y sin embargo, hay que hacer el esfuerzo de comprensión, porque si no entendemos las dinámicas del Poder estamos condenados a sufrir su tiranía indefinidamente.
En estos últimos años ha habido un cambio cualitativo en el equilibrio geopolítico, especialmente en la zona de Africa y de Oriente Medio, donde la pujante megapotencia china está jugando un papel cada vez más influyente, con su “ imperialismo dulce”, mezcla de inversiones en infraestructuras, grandes compras de materias primas energéticas e insumos industriales y agrícolas, y poco intervencionismo político, donde lo que hace es ganarse a las elites o a un sector de ellas, dejando convivir (de momento) al otro sector del Estado más inmovilista aferrado al status quo de dominio norteamericano.
Esta forma de socavar la supremacía USA se ve claramente en las alianzas coyunturales que el gigante chino va hilvanando a través de los BRICS, grupo heterogéneo que va sumando más países con diversos y hasta encontrados intereses, que bajo el paraguas protector de Beijing, encuentran puntos en común para sellar alianzas comerciales, logísticas, monetarias y eventualmente, militares. La táctica de este nuevo amo del mundo asiático parece ser la de desgaste y acorralamiento, dado que de momento no parece oportuno el enfrentamiento directo.
En la zona de Oriente Medio, China ha logrado convertirse en el socio preferencial de Iran, y además ha logrado atraer a su influencia a la hasta entonces aliada occidental Arabia Saudí, logrando un acuerdo histórico entre estas dos potencias regionales en litigio suscrito en la capital china. Una verdadera operación en pinza que, de consumarse, dejaría en una precaria y aislada situación al socio norteamericano israelí[1].
En Iran, su posicionamiento, sutil y progresivo, se ha consumado en el último tratado firmado en Abril de 2021, donde se estrechan lazos por 25 años, a nivel de acuerdos comerciales, culturales, militares y estratégicos con la potencia local iraní, enemigo acérrimo de USA e Israel.
Ante esta situación, el eje USA ha movido ficha permitiendo y promocionando una nueva elección en Israel, la sexta, de su alumno más aventajado, Benjamin Netanyahu, en las elecciones de Noviembre de 2022, con un programa que ha cambiado las tornas en la política hasta ahora de contención que mantenía el Estado sionista. “Bibi” Netanyahu cambió el discurso y ahora ha incorporado un programa agresivo y de exclusividad territorial, además de proponer una reforma en el ámbito judicial que facilite al Ejecutivo aplicar medidas cuasidictatoriales sin que tengan que soportar el freno de los jueces a medidas “irracionales”[2], es decir, claramente militaristas y ofensivas hacia los objetivos que les marque la estrategia USA en la zona.
El pasado 1 de Noviembre de 2022, las urnas dieron una vez más el mandato de dirigir el Estado de Israel a Benjamin Netanyahu, por sexta vez. Una mayoría absoluta (64 sobre 120 escaños en el Parlamento sionista, el Knéset) de coalición entre nacionalistas, ultraortodoxos y “mesiánicos”, conseguida gracias a una campaña generosamente sufragada por EEUU (Netanyahu está acusado de trato de favor en los medios de comunicación, los cuales son alimentados por la comunidad judía estadounidense[3]), que se ha planteado como primer paso sancionar via legal los asentamientos judíos en territorios contemplados como palestinos en Cisjordania (Judea-Samaria para los judios), y en segundo reformar la peculiar democracia israelí, haciendo que el poder judicial dependa de la mayoría simple del Parlamento a la hora de emitir una decisión sobre la constitucionalidad de alguna ley. Es decir, que ningún juez del Tribunal Supremo pueda invalidar una ley aprobada en el Parlamento[4].
Esto ha levantado ampollas en el seno de la comunidad judía, y desde inicios del año 2023, Israel está viviendo un activismo convulso jamás experimentado que está horadando los cimientos mismos de la estructura del Estado: el Ejército.
El Estado sionista ha utilizado e instrumentalizado desde su inicio el lado religioso para implantar la obligatoriedad del servicio militar en toda su población, y tener así un reservorio nutrido y motivado para alimentar sus tropas. Una de las razones por las que el conflicto palestino-israelí se ha enquistado durante decenios es precisamente el interés por mantener a un enemigo a las puertas y así justificar el colosal gasto de defensa y de ayuda norteamericana que tiene Israel. Todas las restricciones y el bloqueo inhumano hacia la población palestina que sobrevive en la franja de Gaza (Judea-Samaria para los israelitas) se mantienen para enervar a la población allí recluida, exasperarles y potenciar la cantera de individuos destrozados emocionalmente, carne de cañón para ser reclutados por la primera organización que les dé un arma y una posibilidad de venganza, tras decenios de vejaciones, privación de elementos básicos, y matanzas de familiares, abuelos, jóvenes y niños en incursiones aéreas o terrestres.
Sin embargo, con las nuevas medidas claramente presidencialistas dictatoriales que quiere implantar el nuevo gobierno, y que son debidas a la reestructuración del Estado israelí exigida por USA para encarar la presencia de China en el ya viejo enemigo iraní, la sociedad judía ha empezado a
protestar. Cansada igualmente de vivir en un estado de ansiedad prebélica, un importante sector de la ciudadanía ha comenzado a manifestarse, tomando todos los sábados la calle Kaplan (el epicentro de Tel Aviv) para rechazar especialmente el golpe de mano sobre la democracia judía. Estas muestras de desaprobación han comenzado a minar el prestigio de la institución estatal por excelencia, el Ejército, y ha habido roces y desavenencias entre colonos y fuerzas militares, y esto se ha notado especialmente en el seno de las fuerzas aéreas, su columna vertebral (con su flamante F 35 de última generación), que con un 60% de sus efectivos voluntarios, ha visto cómo mitad de estos reservistas han suspendido su reincorporación de nuevo al ejército”[5].
Ante esto, Netanyahu, el político prestidigitador, necesitaba imperiosamente un aglutinador social, un shock de los que Naomi Klein nos ilustraba en su libro, que son incitados desde las cúpulas dirigentes para luego, en el caos, erigirse como salvadores. Los bomberos pirómanos.
Esta es la situación previa al ataque de Hamás.
Los preparativos de Hamás para hacer una incursión sangrienta y feroz, y así congraciarse con la población de la que se reclama su valedor, los palestinos, era de todos sabido. Las advertencias de Egipto a los servicios secretos, y de los avisadores oficiales que el superpotente Estado telemático israelí tiene diseminados por la zona fueron abrumadoras. Netanyahu dejó hacer[6], justo además en el momento en que se celebraba un megaconcierto de música electrónica con una gran diversidad de individuos de diferentes nacionalidades. La ocasión la pintaban calva.
Con el ataque de Hamás, grupo profundamente islámico en su trato con la población infiel (o sea, despiadados) Netanyahu tenía la oportunidad de cerrar filas en torno a su política anexionista, de excusarse por sus métodos expeditivos con la población palestina cisjordana, ante una comunidad internacional que habría sufrido bajas entre ciudadanos jóvenes que acudían al festival, y callaría igualmente a los díscolos judíos buenistas de izquierda, parte de los cuales viven como colonos en las cercanías de la franja de Gaza, que reclamaban negociaciones con la autoridad autoimpuesta palestina y una solución acordada dentro del derecho internacional, y que serían igualmente masacrados por la incursión de Hamás en un sangriento baño de realidad.
Por eso Netanyahu bajó las defensas justo ese día en que todo confluía a su favor, y dejó que Hamás masacrara impunemente a cuantas personas y animales encontraran al paso, dejando un reguero de muerte y desolación. Sólo para justificar el reforzamiento de su ejército, de su Estado, y de su valedor imperialista, EEUU.
Por su lado, Hamás, en realidad Hezbolah, en realidad Irán y por supuesto, China, tenía interés en ir dando sustos al hasta ahora todopoderoso enemigo sionista, por un lado para ir testando su capacidad de reacción, pero sobre todo para justificarse políticamente ante “su” población, la palestina cisjordana, que vive en la miseria, mientras los hombres fuertes de Hamás viven holgadamente cerca de la costa, bien pertrechados de víveres y placeres, lo que ha llevado a su progresiva desacreditación ante el pueblo palestino en beneficio de otras formaciones más beligerantes. Por eso ahora, cuando Israel lanza bombas indiscriminadas en el corazón de una capital hiperpoblada, sólo mata al pueblo palestino y no a sus autoencumbrados dirigentes. Por eso Hamás masacra a su “pueblo” vicariamente, dejándole indefenso ante la ofensiva sionista, mientras ellos escapan o se resguardan en búnkeres VIP.
La compleja situación en que actualmente se mueve la geopolítica solo nos permite hacer especulaciones sobre el verdadero propósito de estas acciones y su posterior respuesta y eventual desarrollo de los acontecimientos, pero lo que sí podemos asegurar es que serán de nuevo los pueblos, las gentes comunes, las que sufrirán los efectos de la estrategia de los Estados contendientes. Por eso, la respuesta será siempre denunciar y combatir las estructuras de Poder y todas sus instituciones, rechazar el dualismo maniqueo que el dúo izquierda-derecha impone entre la gente para eximir a los Estados de las masacres, y animar al pueblo palestino y al israelí a encontrar en la solidaridad horizontal formas de autogestión y de autogobernanza, y que ante las prebendas que nos pueda ofrecer el ente Estatal asesino, contestemos lo mismo que el filósofo cínico Diógenes cuando el ufano conquistador Alejandro Magno le preguntó si quería algo: “Sí, apártate, me impides ver el Sol”
Jesús Trejo, octubre 2023
[1] No obstante, casi simultáneamente, el príncipe saudí Bin Salman inició negociaciones con Israel con la mediación norteamericana, tratando con ello de “nadar y guardar la ropa” y congraciarse con las dos megapotencias, para poder así suscribirse a los acuerdos de Abraham, auspiciados por Israel como puerta para ejercer influencia en la zona. Hay un ambicioso plan de Estados Unidos para mantener bajo control la zona, y es la union estratégica entre Israel y Arabía Saudí, formando un gran corredor económico que uniría India, Oriente Próximo y Europa, en previsión de que la zona del Pacífico sea el eje decisivo en las próximas décadas.
[2] Según el principio de “razonabilidad”, el Tribunal Supremo puede derogar una ley aprobada en el Parlamento que se extralimite y no tome en cuenta la relación costo/beneficio general, o que sean parciales en los efectos hacia una determinada parte de la ciudadanía. Obviamente, todas las medidas claramente agresivas o de injerencia en otros territorios o Estados perfectamente violarían este principio.
[3] Los conspiracionistas, tan ávidos en preservar la buena imagen de árbitro neutral del Estado, achacan las acciones antipopulares de los gobiernos a lobbies o grupos de presión megapoderosos con tanto poder que son ellos los que mandan sobre las estructuras “democráticas”, y de ahí que éstas estén deformadas. Esta versión aplicada al caso judío aduce que el sionismo es el Mal, y que forman una perversa secta que controla el Mundo. En realidad, lo que se ve es que las acciones del gobierno sionista siguen religiosamente las consignas de su gran hermano, EEUU. Que haya personas en las elites norteamericanas que profesen la religión judía no implica que formen un lobby, más bien lo que indica es que las altas estructuras del Alto Mando estadounidense utilizan las creencias religiosas de ciertas personas que lo componen para ser interlocutores respetados en los distintos escenarios donde ejercen su dominio.
[4] Para las visiones estrechas parlamentaristas, lo que buscaría el primer ministro Netanyahu con este golpe supremacista del poder ejecutivo sobre el judicial sería evitar su encausamiento penal que desde 2018 mantiene por
corrupción, fraude y abuso de confianza por la que se pide una condena de 13 años. Sin embargo, esta visión estrecha y legalista ha demostrado ser un falso problema para todos los delincuentes políticos de gran bagaje, porque pueden dilatar lo que quieran el enjuiciamiento, y luego cambiarlos por arrestos domiciliarios cuando están tan viejos que no pueden ya moverse a ningún otro sitio.
[5] Rebelión histórica en Israel”, Le monde diplomatique, octubre 23.
[6] El sistema antimisiles “cúpula de hierro” eficacísimo, dejó de funcionar eventualmente en ese día, al igual que el sofisticado cordón militar que rodea toda la franja de Gaza (drones, sensores de movimientos, puestos de reconocimiento, etc). Además, el Festival de música electrónica decidió cambiar su ubicación y colocarse muy cercano a la franja, y extrañamente bastante cerca de una base militar que no acudió a socorrer ante el ataque recibido, que en general tardó unas seis horas en hacer acto de presencia.
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