Sobre héroes y villanos: la sentencia a José Lomas

Publicado el 1 de mayo de 2024, 10:30

Por Celia Rodríguez Franco

Tiempo estimado de lectura: 8 minutos

 

En el verano del 2023 nos sorprendieron con una noticia: Daniel Sancho, nieto de Sancho Gracia (protagonista de Curro Jiménez) había descuartizado a un cirujano después de su muerte. El primer alegato fue que había sido una muerte accidental, que habían discutido y el cirujano se había golpeado con el lavabo muriendo en el acto. Posteriormente, la autopsia demostró que sí se había llevado el golpe, pero que había muerto porque el influencer lo había degollado antes de descuartizarlo y esparcir sus restos por diferentes puntos de la isla.

 

Sin ánimo de juzgar a nadie, quiero recordar que antes de la llegada de “su amigo” cirujano al país, Daniel había comprado los cuchillos y productos de limpieza que usó con posterioridad para deshacerse del cuerpo.

 

¿Por qué lo hizo? Según cuenta, el cirujano Edwin Arrieta lo extorsionaba y él se sentía preso.

 

Para los terminales mediáticos que imperan en nuestro país, Daniel es una víctima, un pobre chico (omitiendo que es rico y famoso [1]) que estaba desesperado por salir de su situación.

 

 

En verano del 2021, José Lomas encontró de madrugada a un desconocido que intentaba entrar en su casa con una motosierra. El anciano cogió su escopeta y disparó dos veces, primero, tratando de disuadir al desconocido y el segundo, sobre el desconocido, pues no lo había disuadido con el primer disparo. Posteriormente, José entró en su casa, volvió a cargar la escopeta y volvió a disparar.

 

Al parecer, Nelson David, quién contaba ya con 36 detenciones por diferentes motivos, murió en el acto tras recibir uno de los impactos. Cuando José vio que el desconocido no se movía, llamó a las autoridades.

 

José tenía miedo y la determinación de defender su vida de una amenaza. Cabe recordar, que la tarde anterior ya había tenido que echar a un extraño que merodeaba por su finca.

 

Para los mismos terminales mediáticos, José es un asesino... Alguien que disparó a sangre fría innecesariamente sobre un extraño, sin que el miedo o la necesidad de proteger vida u hogar, sean motivos justificados.

 

José Lomas ya tiene sentencia: seis años y tres meses de cárcel, y una indemnización a la familia de más de 150.000 euros. Sin embargo, hay quien entiende la postura de José y no termina de comprender por qué se le sentencia de manera tan dura.

 

A estos últimos les quiero explicar que José no está siendo juzgado por quitar la vida a un delincuente reincidente del que era fácil (lamentablemente) prever su fin. El crimen por el que se juzga a este señor, con juzgado popular (todo sea dicho), es por haber cometido uno de los crímenes más terribles que se puedan cometer en nuestro país: quitarle al Estado la exclusividad de ejercer la violencia.

 

A papá-Estado no le importa ni la vida de sus jóvenes ni la de sus niños, a los que expone al consumo de drogas y medicamentos experimentales, ¿le va a importar un pobre delincuente? Un Estado capaz de llevarse por delante a quién quiera cuando quiera, ¿de verdad considera que un octogenario es un peligro?

 

Lo que no puede soportar nuestro todopoderoso Estado es que nos tomemos la libertad de defendernos, por eso su castigo debe ser contundente y ejemplar. Hasta tal punto que, si logras defender tu hogar, porque te importe más la vida de tu familia y la tuya propia, anteponiéndola a la de un desconocido con una motosierra, es la misma justicia la que te va a arrebatar, no solo tu libertad, sino el patrimonio y la dignidad que no te ha quitado el delincuente.

 

Sea como sea, tú vas a perder, y si decides defenderte más allá de lo que el Estado quiera hacer por ti, el delincuente eres tú.

 

La vileza del discurso llega a tal extremo, que los terminales mediáticos al servicio del poder ponen de víctima al que se defiende de una extorsión descuartizando a su víctima, y criminaliza al que defiende su hogar y llama a las autoridades en lugar de tratar de deshacerse del cadáver.

 

He llegado escuchar desde estas armas de destrucción de mentes pedir la libertad para Daniel, mientras se horrorizan de la defensa propia de José.

 

 

Omnipotente papá-Estado

 

Una de las cosas más valiosas que he aprendido escuchando a Antonio Hidalgo, y no son pocas, es que no podemos hablar de democracia mientras el Estado tenga el monopolio de la violencia. 

 

Si bien los mismos cuerpos de seguridad del estado (no del ciudadano) también tienen muchas restricciones a la hora de poder defenderse, cuentan y usan sus propias estrategias para atacar cuando quieren o cuando se les manda.

 

El mejor ejemplo de esto es el de infiltrarse en las manifestaciones para justificar la carga y disolución. Esto pasa en todos los rincones del planeta y en cualquier tipo de régimen.

 

En Estados Unidos siempre se presenta la tenencia de armas como un problema, como algo que se debe abolir, y así no hay año que no haya una matanza de inocentes en un colegio o centro comercial. Sin embargo, los agresores están muy lejos de ser ciudadanos corrientes que tienen armas para defender a sus familias y a sí mismos.

 

Este ejemplo es repetido en España hasta la saciedad para justificar el porqué las armas deben estar prohibidas. Sin embargo, nunca ponen de ejemplo a Suiza, donde también es fácil tener armas y no suele pasar nada.

 

Que el pueblo esté desarmado, facilita mucho la labor de dominio por parte de los poderes públicos y de los mismos agentes de seguridad.

 

Si el pueblo tuviese la mínima oportunidad de defenderse, tal vez se lo pensarán dos veces antes de atacar gratuitamente a los ciudadanos inocentes. Los señores agentes saben que el ciudadano está convencido de que los necesita para arreglar sus problemas y que los cree superiores, por eso se toman libertades como poner luces para saltarse los semáforos en rojo, una nimiedad con la que a ti se te caería el pelo.

 

Los respetados miembros de los cuerpos de seguridad están para defender a los amos del pueblo, no al pueblo de la delincuencia.

 

Al hablar de armas siempre pensamos en las armas de fuego. Sin embargo, los protagonistas del Dos de Mayo atacaron a los invasores franceses con agujas de croché y macetas. El no saber defendernos es una cuestión que parte más de la educación adoctrinadora que de la falta de armas de fuego.

 

Como seres humanos, al igual que cualquier ser vivo, tenemos el instinto y la legitimidad de defender hogar, familia y la propia vida. Y con esa legitimidad, nace la obligación de aprender a hacerlo y la responsabilidad que eso conlleva.

 

Celia Rodríguez Franco

 

[1] No tengo nada en contra de su posición social, solo lo traigo porque desde su situación tiene capacidad para resolverlo de otras muchas maneras, sin necesidad de recurrir al crimen. 

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