Bases de qué, bases para qué

Publicado el 1 de marzo de 2024, 11:05

Por Antonio de Murcia

[Tiempo de lectura estimado 15 min.]

 

 

Se puede resumir esquemáticamente así:

 

  • Personas que aspiran a cambiar de raíz el sistema social se juntan con otras sobre la base de enfoques en principio afines. Desde el año 2015 se organizan encuentros donde confluyen gentes de muchas partes de Iberia con diversos bagajes, diferentes trayectorias vitales, heterogéneas sensibilidades, muchos con la inspiración de la lectura de los textos de Félix Rodrigo Mora, otros no1, pero todos con la intuición de compartir una visión común de las líneas rectoras del cambio necesario. A tal visión compartida la llaman desde el principio (no sin debate) revolución integral (o transformación integral).

  • Ponen todo eso en común para comprobar si tal afinidad es consistente o no.

  • En el diálogo entre iguales se debaten cuestiones de todo tipo: mayores y menores, esenciales y accesorias, históricas y actuales, teóricas y organizativas, materiales y espirituales…

  • En sucesivos encuentros se van sumando participantes, otros se apartan.

  • Alcanzada cierta coherencia, se considera oportuna la redacción de un texto (un manifiesto) que refleje de manera precisa el carácter del grupo constituido.

 

 

LAS BASES CLARIFICAN UN MOVIMIENTO

 

Las Bases para una Revolución Integral son una obra colectiva. La redacción ha estado a cargo de un grupo numeroso de voluntarios que, además, han tomado en cuenta cientos de sugerencias de todos aquellos que se han esforzado en aportar algo. El trabajo de condensar en un texto tan ingente contenido ha tenido que ser ímprobo, pues ha sido ejecutado con honestidad.

 

Las Bases pretenden cumplir dos funciones: dotarnos de cohesión interna en torno a las nociones básicas expuestas y, por otro lado, difundir un pensamiento claro a otros agentes de cambio social. Lo primero hace posible crear una estructura con capacidad operativa; lo segundo nos acerca a los que comparten alguno de los aspectos esenciales y, al contrario, nos distancia de corrientes con las que hay diferencias insalvables.

 

Las Bases para una Revolución Integral es un manifiesto extenso. Se ha sacrificado la brevedad en aras de la claridad descendiendo a bastantes detalles con el fin de evitar ambigüedades propias de un texto más corto en el que no cupiera abordar ciertos temas. Así, las Bases contienen análisis y principios y propuestas. Un escrito breve y general lleva consigo el riesgo de suscitar un consenso falso. Por contra, el riesgo de un escrito relativamente detallado es que cuanto más contenido se añade más probabilidad de discrepancias hay. Los desacuerdos pueden ser livianos y consistir simplemente en rechazo a algunos términos o formas de expresión; o bien tratarse de objeciones de más calado, como disconformidad con análisis, propuestas, o nociones filosóficas.

 

Lo más inmediato a la hora de considerarlas es reparar en que son fruto de la hora actual, un punto de partida para arrancar un movimiento capaz de confluir con otros; no un dictamen cerrado sobre la sociedad futura, la cual pertenece a los tiempos que vendrán. Tomarlas como la doctrina definitiva conduce a convertirlas en una jaula ideológica —excluyente, por tanto— de uno de tantos minúsculos grupos enrocados sobre sí mismos.

 

Así como ninguna obra humana puede ser perfecta, ningún discurso —así fuera redactado por los más profundos filósofos del mundo reunidos— podrá recibir la aprobación completa en todos sus aspectos y términos. Intervienen en esto las legítimas diferencias individuales, que provienen de la inevitable diversidad de gustos, fobias, formación, experiencias, prejuicios, estilos y hábitos personales. Creo que nadie pretende un consenso total con cada idea, cada frase y cada término. No es esa la pretensión de las Bases, no hace falta tanto. Se han hecho un esfuerzo grande por definir y por aclarar, no para separar, y por determinar lo que nos une a otros movimientos y lo que no. Cada cual ha de decidir si estas Bases reúnen los elementos esenciales como para merecer su adhesión; y ello en razón de si sus valores preferentes están recogidos en ellas o no lo están. Los puntos menos importantes deberían quedar al margen de tal decisión. Seguramente pocas formulaciones reciban una aprobación unánime de todos, pero también es seguro que todas satisfacen a algunos.

 

 

LAS BASES NOS CONVOCAN A UN EMPEÑO COMÚN

 

La función esencial de este movimiento es combatir por la desaparición del Estado español y del estado en general y por la liberación de los pueblos y los individuos. Los medios de lucha propuestos son acordes con tal fin. Así libertad contra coerción, democracia directa frente a jerarquía y cooperación en lugar de explotación son cimiento de la sociedad comunal pretendida. En mi caso particular esos son los principios en los que se fundamenta mi adhesión.

 

A lo largo de los encuentros anuales han surgido debates, más o menos formales, sobre varias cuestiones de mayor o menor importancia, según la valoración que cada uno les diese. Polémicas sobre “vacunas”, “conspiracionismo”, “espiritualismo”, “feminismo”, “pacifismo” y otros, han sido motivos para que algunas personas se aparten de la RI con la sensación de que se descalificaba de forma dogmática sus ideas, con una crítica de trazo grueso, por ser demasiado colaboracionistas o insuficientemente revolucionarias. Ciertamente estas cuestiones son de importancia política y ciertamente tales “corrientes” son susceptibles de servir al poder, pero creo que no ha habido lugar para una discusión serena en la que se diriman estas cuestiones; discusión serena por la que personas con esos diversos talantes, pero con vocación revolucionaria, encuentren en la RI su ámbito de actuación. Un equilibrio difícil, sin duda, entre una definición suficiente, honesta y clara, y una apertura cordial a todo el que combata de buena fe por las aspiraciones compartidas.

 

Un ejemplo paradigmático de controversia que no debería suponer por principio una ruptura es el “pacifismo”. No voy a pretender agotar aquí el tema (para mí falsamente conflictivo) pero sí recordar algunos puntos básicos que sirvan para mantenerlo dentro de quicio.

 

Desde una perspectiva humana, todos sabemos que la guerra es el horror. Y me atrevo a afirmar que la gente corriente de todo el mundo quiere básicamente lo mismo: vivir en paz, que los hijos crezcan sanos, desarrollar la vida…

 

A nivel político, entendemos que el armamento es un negocio destructor de vidas y que las guerras entre Estados son la expresión más trágica del dominio sobre los pueblos.

 

Y, en términos prácticos, podemos coincidir en que un pueblo pobremente armado no tiene nada que hacer frente a un Estado con armamento tecnológico de potencia mil veces superior. Contestar con armas a un agresor así sería una locura suicida. Pero, ¿y si se da una situación concreta de crisis, contradicción o descomposición estatal, en que la debilidad del Estado iguala las fuerzas. ¿No podría servir entonces la defensa armada frente a agresiones menores o sabotajes? Con armas precarias se levantó (1994) el pueblo de Chiapas contra el mafioso estado mejicano, y, más recientemente (2011), los indígenas de Cherán (Michoacán) en defensa de sus tierras comunales, su supervivencia y su modo de vida.

 

Aceptamos que la violencia es un mal e incluso valoramos la mansedumbre como una virtud. Pero una virtud, para ser virtuosa, debería tener el límite de no contribuir a la aniquilación del virtuoso. Jesucristo nos animó a poner la otra mejilla si nos abofetean, pero ni siquiera Él nos mandó volverla a poner si nos pegan por segunda vez.

 

El apartado de las Bases (cap. 17) referido a este asunto no es más que la vindicación del derecho del pueblo a defenderse. Es cierto que esto no puede conciliarse con un pacifismo que niegue tal derecho apelando a la no-violencia como axioma político, mientras permanece impotente, de hecho, ante el monopolio de la violencia por parte del estado.

 

Más discutible es, por ejemplo, la frase en 17.12 en el sentido de que todas las personas “deben” participar en la autodefensa. Yo la entiendo, más que como mandato que viola la libertad individual, como un criterio moral, una aspiración loable. Máxime cuando el parágrafo 17.8 parece contradecirla afirmando que el pueblo establecerá una ética para el uso de la fuerza, que estará basado en la moral y que el consejo en pleno lo autorizará. Pues muy bien podría el concejo soberano autorizar una suerte de objeción de conciencia…

 

En todo caso, ¿para qué vamos a estar gastando ahora dialéctica fina discutiendo sobre situaciones hipotéticas? Podemos tranquilamente aplazar la discusión para debatir en esa asamblea futura del concejo del pueblo en la que todos tendremos voz.



LAS BASES ARTICULAN LA RI

 

Como sabemos, la RI es un movimiento, no un partido. Estas Bases expresan el mensaje de un grupo esencialmente asambleario que, como tal, tiene como principio nuclear la libertad, que incluye participación y creatividad. Todo el poder en la RI está en la asamblea, donde cabe a la vez el máximo respeto a la autonomía individual.

 

Sería absurdo eternizarnos en bizantinos debates teóricos cuando hemos hecho tan poco como organización. Una vez establecidas y difundidas las Bases, los Encuentros deben quedar cohesionados alrededor de las mismas, como vínculo que son entre los participantes. Los encuentros resultan así conformados como asambleas, capaces de organizar acciones de mayor impacto social.

 

Para hacer de la Asamblea un órgano con más capacidad operativa es preciso, a mi juicio, aplicar dos sencillas medidas:

 

  • Que los encuentros anuales pasen a configurarse como Asamblea formal.

  • Que los miembros decisorios en la Asamblea sean quienes respaldan la Bases con su adhesión. Dicha adhesión puede registrarse simplemente informando por medio de la convocatoria del próximo encuentro de que la solicitud de asistencia al mismo implica una declaración expresa en ese sentido. Por supuesto, es deseable la presencia de observadores invitados, aunque sin derecho a decidir.

 

Esta asamblea debemos entenderla como órgano de una comuna, por muy dispersa que sea. Nuestra asamblea debe ser imagen y escuela de aprendizaje de la asamblea comunitaria que deseamos. La Asamblea así constituida tendrá la capacidad efectiva de proponer, aprobar y crear grupos de trabajo (llámense fraternidades, comisiones, etc.) y determinar la misión o tarea encomendada. Es coherente con el talante de la RI que las comisiones sean abiertas (como hasta ahora), es decir, que cada miembro de la asamblea tenga la libertad de integrarse o abandonar una comisión en todo momento, naturalmente previa comunicación a los demás componentes de la misma. Es consecuente que cada comisión se organice de forma autónoma (como hasta ahora) para llevar a cabo la labor encomendada. Y es elemental también, por supuesto, que rinda cuentas anualmente ante la asamblea. Un resultado pobre (inactividad, ausencia de voluntarios, etc.) será simplemente el indicador real de la falta de energía de la RI en esa faceta; y esa realidad no puede cambiarse mediante propuestas, normas, deseos o voluntarismo.

 

Esta forma organizativa combina la libertad de cada uno y la responsabilidad de todos. A mi juicio es una forma sencilla de organización adecuada al momento en que estamos. Creo que hace innecesaria una estructura interna más compleja con estatutos (puesto que las Bases ya cumplen esa función), enunciado de normas (salvo las que la Asamblea disponga para su funcionamiento) y nombramiento de cargos. Estimo que ahora solamente nos hace falta la asamblea y sus comisiones o grupos de trabajo.

 

 

LAS BASES SON UN CORPUS VIVO

 

Sin duda, la RI debe ser un ámbito abierto a la crítica y al debate constructivo si queremos desarrollar un pensamiento vivo sobre la realidad. Es natural pensar que, con el tiempo, el documento de las Bases requiera retoques, y que sea oportuno pulir, precisar, adaptar, añadir o quitar y, en definitiva, mejorarlo. Creo que el riesgo de que unos eventuales cambios vayan a desvirtuar su contenido es mínimo, y en todo caso vale la pena correrlo pues no se pueden eliminar los peligros propios de la cosa viva sin convertir lo protegido en un cadáver. Y además, quienes lo adoptan ahora como herramienta de trabajo están sin duda capacitados para mejorarlo sin volverlo inútil.

 

En el breve espacio del encuentro anual no parece pertinente dedicar demasiado tiempo y energía a esta cuestión teórica de reforma de las Bases cuando tantos frentes requieren todo nuestro esfuerzo, pero sí se debe reservar un rato para las propuestas que pueda haber. Para poder resolver ágilmente las cuestiones habría que establecer un método eficiente, análogo al que sigue:

 

  • con antelación a la asamblea, los asistentes deberían conocer las mociones, las cuales

  • deberían estar formuladas en sus términos definitivos y exactos, de manera que

  • el debate pudiera acortarse (si el reloj apremia), no siendo imprescindible para la

  • aprobación o no de la propuesta literal sometida a votación.

 



UNA REFLEXIÓN FINAL

 

Creo indispensable propiciar la máxima unidad posible en la acción revolucionaria bajo los postulados de la RI. La parte más superficial del ser humano es la mental, las ideas, pero discutimos de ideologías y olvidamos al ser humano concreto, del que muchas veces oímos lo que dice y no lo que quiere decir. Los temas son abordados casi en exclusiva desde la perspectiva política; tendríamos que confiar más en nuestro fondo humano. Aspiramos a alcanzar la verdad, pero nuestras capacidades con limitadas; sólo juntos podemos complementarlas. La tendencia a la exclusión y a la auto-exclusión es un despilfarro de energía. Para crecer en fuerza es preciso admitir y acoger las rarezas, pues todos somos raros. Para mí, el límite son los comportamientos ofensivos.

 

Todos somos pobres en virtudes y ricos en defectos. No son nuestras virtudes lo que nos va a unir, sino nuestras taras: los defectos del uno los compensan, contrarrestan, equilibran y moderan los del otro. No andaremos el camino revolucionario porque seamos buenos, sino porque estemos juntos, aprendiendo unos de otros, distinguiendo con otros lo bueno de lo malo, reconociendo lo que somos en el espejo de los demás. Son pocos los compañeros con los que se puede recorrer todo el camino, pero son muchos más con los que es posible recorrer un trecho.

 

Dicho así, hasta a mí me suena de una cursilería pueril.

 

¿Es el que escribe un ingenuo? Sí.

 

 

 

Antonio de Murcia, 24 febrero ‘24

 

[Consultar: Bases para una revolución integral, capítulo 17, La necesidad de autodefensa]

 

 

NOTAS

1 Sin embargo, todos tenemos una deuda grande de gratitud a la obra de FRM por muchos motivos. Tal vez uno de los más importantes es habernos ayudado a concebir la lucha histórica popular libre del lastre de las ideologías (tanto “burguesas” como “proletarias” como “culturales”) que, prometiendo la liberación, redoblan la esclavitud en la misma medida de su éxito. Asimismo, los estudios sobre la historia comunal en los pueblos ibéricos son referente a-teórico y vivo de la vida posible del pueblo sin Estado.

 

 

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