Vivir, ¿merece la pena?

Publicado el 1 de mayo de 2023, 10:39

Por Jesús Trejo

 

Cuando Pedro Salinas llegó a Estados Unidos al exiliarse, un dia paseando por la Gran Manzana hizo un poema inspirado por los carteles de neon que iba encontrándose. “ Nocturno de los avisos” es una poesía aguda e incisiva, hablando de la dictadura de la Norma y su rígida estructuración que ahoga la esencia alada del espíritu; versos con gran ironía, como éste, aprovechando la publicidad de una conocida marca de tabaco:

 

“Lucky Strike, Lucky Strike. ¡Qué refulgencia! / ¿Y todo va a ser eso?”

 

Al parecer, sí. Todo va a ser humo. Esa ha sido hasta ahora la propuesta que el Poder actual, remozado por la modernidad, ha dado a sus sometidos: nicotina e ilusiones, “el sueño americano”, luz de gas.

 

“Metro, boulot, dodó, tout les jours la meme histoire”, el aforismo popular francés resumía la triste vida de los desposeídos en la “Ciudad de las luces” de Occidente,  edulcorada y anestesiada con rapé, alcohol y opiáceos, o bien estimulada para la producción y la superación de su “elan” con anfetaminas y derivados, esa triste y sórdida existencia es la que hoy arrastramos. Y aun todavía el feminismo, tan devoto y acrítico con la incorporación masiva de la mujer a esta rueda sisífica, consigna y propaga esa degradante situación como un derecho:  llegar a casa, sola y borracha.

 

Porque la cuestión de la profunda desesperación está causada fundamentalmente por la ruptura de vínculos comunitarios (con el entronamiento de la soledad, dirigida desde arriba) y por las devastadoras condiciones del salariado contemporáneo, tanto en el número de horas, como en las condiciones de stress psíquico y demencia operacional en las que se desarrolla el trabajo, que lleva  a los trabajadores a atrofiar sus sentidos y su capacidad reflexiva, y a ser consumidores de cualquier sustancia que les sustraiga unos minutos de esa  asfixiante degradación de su dignidad.

 

Lo que está en juego aquí es el elemento esencial  de la especie homo: El logos, la capacidad de recrear imaginativamente el mundo de manera compartible,  componente innato propio y único de nuestra especie, que demanda compañía para ser realizado, y a su vez la compañía retroalimenta el logos, en tanto exacerba y estimula los componentes lógicos, emotivos, viscerales, morales o estéticos de cada miembro del grupo. Esa reciprocidad simbiótica se ha plasmado en la creación del ámbito de la Cultura popular , de las lenguas (cada una expresando un logos grupal), y de la moral, en tanto expresión de la búsqueda del bien, de la verdad o de la belleza en cada entorno local fraternal.

 

Las condiciones actuales del trabajo y las políticas de aislamiento social junto con la imposición hasta ahora de la filosofía hedonista y frívola han doblegado esta capacidad de estar en el mundo de manera creativa, extática, amorosa. Educados durante años en hacer lo que se nos ordena,  ahora todo sale forzado, sin ganas, sin “entusiasmo” (=estar poseído por la divinidad).

 

El binomio Estado-Capital impone al 90% de la población el lema “vive para trabajar y pagar impuestos”, mientras por otro lado se genera una disonancia cognitiva con el atronador mensaje consumista y sibarita, tipo “busca la felicidad y diviértete hasta morir”. Entre medias, la persona enmudece, se queda sin logos, sin habla,  y por tanto deja de ser “persona” (per-sonare). 

 

Esa fractura en el seno del ser humano del logos, con el dominio del absurdo y lo estúpido en el trabajo,  lo disonante en lo mental y esa falta de compañeros impuesta por la sacralizada Soledad, es la que está talando las bases del hombre, lo está dejando sin cultura, sin base donde asentar con firmeza sus ideales; y si la vida psíquica se hace endeble, los ideales se convierten en opiniones, en ideas fatuas y espureas, dejadas a merced de los directores de opinión con sus megáfonos 2.0, y el “soft power”.

 

Esta no es vida para un ser humano.

 

Porque al acabar con el logos para alimentar la insaciable voracidad de Poder y control de unas elites detentadoras de la propiedad y la producción, se atenta contra las bases mismas de equilibrio mental y estructura psíquica del ser humano. Hacer que esta propuesta maquinal e inhumana de vida sea aceptada como vida cotidiana es el gran triunfo de las elites y su megamáquina estatal. “La barca del amor/se ha estrellado contra la vida cotidiana” escribía Mayakovsky antes de descerrajarse un tiro en el corazón, viendo que su pretendida patria del proletariado se convertía en una trituradora del individuo aún más sádica que cualquier sistema político anterior, y que él había participado en su creación. 

 

La cuestión del desencanto de la vida convertida en mercancía laboral, propia del duo Estado-Capital,  ya venía coleando desde el romanticismo. La fábula del rey Midas, que por su deseo de riqueza metalizaba todo lo que tocaba y con ello le quitaba la vida, cobra aquí pleno sentido.  Y junto al desencanto, la desesperación y el gusto hacia la muerte ha sido una tentación ya en esas primeras almas atormentadas, que no han ido sido aumentando hasta convertirse actualmente en una verdadera pandemia: el suicidio. Tanto en los países productores de materias primas como en las metrópolis, las estadísticas tienen que maquillarse/ocultarse para no poner en evidencia que el“mejor de los mundos posibles” hace aguas, porque hay millones de personas que prefieren abandonar el barco tirándose a las gélidas aguas de la laguna Estigia.

 

Vivir, ¿merece la pena? En la alevosamente denostada tradición cristiana, el valle de lágrimas de la existencia era soportable por la promesa de un mundo futuro que llegaría con el apocalipsis y la destrucción del anterior orden tiránico. Este mensaje potencialmente subversivo quiso ser superado y ninguneado por la Modernidad, ofreciendo aquí y ahora el Mundo de paz y prosperidad que superara los pesares de la existencia, ofreciendo cada vez más comida, más sedantes, más evasión y más comodidad a la clase de los desposeídos. Pero como decía Jesús, “no solo de pan vive el  hombre”. Necesita comunidad, necesita logos, necesita Verdad, y Bien. Necesita Ser, demanda ejercer su Ser, con todas sus expresiones. 

 

Una sociedad vertical, con Estado, nunca satisfará estas demandas del individuo realizado en la comunidad, y ante ello la llamada de Tánatos es seductora como cantos de sirena.

 

La otra opción, la lucha, aferrarse al mástil de la existencia y mantenerse de pie sorteando el temporal ante los enemigos y las inclemencias, es la opción que planteamos desde la RI.

 

La vida merece la pena, para luchar contra los poderosos que quieren perpetuar la nadificación del ser y la banalización del milagro llamado Hombre.  

 

Jesús Trejo

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Comentarios

Javier
hace un año

Para mí si que merece la pena vivir, como hombre libre. Muy de acuerdo en aferrarse al mástil de la existencia.