Un poco de maternidad

Publicado el 1 de octubre de 2023, 11:10

Por Asun B. García (lectora de VyR)

Tiempo estimado de lectura: 7 min

 

Desde que fui madre vivo dividida. Ya han pasado dieciséis años y continúo partida en dos bloques que no se integran: uno el interior, lo que se mueve por dentro; y otro el exterior, lo que se espera de mí.

 

La maternidad refleja la dualidad que impregna la vida misma, que fluctúa constantemente entre dos polos antagónicos. Con el tiempo y con esfuerzo aprendes a llevarlo y ha sido motivo de mucho estudio y reflexión.

 

Para profundizar en aquella atracción potente y desconocida que ejercieron mis dos hijos en sus primeros años me ha servido de mucho leer a Michel Odent (“El bebé es un mamífero”) y a Casilda Rodrigañez (“La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente”). Y para comprender la parte social, lo que representa la mujer-madre en la historia y en la actualidad ha sido decisiva la lectura de la obra “Feminicidio o Autoconstrucción de la mujer. Recuperando la historia” de Prado Esteban Diezma y Félix Rodrigo Mora.

 

Lo que recuerdo de los primeros años de crianza es la necesidad imperiosa de cercanía, de contacto físico y de cuidados que me provocaban aquellos pequeños seres. Lo mismo sucede en otras especies de animales donde las madres tienen un comportamiento muy protector, llegando fácilmente a la agresividad defensiva. La gallina defiende sus huevos y a sus pollitos eclosionados. La vaca más mansa puede embestir cuando tiene su ternero al lado. La perra que no te conozca no dejará que toques a sus cachorros. Casilda lo llama deseo materno, dice que “la criatura misma provoca la producción de los deseos maternos” y este deseo está en la base de la sexualidad femenina.

 

Hoy como madre estoy viviendo la adolescencia, y aquel deseo, aquella fuerza interior se expresa en la necesidad de transmitir moralidad. Encuentro reconfortante la distancia con mis hijos. Me gusta verles evolucionar en sociedad. Y al mismo tiempo comprendo que mi papel ahora es ayudar a que aflore una personalidad auténtica, singular y única, con altos valores morales. Prado Esteban habla de “conseguir las virtudes”, que son las cualidades que hacen valiosas a las personas, para sí y para los demás: equidad, bondad, belleza, buen lenguaje, ascenso de lo espiritual, superioridad del hacer frente al decir, facultad de aceptar el dolor, discernimiento sobre el deber de hablar y el deber de callar, luchar por ideales grandes.

 

En esto andamos, predicando con el ejemplo, cuando me llega cerca el caso de una pareja que tiene que ingresar a su hijo de once meses en el hospital. Allí pasa 6 días en la UCI y sus padres debían incorporarse al trabajo al cuarto día. Lo que sucedió fue que tanto la madre como el padre pusieron el puesto de trabajo a disposición de sus empresas y aclararon que no dejarían a su hijo en el hospital para irse a trabajar. Al niño le dieron el alta a los ocho días y los padres volvieron a sus trabajos.

 

Consulto los derechos laborales y me explican los expertos que esto funciona según convenios. Y sus respectivos convenios contemplan así esta situación: a trabajar al cuarto día.

 

Deduzco que los convenios laborales implican que no somos todos iguales en derechos. ¿Hay trabajadores que sí habrían podido acompañar los ocho días a sus hijos? ¿El bebé no tiene derechos? ¿No es deber de la madre, porque así lo siente ella, estar con su hijo en momentos así?

 

En la sociedad del siglo XXI, ¿dónde está el progreso? ¿Es esta la modernidad? Pues a esta familia le ha servido de poco. Gracias a que hace falta mano de obra no han perdido sus trabajos. Y tanto ellos como sus empresarios han dejado el “convenio” en papel mojado.

 

El sentido común ha triunfado frente al derecho laboral.

 

Asun B. García

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