Por GKa
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Existe un amplio sector dentro de la sociedad, que tiene un firme compromiso con la vida y contra las instituciones de poder. Se trata de un sector eminentemente productivo que al fin y al cabo es quien sostiene a la sociedad, una minoría que aun hoy resiste en el mundo rural (cazadores, hortelanos, agricultores, pastores, ganaderos ,etc) y una mayoría proletarizada que lo hace en el ámbito urbano (trabajadores de oficios, pequeños comerciantes, trabajadores de la industria, hostelería y otros servicios). Este sector tiene por lo general una posición contraria a la casta política, la banca y los propietarios con extrema riqueza, contra la burocracia, los procesos electorales y en general contra todos aquellos artefactos propagandísticos que fomenta el vigente orden impuesto desde arriba.
Sin embargo, carecen por lo general de una idea concisa de los fundamentos de una sociedad alternativa y superadora de la actual, y se aferran al organigrama moderno de patria-ejercito como algún tipo de refugio espiritual y garantía de liberación mediante el poder concentrado de las armas. Tanto la idea de nación como la implantación militar del ejercito son una expresión de la concentración del poder mediante la fuerza allá donde confluye la esencia misma del Estado, ese mismo Estado que sostiene aquellas instituciones que la gente común a priori rechaza.
Es por esto que quienes abogamos por una sociedad comunal sin Estado debemos dar la batalla de las ideas para ganarnos a la gente común, desmontando el falso mito de la patria-ejercito como garantía para derrocar a las instituciones hegemónicas actuantes hoy (ya que es el ejercito a fin de cuentas la garantía de los contrario). El poder concentrado debe ser rechazado en todas sus formas y momentos temporales, se muestren con su careta liberal, socialista, comunista, monárquica, republicana o de la categoría que sea, ayer hoy y mañana.
Nosotros proponemos recuperar una noción que ha sido norma en la historia en liza con la emergencia de la hegemonía estatal y que tiene que ver con la centralidad de lo local, de la comarca. Allí es donde reposa la esencia de la patria, la llamada patria chica y su indisociable autodefensa, esto es, la necesidad de la milicias concejiles-comarcales. Es decir, frente a la noción de Nación como idea de Patria grande, proponemos la noción de pueblo sustentada en la comarca y en el ámbito local; y frente a la institución del ejercito como élite a sueldo del monopolio de la violencia, proponemos las milicias comarcales-concejiles, donde la gente común sea protagonista de su propia defensa.
Habrá quien diga que no hay incompatibilidad entre la patria chica y la patria grande, pero es que la propuesta que nosotros hacemos de patria grande es la organización de las patrias chicas en una amplia confederación de pueblos libres, una amplia red de comarcas en red, donde la idea de nación se sustituya por la noción de pueblos hermanados a partir de la base local y armados y coordinados para garantizar su seguridad, sin mercenarios ni soldados profesionales.
Las naciones que hoy existen parcialmente en el imaginario de algunos pueblos (como adhesión emocional a un sistema complejo de historia-lengua-cultura-ritos-etc), tendrán su lugar en la historia siempre que sus estructuras locales-comarcales democraticamente organizadas y soberanamente defendidas así lo decidan.
Si hoy la gente común se mantiene ligada a ese oximoron patria-ejercito, nuestro objetivo debe ser que esta gente se adhiera a esta propuesta alternativa como garantía de su seguridad y libertad
futura. A vosotros nos dirigimos, hermanos que sostenéis sobre vuestro sudor los cimientos de esta sociedad decadente. La naciolatría no es más que otro mal a erradicar.
Gka, abril 2023
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Comentarios
Este artículo es muy bueno, pero desde mi perspectiva, la forma en que una sociedad está estructurada en términos tecnológicos y económicos es más importante que el gobierno nacional para determinar cómo vive una persona común. Es crucial destacar que la dependencia y adicción al uso del teléfono móvil se ha vuelto significativa, ya que las personas lo necesitan para satisfacer sus necesidades básicas y llevar a cabo sus actividades diarias. La tecnología se ha convertido en una parte esencial de sus vidas.
La diferencia entre un sistema industrial "democrático" y uno controlado por dictadores es mínima en comparación con la disparidad entre un sistema tecnológico industrializado y uno no industrializado. Cuando se sugiere reducir el avance tecnológico o el crecimiento económico en una nación occidental, por ejemplo, la gente reacciona de manera exagerada y teme quedarse atrás en comparación con China. ¿Realmente importa tanto si los chinos venden más automóviles que nosotros? (El nacionalismo impulsa la tecnología). Es más razonable argumentar que si las naciones democráticas se quedan rezagadas tecnológicamente mientras las dictaduras como China siguen progresando, a largo plazo los dictadores podrían dominar el mundo. Por eso es necesario cuestionar el sistema tecnológico-industrial en todas las naciones al mismo tiempo, en la medida de lo posible.
En general, el poder que los seres humanos ejercen sobre la naturaleza no proviene de individuos o pequeños grupos, sino de grandes organizaciones ultracapitalistas junto con sus aliados: el poder financiero, las organizaciones supranacionales y los brazos ejecutores de los Estados nacionales. Hasta tal punto que las personas comunes solo pueden usar la tecnología dentro de límites estrechos y bajo la supervisión y control del sistema. Se requieren licencias para casi todo, junto con reglas y regulaciones. Las personas solo tienen acceso a los poderes tecnológicos que el sistema decide otorgarles. Su poder personal sobre la naturaleza es limitado.
Los tecnócratas y los defensores de las filosofías transhumanistas argumentan que la tecnología siempre ha progresado a lo largo de la historia y nunca ha habido regresión tecnológica. Sin embargo, como algunos sabemos, esta afirmación es falsa.