Ángela Figuera Aymerich, la poeta maternal de la guerra

Publicado el 1 de febrero de 2024, 20:26

Por Antonio de la Fuente

Tiempo estimado de lectura: 25 min

 

Malos tiempos para la lírica. Esta famosa frase la escribió Beltolt Brecht en 1939, en pleno auge del nazismo en su país. Tanto el título del poema como su contenido me recuerdan los “malos tiempos” que nos está tocando vivir [1] en el que nadie se admira por la verdad o la valentía de luchar por una causa justa, que han sido desterradas; ni se revuelven ante la injusticia y la perdida de libertades (como la libertad de expresión) [2] que avanzan en favor de la indiferencia y el mantenimiento de la comodidad más narcisista por encima de todo.

 

Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. Otra frase magistral traída de aquel tiempo, el nazismo, esta vez del escritor húngaro Eliezer Wiesel, un hombre que pasó por los campos de concentración con solo 14 años, posteriormente fue nombrado Premio Nobel de la Paz.

 

Como poeta, puedo decir que escribir poemas es una medicina para mí. Una salvación ante mis propios abismos. La necesidad del alma compleja y sensible de expresarse, en imágenes, música, símbolos y algo de verdad profunda de mi ser, de mi intelecto, de mis sentimientos, que a veces se torna personal, y otras veces social.

 

Escribir poesía me sana, pero también leerla. Especialmente cuando me siento melancólico. No soy un gran erudito de este género la verdad, no he leído tanto como me hubiera gustado, quizás en parte, porque lo que encuentro no me acaba de tocar. Pero si llevo escribiendo desde que recuerdo.

 

Si hay una poeta que si me tocó, esa es la tan poco conocida Ángela Figuera Aymerich. Y ahora que lo pienso, tampoco leí toda su obra, ni gran parte de su biografía y todo lo escrito alrededor de ella, que es mucho, sobre todo desde fuera de España, como nos suele ocurrir, pero también no exento de polémica, hasta estos días en que decidí dedicarle una entrada para presentarla.

 

Nacida en Bilbao en Octubre de 1902. Pertenece a la llamada “Poesía Desarraigada” de la primera generación de postguerra española. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad en Madrid. Fue maestra y profesora de instituto hasta la guerra, que como tantos otros perdedores fue cesada de su empleo. Pero ella no se fue al exilio, se quedó en Valencia y después en Madrid. Sufrió, con su característica animosidad, alegría y bondad los avatares de la posguerra, junto a su familia, marido y su hijo que hacía poco había nacido. Si hay una poeta que ama a los niños y a la maternidad esa fue Ángela. En sus poemas queda bien dicho y expresado.

 

Más allá de la torpeza de sus críticos postmodernos [3] y de una de su prologuista Roberta Quance, una feminista inglesa con estudios de género que, aunque trata de llevar a esta autora a las redes del feminismo, en el prólogo de sus Obras Completas tiene la honradez de al menos de admitir que a ella no le gustaban los ismos ni los encasillamientos; no se hubiera considerado feminista. Un poco más adelante afirma: Sin embargo, dentro de un panorama poético dominado por los hombres, su poesía destaca (aparte de por su intrínseca calidad) por su claro enfoque femenino de los problemas sociales. [ ] Si, como muchos sostienen, la opresión de la mujer por el hombre es el modelo para todo tipo de opresión (oprimir es convertir al otro en mujer), nadie mejor que la mujer para hablar de la libertad en el mundo.

 

Pero lo cierto es que Ángela, a mi parecer, estaba muy lejos de los axiomas feministas que se elaboraron en las universidades de ayer tanto como de hoy. Ese grito en contra de los hombres (seleccionados biológicamente como representantes del poder del patriarcado) y en contra de la mujer y la maternidad, como fue Simone de Beavoir. Por contra, ella, como buena persona, sintió compasión por ellos (los hombres) en vez de culparlos, como en muchos poemas que veremos a continuación, y en la respuesta que dio cuando le preguntaron para qué podría servir su obra: para acompañar al hombre: al desposeído, al maltratado, al despreciado. Nótese que en aquella época ya había feminismo, el de la primera ola de Simone, y que probablemente al decir “hombre” se refiriera a su acepción que agrupa tanto hombres y mujeres, ya olvidada y en desuso. O quizás no. En ese caso no había dudas.

 

Roberta Quance, aprovechando el prólogo para afiliar a Ángela, dice que el eje de su poesía estaría en el papel de la maternidad y en las distintas posturas que adopta respecto a ella [ ] si al principio la considera como experiencia íntima, llegará con el tiempo a contemplarla más bien como institución. Y es cierto que ese cambió se da, pero mi interpretación es muy distinta a la feminista. Pone de ejemplo de esta primera etapa el poema Mujer de barro (1948) y al poema Egoísmo (1949)como el comienzo de su segunda, llamando a este poema femenino y feminista.

 

Confundir feminismo con la lucha antifranquista es un error imperdonable que nada tiene que ver con el feminismo, que siempre barre para su casa tanto lo uno como lo opuesto. En otras palabras, estar a favor de la liberación de la mujer, de los mandatos del régimen, como lo estaba de la liberación de sus hijos, su hijo, hombre, de los mandatos esclavistas del régimen franquista, no es ser feminista, es ser persona inteligente y preocupada por la libertad, como lo son muchos que nos oponemos a los dictados del feminismo del nuevo régimen neo patriarcal actual.

 

En aquella época el machismo era atroz, el patriarcado del franquismo ejercía un poder desmesurado sobre las mujeres con la Sección Femenina [4] y sobre los hombres, llevándolos al trabajo asalariado industrial como esclavos exiliados de sus pueblos, pero igual de desmesurado que se ejerce hoy con el Ministerio de Igualdad y el Ministerio de Trabajo, ¿o ya no se llama así? Quizás ya lo llaman Ministerio de la Nueva Esclavitud y Ministerio de la Verdad.

 

Si Ángela levantara la cabeza hoy en día, muy probablemente, se llevara las manos a la cabeza con los problemas que acaecen a su amada España, como son la decadencia de todos los valores éticos y morales, el sentido de belleza, la caída estrepitosa de la natalidad, la pobreza en aumento, los suicidios de la juventud, el estado de la salud mental, la soledad, etc. etc.

 

En Rebelión:

 

Serán las madres las que digan: Basta.

Serán las madres todas rehusando

ceder sus vientres al trabajo inútil

de concebir tan solo hacia la fosa.

 

 

Esto, a mi modesta forma de ver, no es ser feminista, como nos apunta Roberta. Solo desea a sus hijos libres del horror que supone luchar en una guerra para ella inútil o ser llevados hacia el trabajo explotador. Además, me pregunto a qué madres se refiere esta feminista, si el feminismo de lo que se ha ocupado es de denigrar la maternidad y acabar con las madres [5].

 

Quizás yo apuntaría, no lo sé, a que la poesía de Ángela es la poesía de una mujer-ángel, que amaba su esencia de mujer, dadora de vida, su función biológica era aceptada con gran entusiasmo y alegría, y le tocó vivir la guerra, un episodio atroz en nuestra historia, eso le fue llevando a pensamientos más sombríos, pesimistas, de frustración con la vida, con su fe, por ver la belleza de su tierra rota, todo el potencial humano tan rico y valioso despojado de futuro, todo sentido de vida que vibra en la alegría del día a día y en la familia, conducido por el franquismo de la posguerra hacia el hoyo negro de la represión, y la persecución.

 

Eso fue la mal llamada guerra civil y el franquismo, un fuerte latigazo que atravesó las almas puras, libres y rebeldes como la de Ángela, para hacerlas dóciles, miedosas e indiferentes.

 

Que lastima que el feminismo lo confunda, y levante la bandera ahora de algo similar al régimen franquista, el gobierno feminista y más progresista de la historia, en definitiva el régimen del Estado y su afán inevitable de poder sobre sus Pueblos.

 

Poemas de su primera fase, la más inocente, la más fresca y alegre, sensual y popular:

 

 

El HIJO

 

No pasa el amor, no pasa.

Tu carne y mi carne, y todos

nuestros besos, y la brasa

de tus ojos en mis ojos,

y el ansia desesperada

de aquel abrazo, y el riego

de tu sangre en mis entrañas,

están ahí: son el hijo…

¡No pasa el amor, no pasa!

 

 

MORIR

 

No me da miedo la muerte,

pero ¡amo tanto la vida!…

¿Por qué ha de ser podredumbre

esta alegre carne mía

bruñida al sol y a los vientos,

ebria de ardores y risas,

limpia en las frías corrientes;

que ha sabido de caricias,

que ha florecido en un hijo,

que goza cuando respira?…

No, no es por miedo a la muerte,

que es por amor a la vida.

 

 

Su segunda fase, la más aclamada:

 

 

EGOÍSMO

 

Contra el sucio oleaje de las cosas

yo apretaba la puerta. Mis dos manos,

resueltas, obstinadas, indomables,

la mantenían firme desde dentro.

 

Fuera, el naufragio; fuera, el caos; fuera

ese pavor, abierto como un pozo,

de las bocas que gritan

al hambre, al ruido, al odio, a la mentira,

al dolor, al misterio.

 

Fuera, el rastro acosado de los hombres

sin alas y sin piernas, que se arrastran,

que giran a los vientos,

que caen, que se disuelven

en muerte sorda, oscura,

derrumbándose

sin asunción posible.

 

Fuera, las madres dóciles que alumbran

con terrible alarido;

las que acarrean hijos como fardos

y las que ven secarse ante sus ojos

la carne que parieron y renuevan

su grito primitivo.

 

Fuera, los niños pálidos, creados

al latigazo rojo del instinto,

y que la vida, bruta, dejó solos

como una mala perra su camada,

y abren los anchos ojos asombrados

sobre las rutas áridas,

mordiendo con sus bocas sin dulzura

los largos días duros.

 

Fuera, la ruina de los viejos tristes

que un cuervo desmenuza fibra a fibra

en dolorida hilacha, preparando

la dispersión desnuda de los hueso.

 

Fuera, el escalofrío que sacude

el espinazo enfermo de la tierra

con ráfagas de hastío y de fracaso.

 

Fuera, el rostro de Dios, oscurecido

por infinitas alas desprendidas

de arcángeles sin hiel, asesinados.

 

Yo, dentro. Yo: insensible, acorazada

en risa, en sangre, en goce, en poderío.

Maciza, erguida; manteniendo firme,

contra el alud del llanto y de la angustia,

mi puerta bien cerrada.

 

 

REBELIÓN

 

Serán las madres las que digan: Basta.
Esas mujeres que acarrean siglos
de laboreo dócil, de paciencia,
igual que vacas mansas y seguras
que tristemente alumbran y consienten
con un mugido largo y quejumbroso
el robo y sacrificio de su cría.

Serán las madres todas rehusando
ceder sus vientres al trabajo inútil
de concebir tan sólo hacia la fosa.
De dar fruto a la vida cuando saben
que no ha de madurar entre sus ramas.
No más parir abeles y caínes.
Ninguna querrá dar pasto sumiso
al odio que supura incoercible
desde los cuatro puntos cardinales.

Cuando el amor con su rotundo mando
nos pone actividad en las entrañas
y una secreta pleamar gozosa
nos rompe la esbeltez de la cintura,
sabemos y aceptamos para el hijo
un áspero destino de herramienta,
un péndulo del júbilo a la lágrima.
Que así la vida trenza sus caminos
en plenitud de días y de pasos
hacia la muerte lícita y auténtica,
no al golpe anticipado de la ira.

¿Por qué lograr espigas que maduren
para una siega de ametralladoras?
¿Por qué llenar prisiones y cuarteles?
¿Por qué suministrar carne con nervios
al agrio espino de alambradas,
bocas al hambre y ojos al espanto?

¿Es necesario continuar un mundo
en que la sangre más fragante y pura
no vale lo que un litro de petróleo,
y el oro pesa más que la belleza,
y un corazón, un pájaro, una rosa
no tienen la importancia del uranio?

 

 

LIBERTAD

 

A tiros nos dijeron: cruz y raya.

En cruz estamos. Raya. Tachadura.

Borrón y cárcel nueva. Punto en boca.

 

Si observas la conducta conveniente,

podrás decir palabras permitidas:

invierno, luz, hispanidad, sombrero.

(Si se te cae la lengua de vergüenza,

te cuelgas un cartel que diga “mudo”,

tiendes la mano y juntas calderilla).

 

Si calzas los zapatos según norma,

también podrás cruzar a la otra acera

buscando el sol o un techo que te abrigue.

 

Pagando tus impuestos puntualmente,

podrás ir al taller o a la oficina,

quemarte las pestañas y las uñas,

partirte el pecho y alcanzar la gloria.

 

También tendrás honestas diversiones.

El paso de un entierro, una película

de las debidamente autorizadas,

fútbol del bueno, un vaso de cerveza,

bonitas emisiones de la radio

y misa por la tarde los domingos.

 

Pero no pienses “libertad”, no digas,

no escribas “libertad”, nunca consientas

que se te asome al blanco de los ojos,

ni exhale su olorcillo por tus ropas,

ni se te prenda a un rizo del cabello.

 

Y, sobre todo, amigo, al acostarte,

no escondas “libertad” bajo tu almohada

por ver si sueñas con mejores días.

No sea que una noche te incorpores

sonambulando “libertad”, y olvides,

y salgas a gritarla por las calles,

descerrajando puertas y ventanas,

matando los serenos y los gatos,

rompiendo los faroles y las fuentes,

y el sueño de los justos, porque entonces,

punto final, hermano, y Dios te ayude.

 

 

NADIE SABE (Mi poema favorito)

 

Abre tus ojos anchos al asombro
cada mañana nueva y acompasa
en místico silencio tu latido
porque un día comienza su voluta
y nadie sabe nada de los días
que se nos dan y luego se deshacen
en polvo y sombra. Nadie sabe nada.

Pisa la tierra. Vierte la simiente.
Coge la flor y el fruto. Sin palabras.
Pues nadie sabe nada de la tierra
muda y fecunda que, en silencio, brota,
y nadie sabe nada de las flores
ni de los frutos ebrios de dulzura.

Mira la llamarada de los árboles
irguiéndose en lo azul. Contempla, toca
la piedra inmóvil de alma intraducible
y el agua sin contornos que camina
por sus trazados cauces ignorándolos.
Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo.
Pues nadie sabe nada de los árboles
ni de la piedra ni del agua en fuga.

Mira las aves, altas, desprendidas,
rayando el sol a golpe de sus alas.
Toma del aire el trino y el gorjeo,
pero no quieras traducir su ritmo,
pues nadie sabe nada de los pájaros.
Mira la estrella. Vuela hasta su altura.
Toma su luz y enciéndete la frente,
pero no inquieras su remoto arcano
pues nadie sabe nada de la estrella.

Besa los labios y los ojos. Goza
la carne del amante sazonada
secretamente para ti. Acomete
con decisión humilde la tarea
del imperioso instinto. Crece y ama.
Mas nada digas del tremendo rito
pues nadie sabe nada de los besos,
ni del amor ni del placer ni entiende
la ruda sacudida que nos pone
el hijo concluido entre los brazos.

Clama sin gritos. Llora sin estruendo.
Cierra las fauces del dolor oscuro,
pues nadie sabe nada de las lágrimas.

Vete a hurtadillas con discreto paso.
Traspasa quedamente la frontera,
pues nadie sabe nada de la muerte.

 

 

PUENTES

 

Estamos encerrados en la isla

(una islita de nada).

Nos dejaron aquí

hace ya mucho tiempo.

(Demasiado.)

Una isla rodeada de sombras

por todas partes.

Primero nos hicieron picadillo

y luego nos cargaron de cadenas

y luego nos volaron los puentes.

(Por si acaso.)

Eso resulta lo peor de todo

(digo yo)

que nos cortaran los puentes

y nos quedáramos tan solos

diez millones de muertos.

Algunos no lo pasan tan terrible.

Han trepado a una roca

(que les costó lo suyo)

y están al sol. Se sienten calientitos.

(Aun viéndose en los huesos, algo es algo.)

Otros recogen conchas, caracoles.

(Se encuentra siempre alguno

sonrosado por dentro

como una oreja de muchacha.

Y, si uno lo pone en el oído,

se oye rodar el mar. Eso consuela.)

Otros se empeñan en comer (glotones)

a pesar de estar muertos.

les sale mal por eso de los puentes.

(Ya dije que era lo peor de todo.)

Como ya no se importa...

Ellos erre que erre. Cómo sudan.

Todo el día cavando,

arrancando raíces (más amargas),

pescando en los charquitos (nadie pica),

subiéndose a los árboles

(y, lo que es fruta, como no la pinten),

cogiendo los lagartos por la cola.

(los matan y los guisan. Porquería.)

Así pasan la muerte. ¡Qué trabajo!

Y luego, ¿para qué? Lo que yo digo:

Tanto penar para llenar el buche

un día y otro no. Vaya un negocio.

Mejor lo que hacen otros. Coleccionan

sellos (del interior, naturalmente),

o cuelgan estampitas por los muros

o cantan himnos a distintas voces.

(A veces es molesto. Desafinan.)

o hacen sonetos a la primavera

(que no se ve, pero ellos, tan contentos.

Tratando con poetas, cualquier cosa.)

Los jóvenes lo pasan distraído

con eso del deporte.

Y dicen que no andamos mal del todo

de medios delanteros y defensas.

No sé. Como no entiendo. Pero, al cabo,

para unos muertecitos sin ayuda

no es poco conseguir. Y nos da lustre.

Pero yo sigo con lo mío.

Lo que nos hace falta son los puentes.

Mientras no construyamos

los puentes otra vez y a toda costa,

siempre estaremos muertos y remuertos,

metidos en la isla

(esta asquerosa isla sin ventanas).

Sólo seremos unos tristes muertos

de mala muerte. No hay que darle vueltas.

Hay que hacer puentes (dale que le dale)

si no tenemos hierro,

cemento ni otras cosas,

con palos o con cañas. O suspiros.

(Hay uno de suspiros no sé dónde.)

O con los corazones disponibles,

que alguno quedará por muy difuntos

que estemos todos hace tantos años.

Por ellos nos iremos de la isla

para volver al mundo de los vivos,

de los que pisan tierra ventilada,

limpia y fecunda (que la hay). Iremos

cruzando los abismos y los mares,

las tapias, los desiertos, los torrentes,

las estrechas aduanas,

los campos alambrados (o con minas)

y las praderas cenagosas

pobladas de reptiles prehistóricos.

Lo estoy diciendo a gritos. Faltan puentes.

Lo principal de todo son los puentes.

(Colgantes, subterráneos, levadizos.)

Hagamos puentes, puentes, puentes.

Y no me escucha nadie.

Y así estamos.

 

 

ÉXODO

 

Una mujer corría.

 

Jadeaba y corría.

Tropezaba y corría.

Con un miedo macizo debajo de las cejas

y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.

Corría por el aire con sabor a trilita.

Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.

Quería detenerse.

Sentarse en un ribazo con su hijo menudo.

Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.

No encontraba reposo.

No lograba la pausa sosegada y segura

que las madres precisan.

Ese viento apacible que jamás se interpone

entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.

Buscaba por las calles,

por los jardines y bajo los tejados,

en los atrios de las iglesias,

por los caminos desnudos y carreteras arboladas.

Buscaba un rincón sin espantos,

un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.

Dio la vuelta a la tierra.

Buscando.

Huyendo.

Y no encontraba sitio.

Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.

Crecía débilmente

colgado de su carne fatigada.

 

 

Ángela reflejó en este poema, Éxodo, el sufrimiento del pueblo de Cerro Muriano (Córdoba) que el 5 de septiembre de 1936 tuvo que huir aterrorizado del bombardeo de la aviación fascista.

 

La fotografía fue portada de la revista NEWSWEEK y sus autores fueron Hans Namuth y Georg Reisner.

 

 

CITAS

 

1. https://youtu.be/K2lZ5CJDUR0?

2. https://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/tuitero-enfrenta-tres-anos-carcel-calificar-inmigracion-20240128132910-nt.html

3. https://www.zurgai.es/archivos/201304/061991095.pdf?1

4. https://prdlibre.blogspot.com/

5. https://woman.elperiodico.com/

 

 

Antonio de la Fuente

 

 

 

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Comentarios

Esther López Rueda
hace 3 meses

Acabo de leer tu articulo y me ha encantado. y descubro a Ángela Figuera con una poesía desgarradora e impactante. Gracias seguiré leyendo!!!

Anton de la Fuente
hace 3 meses

Gracias Esther!