Por GKa
Carta a la juventud
En el año 2016 la Institución para la Unión y Apoyo del Pueblo en Rojava (Kurdistán occidental) lanzó la campaña «Yo no me voy» contra las políticas migratorias de vaciamiento de Rojava1. En un contexto de guerra abierta contra la ocupación del ISIS, la campaña tenía el objetivo claro de “frenar las políticas migratorias contra los pueblos de Rojava”. Esas políticas migratorias son planificadas por los centros de mando de los servicios secretos de las principales potencias mundiales en liza, con el claro objetivo de condicionar y/o favorecer determinados escenarios geopolíticos.
Hoy, vivimos inmersos en un permanente estado de guerra híbrida en el que el objetivo es destruir las raíces que todo ser humano tiene respecto de su tierra, de sus coterráneos, de su historia, de su familia, de sí mismo y de la percepción de pertenencia a todo ello. El amor a las raíces se combate con autoodio y automutilación psíquica para denostar y humillar lo propio. Además, una de las formas de quebrantar las raíces es la migración (tanto la emigración como la inmigración según se mire), la forma más conveniente de formar personas desarraigadas en todos los rincones.
Si se ama lo propio, se lucha por permanecer, si se odia o desconoce, las fuerzas flaquean rápidamente y se opta por la marcha o la genuflexión. Además de rechazar las políticas migratorias debemos rechazar también las políticas de instauración del autoodio y el autorechazo a las propias raíces, causa primera, además de la económica (en segundo lugar), de la huida (y del no retorno) de generaciones enteras de sus pueblos de origen. En lo referente a las condiciones materiales y económicas para una vida buena, están el cobijo y el oficio (además de la convivencia, la construcción virtuosa de uno y la autodefensa).
Las posibilidades de permanecer en relación a las limitaciones económicas son múltiples, posibilidades que deben ser dadas a conocer a la opinión pública. La “creación de empleo” no puede ser dejada en manos de gerifaltes de las administraciones estatales y de las corporaciones empresariales. La búsqueda de metas en la vida y de oficios que le den sentido a esta, deben ser pergeñadas localmente, dando cobertura a necesidades vitales de la comunidad popular. Sin duda esto solo no es suficiente, deben ser combatidos también todos aquellos conglomerados macroempresariales que compiten por apropiarse la mano de obra juvenil, con clara ventaja propagandística y dineraria, gracias a las crecientes cantidades que reciben del erario público en forma de subvenciones. Pero para combatir hay que estar ahí, hay que perseverar, hay que permanecer.
En lo referente a la vivienda la juventud debe rechazar vivir como ganado en esas tan modernas como penosas barriadas para jóvenes que el poder constituido ha diseñado en la practica totalidad de capitales de cabecera. Lugares sin alma que al cabo de una sola generación se convierten en inmensos geriátricos, una vez que los primeros en llegar se han hecho ancianos y sus descendientes, han emigrado al nuevo barrio juvenil de moda. Pero esto no será eterno. Más allá de hipotecar el futuro en una firma fiduciaria que te vincula con el banco por el resto de tu vida, existen múltiples formas de acceso a una vivienda digna, siempre que nuestra mente conciba que existen alternativas a los barrios sin alma y reúna las fuerzas para emprender ese camino vital. Para empezar debe ser rechazada la propia noción de ciudad y denunciados aquellos agentes del poder que la ensalzan, como máxima expresión del poder concentrado, el control programado, la voluntad de dominar, culmen de la fealdad y la insalubridad.
Así pues, deben ensalzarse las virtudes de lo propio, de las posibilidades de incrementar la potencia de lo propio, y eso pasa por permanecer (para el caso de los que potencialmente se van) y por volver (para los que potencialmente se quedan habiéndose marchado). La fuerza vital y la energía de la que es depositaria la juventud debe orientar la lucha por la raíces, por la determinación de volver y permanecer, para así alumbrar una transformación integral de la sociedad, donde lo propio sea ensalzado y valorado en su justa medida, contra las políticas migratorias racistas y etnocidas, sin más objetivo que responder a una necesidad humana, como es la de perseverar en su cultura y su mismidad.
La revolución de los desarraigados, solo podrá acabar, en el mejor de los casos, como acabó la rebelión espartaquista. Para que la revolución triunfe esta debe tener lugar en todas partes, pero para que ello suceda, en todas partes deben resistir gentes adscritas a su tierra y al alma humana.
#YoNoMeVoy, #YoMeVuelvo
Gka
1 https://rojavaazadimadrid.org/en-rojava-se-lanza-la-campana-yo-no-me-voy/
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