Bosques comestibles y autonomía alimentaria

Publicado el 1 de marzo de 2024, 9:54

Por José María Peiró

[Tiempo estimado de lectura: 10 minutos]

 

Caminando hacia la simbiosis ser humano-naturaleza

 

 

Hortus pruneteo, el jardín vergel del amigo Mikel (Montaña oriental leonesa)

 

 

 

“El ser humano es la naturaleza que toma conciencia de sí mismo” 

Élisée Reclus

 

 

La conciliación del ser humano consigo mismo (integrante de su propia especie), con los otros seres vivos y con la Tierra no puede posponerse por más tiempo. Es, digamos, urgente, por más que no se atienda, dedique más energía a ello ni se avance en el establecimiento de vínculos naturales y culturales favorables.

 

Las ideas transformadoras de la Revolución Integral consideran esta cuestión como fundamental: Las Bases para una Revolución Integral apuntan a la simbiosis del ser humano con la naturaleza. 

 

En general vivimos errados o desviados de este ideal. Las culturas y sociedades extractivistas y productivistas imperantes son incompatibles con la Vida en todo su esplendor. No forman parte de la solución sino que son generadoras de graves problemas a los que se ven abocadas en crisis múltiple.

 

Quién tiene la solución o cómo llegar a ella constituyen preguntas de difícil respuesta pero intentemos vislumbrarla considerando etapas transformadoras de índole práctica desde lo urgente y necesario, lo viable y lo factible.

 

La producción, distribución y consumo de alimentos por parte de las comunidades humanas desde una perspectiva equitativa, soberana y llevadera es una de las claves del asunto tratado.

 

Las nocividades desde el sistema de organización y gobierno imperantes (estado/capital) son manifiestas y crecientes para los ecosistemas y territorios como también para los seres humanos. Mencionamos, tan solo como ejemplo la pérdida de fertilidad de suelos, la aridificación y desertificación, la necesidad creciente de insumos externos insostenibles por el conjunto y el deterioro general de aguas y tierras, así como carencias nutricionales y vida insana que degrada el estado natural del ser humano, con incoherencia emocional y desequilibrios sociales que van desde la explotación laboral a un desigual reparto tanto de los beneficios como de las consecuencias adversas, de los impactos negativos.

 

Algo sabemos acerca de las soluciones…

¡Hay salida al laberinto!

Ese es el deseo y queremos pensarlo en afirmativo.

 

Una manera superadora del problema puede venir de formas de producir, distribuir y consumir el alimento de mayor proximidad, de temporada  con menores costes energéticos, ecológicos y humanos. Esto implica una reordenación territorial que entre otras cuestiones considere un  diseño de cultivo apropiado para cada lugar con vocación de dotar de bienes y servicios abundantes a la colectividad cercana y gestora del mismo. 

 

En esta línea consideramos los denominados bosques de alimentos o también llamados según características y ámbitos vergeles, jardines agroforestales,..

 

Básicamente consisten en cultivos múltiples o policultivos de diversas especies vegetales, principalmente perennes,  y se inspira en la idea del bosque como  ecosistema terrestre con diferentes y diversas especies de seres vivos interaccionando, tanto de bacterias y otros microorganismos, como hongos, vegetales y animales. Además, el bosque va formando y mejorando su propio suelo sin necesidad de labranzas ni aportes externos  de abono, y en él existen  equilibrios, con una cierta homeóstasis y resiliencia que le confieren sus atributos característicos de permanencia o persistencia. 

 

De manera similar a la del bosque, en el vergel o bosque de alimentos se desarrollan diferentes estratos o pisos vegetales desde los herbáceos, los arbustivos y los arborescentes con posibles subpisos de arbolado de menor a mayor dosel.

 

Se establecen asociaciones vegetales de diferentes especies vegetales (así como con microorganismos, hongos y animales) que interaccionan favorable o positivamente en su cohabitar.

 

Se busca la mayor abundancia, utilidad y estabilidad de todo el conjunto, predominando , en general, las especies de utilidad fundamentalmente alimenticia, de alguna o varias de sus partes (flores, frutos, hojas y raíces), pero con cabida de otras muchas especies cuya principal utilidad puede ser la medicinal, melífera, forrajera, textil o industrial, energética, constructiva, etcétera. Un mínimo vergel con una superficie de menos de media hectárea contiene fácilmente más de 200 especies vegetales útiles, dato de por sí llamativo frente a la menor cantidad en, incluso las mejores huertas que se precien de serlo.

 

La idea, en esencia no es nueva. Muchos palmerales de datileras se han cultivado y cultivan en oasis de una forma abundante y variada vegetalmente. Muchas dehesas que han llegado a nuestros días no dejan de ser una recreación con mayor o menor simplificación de un bosque sabanoide.

 

Se han incorporado principios de agroforestería y permacultura  y el modelo es muy variado y adaptable en su diseño y puesta a punto particular según suelos, climas y otros factores.

 

Incluímos no solo los pequeños huertos vergeles unifamiliares sino también, y sobre todo aquellos modelos para escalas más grandes relacionadas con pequeñas comunidades humanas, pueblos, municipios que transiten hacia una mayor autonomía alimentaria y humana en economías más locales y con voluntad y vías hacia la  soberanía concejil.

 

Lo agrícola, lo ganadero y lo forestal forman un conjunto interdependiente en aras de esa creciente simbiosis.

 

Se dispone básicamente de las tierras y ámbitos de propiedad comunal.

 

También consideramos arrabales, descampados y yermos de las afueras de pueblos y ciudades, generalmente degradados y codiciados por la especulación urbanística, pero ¿dónde mejor para el famoso ‘kilómetro cero’ de la alimentación?

 

En otras escalas se consideran las conexiones e interrelaciones de mayor complejidad en la línea de esta simbiosis que avanzamos en el principio del artículo (corredores ecológicos, trashumancia, grandes bosques). 

 

El sentido común, la necesidad y el deber de cuidarnos y alimentarnos bien, viviendo una vida más plena y coherente, en interacción variada y simbionte implican un manejo y uso de de tierras, bienes y servicios en clave colaborativa, comunal, donde ‘nadie es más que nadie’ y cada cual aporta sus capacidades y dones al común.

 

Muy a tener en cuenta por un lado la adaptación e innovación local, in situ, y por otro la recuperación de saber popular y vínculos de afecto y cuidado mutuo entre los sujetos integrantes, con comunidades de aprendizaje. Así puede propiciarse la participación social generando bienes y servicios mejor distribuidos y utilizados que los procedentes de la mera actividad ‘primaria’ vigente.

 

Hasta aquí un pequeño esbozo de esta temática, con  voluntad de aportar en lo posible conjugando la experiencia de iniciativas ya existentes y todo un camino por desarrollar en el futuro.

 

Hemos iniciado algunos proyectos en clima mediterráneo partiendo de campos de cultivo abandonados, particularmente de cítricos, observando en poco tiempo un desarrollo sucesional interesante conviviendo la vegetación espontánea con la sembrada y plantada para encaminar las parcelas de cultivo hacia ecosistemas arbóreos ricos y variados, con aprovechamiento de las aguas de lluvia y escasos riegos (Hort d’arena, Puput,  Kol·lectiva-El Molí). Proponemos la búsqueda de acciones y técnicas que nos puedan alimentar mejor y más sano, con mayor simbiosis en cada rincón del territorio.

 

¿Quién pudiera, quién podrá decir como ‘paisano simbionte’ con Alexander von Humboldt aquello de "feliz el país donde el ser humano no maltrata la tierra en la que vive"? 




[Consultar: Bases para una revolución integral, capítulo 15, Naturaleza, ruralidad y economía agraria]

 

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