Economía doméstica hacia la autosuficiencia: la bayeta

Publicado el 1 de abril de 2024, 4:30

Por Ruth Barberán García, lectora de VyR

Tiempo estimado de lectura: 4 minutos

 

 

Un tal Carlos me dijo un día que el estado de la bayeta en la cocina de una comunidad era un buen instrumento de medición de la autosuficiencia que podría alcanzar dicha comunidad.

 

Inmediatamente vi la relevancia de tal afirmación, aplicable a cualquier cocina, aunque sea la de una persona que vive sola.

 

Me gustó especialmente que se utilizara un utensilio, en principio tan modesto, para medir tan alto y loable, como difícil, objetivo.

 

Y es que la bayeta no es tan modesta como parece.

 

En realidad contiene, en sí misma, lo que yo llamo tecnología.

Tecnología porque si nos lo paramos a pensar, en realidad, no nos sería tan fácil producir las bayetas por nosotros mismos, si se diera el caso de que ya no las pudiéramos comprar más.

 

Parece mentira como nos hemos acostumbrado, en tan poco tiempo, a la idea de que podemos encontrar de todo en un supermercado.

Sin embargo, quizás no sea así en el futuro.

Quién sabe...

 

Pero, además, quizás ya en el presente, alguien tiene la necesidad de reducir sus gastos mensuales:

porque no tiene trabajo,

porque quiere dejar el trabajo que tiene,

porque necesita más dinero para cosas importantes,

porque quiere reducir su jornada laboral para dedicarle más tiempo a sus hijos o a sí mismo o a los demás,

porque quiere ayudar económicamente a alguien querido que lo necesita…

Quién sabe.

 

Y como instrumento tecnológico, la bayeta, requiere un respeto y un cuidado del que, generalmente, carece por completo.

 

Es una herramienta muy válida porque tiene una textura muy distinta a un trapo cualquiera y por tanto es capaz de absorber mucho líquido. También tiene una consistencia diferente a una toalla, la cual también absorbería, pero no tanto, en tan poco espacio.

 

Pero su utilidad óptima depende del cuidado que se le dispense en cada uso.

Si después de limpiar el café que se nos ha vertido (por poner el ejemplo evidente de un líquido oscuro), no la enjuagamos bien, su próximo uso servirá más para ensuciar que para limpiar.

Si es solo agua lo que recogemos con ella, al no escurrirla, quedará húmeda y esa agua, con el tiempo olerá mal. Cuando queramos limpiar con ella el lugar donde después pondremos alimentos, no estará en el estado higiénico recomendable para tal menester.

 

Por otro lado, como enseguida quedará irremediablemente sucia para sus cometidos, querremos comprar otra más pronto de lo que hubiéramos necesitado si la hubiéramos tratado bien.

 

Quizás a alguien le parezca absurdo tanto cuidado para una bayeta.

Como dice la Biblia: “El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho.”

 

En realidad, es un buen ejemplo a replicar en cualquier objeto, instrumento o herramienta que utilizamos normalmente en nuestra vida cotidiana: desde el trapo de la cocina, las sartenes, los fogones, los electrodomésticos, cualquier herramienta de nuestro taller, el equipo de música, el ordenador, el automóvil, hasta la propia casa en sí.

 

Además, la austeridad, gran aliada del propósito de autosuficiencia, no sólo consiste en necesitar pocas cosas sino, sobretodo, en aprovechar realmente las que tenemos.

No consumirlas. Usarlas.

 

Y volviendo al principio, para cerrar el círculo, si la bayeta pertenece a la cocina de una comunidad, puede muy fácilmente ser motivo de discordia porque alguien que necesita utilizarla se la encuentra en un pésimo estado por el mal uso de quien la ha utilizado anteriormente.

 

 

 

 

Ruth Barberán García

Lunes 26 de febrero de 2024

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