Homo homini... Propaganda y cultura en la Roma actual

Publicado el 1 de julio de 2023, 11:45

Por Jesús Trejo

Tiempo aproximado de lectura: 8 minutos

 

Roma, la ciudad eterna.

 

En el siglo I a. C. el emperador Augusto encargó a Virgilio una obra que remarcase los orígenes míticos de la capital del “Imperio sin fin”. Nació la Eneída. Por la misma época, el poeta Albio Tibulo catalogó a Roma como urbs aeterna... La infinitud en el espacio y en el tiempo parece ser el recurso de la propaganda imperial para darse ínfulas heroicas de inmortalidad, que hoy con la globalización parecen corroborarse. Esto puede causar cierto desasosiego, pero también abre algunas esperanzas si vemos que su eternidad ha estado salpicada de caídas, porque su base es el pueblo: Los imperios son gigantes con pies de “barrio”.

 

Hoy, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Y todas las ciudades son Roma. Vayas a donde vayas, desde Estambul a Tokio, de Sao Paulo a Beijing, se reproducen los mismos patrones marca de la casa: un núcleo compuesto de sofisticación arquitectónica y megalomanía constructora, sus circos -hoy llamados Estadios-, sus Zaras y Starbucks y la uniformidad -lo que los ingleses llaman la City, en las que se realizan tareas de limpieza “clasista” denominadas ahora ‘gentrificación’. Alrededor, un conjunto de arrabales menos glamurosos, donde se apiñan los trabajadores urbanos más modestos, con su mezcolanza de oriundos, migrantes interiores de segunda y tercera generación y los migrantes extranjeros, rompeolas de todas las tensiones producto del desarraigo, la aculturación, la desesperación, la pobreza y las drogas baratas, caldo de cultivo para los mensajes emitidos desde las alturas que instigan y exacerban las diferencias.

 

Porque de eso se trata, de crear lobos. La ciudad es la guarida del lobo, es la casa de Mercurio, dios del comercio y también del engaño, es el olimpo de las clases pudientes organizadas como Estado, es la garrapata desde donde se succiona la vida al sector primario de la producción social, y donde se mantiene bajo control al sector industrial y al mundo de los servicios, ser-vicios. Para que admitamos y toleremos este estúpido maridaje de suntuosidad propagandística y pobreza cutre, el Poder estatal ha tenido que formar unos “cinturones protectores”, ya sean físicos (las famosas zonas verdes en países en vías de desarrollo, amuralladas literalmente para separar los dos mundos, o los sospechosos proyectos de las ciudades de los 15 minutos), como ideológicos, en forma de mantras interiorizados por la población que hagan tragable el sometimiento. Una de estas ideas que vertebran y sostienen la defensa del Estado y de lo “público” es la de la imposibilidad del pueblo para autogobernarse, dada la tendencia natural de los individuos a buscar su propio beneficio y que le hace enfrentarse al resto de los humanos, que se convierten en competidores despiadados: ‘El hombre es un lobo para el hombre’. Este lema, popularizado por Hobbes para expresar la esencia consustancialmente predadora del ser humano, es el que sirve de justificación al Leviatán estatal. Sin embargo, este dicho lapidatorio sobre la condición humana es sonsacado, no del estudio desprejuiciado de la historia humana, sino de la parte más pequeña pero más influyente de ella, las clases propietarias que, como es habitual, escriben la Historia a su gusto, sonsacando solo aquello que refrende su visión egoísta y desalmada: la imagen del nacimiento de Roma, la loba que amamanta a Rómulo y Remo, es la expresión perfecta del alimento que nutre el espíritu Imperial.

 

La frase está sacada de Asinaria, obra de Plauto del año 210 a. C. aproximadamente, que decía: ‘Lupus est homo homini, non homo, quom qualit sit non novit’ [1] (acto 2, p. 495). Plauto se hace eco aquí de una idea supuestamente bien asentada en la cultura popular acerca del recelo y la desconfianza ante los demás, que a la mínima te la juegan. Pero es que el contexto social de la obra es la sociedad romana, ya muy degenerada por la propiedad privada, el esclavismo y el dinero, y por eso hay que reconocer al autor, como a toda la cultura clásica, su honestidad a la hora de exponer la causa de dicha desconfianza: el desconocimiento del otro. Es esta ignorancia hacia los demás, hacia los iguales, lo que busca fomentar el Imperio. Cuando Plauto escribe Asinaria se desarrolla la II Guerra Púnica (217-205 a. C.), con Aníbal invadiendo la Península italiana y ganando batallas, una tras otra, al potente y numeroso ejército romano, e incluso reclutando entre los pueblos itálicos tropas para unirse contra Roma. En este momento de paroxismo del conflicto imperialista entre las dos grandes potencias mediterráneas, y claro debacle de la todopoderosa Roma, Plauto nos muestra la decrepitud moral de la sociedad romana e introduce, en un contexto distendido y frívolo (importante para evadir la tensión que sufría la población en ese momento), una enseñanza: los hombres convertidos en bestias que solo miran por sí mismos no pueden salvar la República; ésta se acabó salvando solo porque el contrincante cartaginés era igual de desalmado y rapaz que el romano. En esta guerra, la eterna Roma estuvo a punto de ser menos eterna.

 

Esta es la dialéctica recursiva de todos los poderes jerárquicos: si quieres mantener el poder tienes que debilitar y encanallar al pueblo, pero si encanallas y debilitas al pueblo, te quedas con poco músculo para mantener tu poder, porque la gente produce poco y mal, y pelea aun peor. El arte de gobernar, en el que llevaban instruyéndose las elites desde hace unos 4.000 años desde los primeros protoestados, permitió a Roma construir una máquina estatal bien engrasada que, en sus partes esenciales, ha sido copiada por los poderhabientes de Occidente, entendiendo el ejercicio del Poder como una especie de guerra total, en donde las legiones y el poder militar, si bien determinantes, son solo uno de los pilares del Imperio. Roma legó a los futuros mandantes toda una mentalidad imperial, una forma política de actuar donde la paz no es sino una guerra latente, y donde todas las medidas adoptadas en el terreno político sirven al propósito de reforzar sus posiciones de mando al tiempo que debilitan las del mandado.

 

Por eso detrás de cada actividad siempre debemos hacernos la pregunta: Qui prodest? para reconocer si, detrás de cada propuesta, movimiento o evento se encuentra como beneficiario el Estado y los poderosos. El control ideológico para debilitar al enemigo, mediante la archiconocida fórmula latina divide et impera, generando cizaña en el seno de las clases desposeídas, fomentando el odio y la desconfianza mutua entre el pueblo, es una de las herramientas predilectas por los mandamases. Junto a ello, están los instrumentos degradantes de las actividades improductivas urbanas, dedicadas al mercadeo y a la intermediación, que educan en la idea de utilizar a las personas como medios, al igual que los espectáculos sufragados por el Estado, el panem et circenses que, además de mantener entretenida y embrutecida a la población, sirve también para exacerbar diferencias entre el populus [2]. En definitiva, Roma enseñó a las siguientes generaciones de jerarcas que un monto importante del erario público tenía que invertirse en “desvirtuar” (quitarles la virtud, la fuerza interior) a los dominados, pervirtiendo al máximo la esencia humana para convertirla en populacho y así justificar luego la presencia de su estructura estatal como mediadora de conflictos entre individuos o grupos enfrentados, justificando el latrocinio en forma de impuestos.

 

Frente a ese mundo degradado se levantó el movimiento esenio y el cristianismo. El mandato de amar a tu enemigo y poner la otra mejilla, que tanta sorna y vituperio causan entre los sofisticados seres asociales contemporáneos, se entiende perfectamente desde la óptica sodalicia, en el sentido de romper el odio que había exacerbado el Poder romano entre los iguales, y limar asperezas en el seno del pueblo, dirimiendo las diferencias con cordialidad, para estar unidos contra el tirano imperial. Los versículos en Mateo 10:16 recogen esta mentalidad: ‘Mirad que os mando como ovejas en medio de lobos’.

 

Las enseñanzas históricas de la vida cotidiana en las comunidades populares, nada perfecta ni conflictiva, pero sí solventables en el seno de las asambleas de vecinos (la palabra ‘iglesia’ proviene del término griego que significa ‘asamblea’) es una muestra real y nada ilusoria de lo que ha sido la vida del pueblo, cuyas estructuras horizontales han pervivido prácticamente hasta ayer en forma de concejos abiertos, de monasterios familiares y dúplices, de mutualismo cooperativo, de batzarre, de hacendera, de crianza colectiva, de propiedad comunal múltiple (montes, prados, batanes, molinos, herrerías, iglesias, puentes, etc.), la cara oculta de la historia que no interesa contar, de las gentes sin historia[3]. Los sistemas políticos actuales, fundados a raíz de las revoluciones liberales en el XVIII, buscaron dar el golpe de gracia a las estructuras convivencialistas en las que la inmensa mayoría de la gente había vivido, donde cada uno se conocía desde su nacimiento hasta su muerte, y donde la solidaridad de grupo era tan compacta que a los poderes económicos-militares les costaba mucho doblegar e implantar sus planes de saqueo para con las propiedades populares.

 

Hoy día, en la “Roma” actual, la labor de los servicios de propaganda, como el sistema educativo, la política, la industria cultural y de ocio sigue siendo la de difundir y propagar al máximo esas ideas de desconfianza, de recelo, odio y envidia, es decir, de desconocimiento alienante. La exacerbación de conflictos en las redes, gracias a la utilización de algoritmos que pueden inundar a discreción las plataformas que son la nueva televisión de bolsillo, las drogas con la alienación inducida que pueden llevar hasta vender a tu madre, y la desmemoria histórica que no permite conocer la trayectoria de tus ancestros, ahondan en esta ignorancia de uno mismo, para hacernos manejables. Los medios de comunicación mediáticos inundan sus canales con sucesos depravados, gentes con cuchillo por las calles, matanzas de adolescentes en EE.UU., violadores, maltratadores, pederastas, timadores, etc., con el mismo objetivo de crear esa sensación de indefensión ante “el otro” que haga asumible la existencia del Estado “protector”, con sus tributos, sus institutos armados y sus campañas reeducativas. No importa que sean una ínfima parte y que además sean gente perturbada, en mayor parte precisamente por el propio Sistema. El poder de la hipervisibilización del Mal anula la cotidiana presencia del Bien en las relaciones horizontales.

 

Los partidos políticos son otro de los instrumentos preferidos por el Poder estatal para generar disensiones, especialmente la dinámica perversa entre izquierda y derecha, donde se arroga la izquierda la supuesta defensa de postulados populares vinculándolo al progreso, y éste último se concreta en una espiral de innovaciones constantes que rompen todas las estructuras sociales y de la propia personalidad, como si el problema de todo fuera justo lo estable y lo propio. Una idea fascista, por otra parte, la de adorar a todo lo que se mueve por el mero hecho de que va hacia adelante... sin saber qué es eso de ir hacia adelante. Esto, lo que hace es generar un poso de insatisfacción entre el pueblo, que hastiado de tanto movimiento y deconstrucción, decide optar por conservar lo que tiene y anhelar raíces, lo identitario, que es usado por la derecha para alimentar lo patriotero. Por eso, la izquierda y la derecha se retroalimentan y se busca así justificar el bipartidismo, en el que se fundamenta el stablishment contemporáneo. En cuanto a la industria de ocio, las series de televisión, los programas de variedades y de socialité, el fútbol y los espectáculos deportivos, el humor[4], todo está atravesado por esa idea de hacer leña del árbol juntero caído de lo convivencial.

 

En la Roma actual, la loba-Estado nos sigue nutriendo con su leche envenenada, cargada de Poder, Imperio, interés, violencia, incultura y mucho odio. Sin acabar con ella no podremos recuperar el frágil equilibrio entre el bien y el mal que caracteriza a la condición humana, y seguiremos la senda de la bestialidad y de la sociedad granja con que tanto ahínco los poderosos se esfuerzan en crear. La única manera de invertir el desarrollo de la Historia del Poder es despreciar ese icono lobuno, egoísta y depredador, por otro más frugal y asociativo, tal vez la oveja del primer cristianismo, por ejemplo, que nutra con su leche carneros de buena cornamenta que enfrenten a todas las manadas de lobos y, por fin, se pueda doblegar al Imperio, dándole la vuelta al nombre de su ciudad: Roma vs Amor.

 

En Septiembre de 2021 se volvió a colocar en Gran Vía 18, en el centro de Madrid, la imponente estatua de la loba capitolina amamantando a Rómulo y Remo.

 

Jesús Trejo

 

[1] ‘El hombre es un lobo para el hombre, cuando desconoce quién es el otro’. Esta frase se pone en boca de un criado que trae el dinero producto de una venta de asnos (asinaria significa ‘la comedia de los asnos’), y que es reticente a entregárselo a los esclavos del propietario, porque no se fía, y con razón, dado que éstos están compinchados con su amo para que su mujer no se entere de que ha recibido el dinero y así gastárselo en comprar los favores de una joven, también deseada por su hijo. Muy edificante toda la trama.

[2] Desde muy temprano se generaron facciones en el seno de la población, que dividían por colores a los aurigas. Ver Panem et circenses. Una historia de Roma a través del circo. Alianza, 2018, de David Álvarez.

[3] David Algarra acertó plenamente al subtitular su libro El Comú Català acerca de las comunidades concejiles en Cataluña como ‘La història dels que no surten a la història’.

[4] Series de gran audiencia como Aquí no hay quien viva o La que se avecina instruyen con gran ahínco en estas ideas egoístas y pérfidas, presentando la convivencia como un infierno grotesco. Otros programas como El chiringuito o Sálvame ahondan siempre en el enfrentamiento, y ya no digamos los programas de tertulianos políticos. Respecto del humor, el formato stand up se ha especializado en ridiculizar a gente del público para montar la actuación.

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Comentarios

Jordi
hace 10 meses

Interesante artículo, deduzco un intento de renovación del poder estatal de régimen socialista (o de corte neofacista) y una economía de tecnocracia ultracapitalista. Ambos grupos han trazado un plan en tres etapas para consolidar su dominio: En primer lugar, buscan suprimir la autodeterminación de los pueblos europeos como los ibéricos y erosionar sus identidades culturales mediante el fomento del conflicto entre diferentes culturas importadas de otros lugares. Consideran que solo a través del conflicto las personas y sus comunidades pueden ser gobernadas de manera efectiva. En segundo lugar, utilizan la guerra social como herramienta para enfrentar a grupos religiosos diversos y opuestos entre sí. El objetivo es socavar las estructuras políticas nacionales existentes y reemplazarlas con un nuevo poder supraestatal y sus sucursales los estados europeos. Y en tercer lugar, a medida que avanza este proceso, se promueve una injusta desigualdad en la que el poder estatal y las élites, que forman parte de la casta superior, toman el control absoluto sobre nuestras vidas y derechos consuetudinarios.

Nos dirigimos a una sociedad que se caracteriza por el odio y sigue los principios del estatismo, la guerra y la violencia que se propagan por las calles de las ciudades europeas. Todo esto se lleva a cabo bajo la justificación de restaurar el orden por parte del estado y las élites, quienes alegan actuar en nombre de fundaciones humanitarias, foros elitistas o think tanks, las únicas y capaces que pueden remediar esta situación. Utilizan tácticas de control, miedo y represión, estableciendo estados militares y recurriendo a la inteligencia artificial, siguiendo el modelo del Partido Comunista Chino. De esta manera, la población se verá obligada a pedir ayuda cuando su vida esté en peligro y aceptar su alienado transhumanismo como única via de progreso y salvación.