Por Antonio Hidalgo Diego

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Hizo falta instalar un enorme y absurdo péndulo en el Panteón de París para demostrar que nuestro planeta se pasa la vida girando sobre un mismo eje1. También existe el movimiento de traslación, pero después de un viaje astral de 930 millones de kilómetros, los pobladores de Gaia retornamos cada año al punto de partida, sin que nada cambie, sin conseguir alcanzar el sol. Los Vedas afirman que la historia es circular y Nietzsche nos dio la murga con el principio de eterno retorno. ¿En qué acabó la Anábasis que narró Jenofonte, esa expedición militar de 10.000 soldados griegos contratados como mercenarios por el persa Ciro el Joven? Como Ciro murió en combate, de nada sirvió la heroica victoria griega lograda contra un ejército más numeroso, así que los europeos tuvieron que volver a casa con las manos vacías, igual de pobres, fuertes y valerosos, solo que más viejos, desengañados y exhaustos. Decía mi abuela que «no pasa el tiempo, pasamos nosotros». El planeta seguirá en su sitio, por más que se empeñen en «salvarlo» los bienintencionados ecologistas. Nosotros, en cambio, igual que el ecologismo de postureo, desapareceremos sin dejar rastro, sin que nuestro periplo vital nos haya conducido a ninguna Arcadia, a ningún Liliput, ni siquiera a la Luna, porque el dichoso péndulo nos devuelve siempre al punto de partida, solo que después de cada aventura regresamos más viejos, desengañados, exhaustos.
Para que nada cambiase, Antonio Cánovas del Castillo implantó, en 1876, un foucaultiano péndulo en la gobernación del Estado, el llamado «turnismo» o «sistema canovista», en el que el gobierno de España recaía en manos de dos partidos políticos que se alternaban en el poder, cada cierto tiempo2. La falacia del falso dilema parece muy estúpida a simple vista, y ciertamente lo es, pero funciona tan bien como la pequeña piedra en el camino con la que, pese a conocer su ubicación exacta, siempre tropezamos. Tras la muerte de Franco, las altas jerarquías del Estado decidieron qué dos partidos se alternarían en el gobierno cada cierto tiempo, los populares, que conformaron una nueva formación integrada por franquistas del Opus Dei y algún que otro falangista, como Manuel Fraga; y un renacido PSOE, al que las inteligencias alemana y estadounidense decidieron resucitar, igual que resucitó Isis a Osiris, recogiendo los fragmentos para ensamblar un Frankenstein conformado por una base de progres antifranquistas adictos al dinero, liderados por hijos de militares franquistas3. El turnismo del Régimen de 1978 sustituyó el pucherazo, o fraude electoral, por una obsolescencia programada de los gobiernos orquestada por los medios de comunicación de masas. Tras unos años en el «poder», periódicos, radios y televisiones empiezan a airear los trapos sucios del gobierno de turno para que los electores se cabreen, se movilicen y en las siguientes elecciones dejen de votar al candidato A, para dar su apoyo al candidato B4, azote de la mala praxis política, martillo de corruptos, aire fresco que entra por la ventana del Congreso de los Diputados, candidato inmaculado, mensajero de la esperanza, mesías que nos promete grandes cambios. Así que el candidato B gana los comicios, tal y como estaba previsto, y los gana para que nada cambie, para que, como cantaba Julio Iglesias, podamos decir: la vida sigue igual.
El recurso que suelen utilizar los medios para propiciar el cambio de gobierno que renueva el sistema suele consistir en destapar algunos casos de «corrupción». Que los medios den a conocer estas corruptelas sirve para que la opinión pública crea que los políticos corruptos son la excepción y que, casi siempre, acaban siendo descubiertos: el sistema funciona, pero podría funcionar mejor, sería el lema que resume el interés periodístico en acusar a políticos (casi siempre de segunda o tercera fila) de meter la mano en la caja del dinero de los impuestos. Nadie se atreve a decir que tal expresidente del gobierno es un narcotraficante. Nadie se atreve a señalar a grandes personalidades de la política española como implicados en crímenes de naturaleza sádica. Todos se atreven a decir, en cambio, que mindundis como José Luis Ábalos o Koldo García son políticos corruptos.
No es que haya políticos corruptos y otros que no lo sean, es que, en el mejor de los casos, el hombre o la mujer que hace carrera política solo tiene la intención de medrar, el ansia de llenarse los bolsillos para después obtener un ventajoso puesto de trabajo en la empresa privada a través de las llamadas puertas giratorias (algo que solo se consigue prevaricando); en el peor de los casos, el dirigente político es austero y solo se interesa por el ejercicio del poder, creerse dueño de la vida y de la libertad de sus gobernados5.
En todo caso, ¿por qué resulta tan escandaloso que un alto funcionario se beneficie económicamente de su posición? Cuando un caco te roba la cartera en el metro, ¿vas a perseguirlo para cerciorarte de que se gasta el dinero que te ha usurpado en museos y comida orgánica, y no en fiestas y alcohol? ¿Por qué nos preocupa tanto que Ábalos sea un putero y un drogadicto? Bajo mi punto de vista, lo más grave del asunto es plantearse: ¿quién es esta gente para tener poder sobre nosotros? ¿Quién es esta gente para robar por la fuerza el 60% de nuestra riqueza material en concepto de impuestos? Puestos a elegir, prefiero que no exista un Estado que me obligue a cumplir sus leyes y a pagar sus tributos. Lo que haga el Estado, lo que hagan sus dirigentes con ese dinero, me la trae al pairo. Me da igual que se lo gasten en sanidad, educación, carreteras, paguitas, prebendas, cocaína o travestis. Si el Estado fuese un buen gestor, cosa que es imposible, quedaría legitimado. Como decía una gitana, «ojalá que se gasten todo el dinero en la farmacia».
No me canso de recomendar la lectura del libro La rama dorada (1890) de J. G. Frazer. Esta obra compara el ciclo de la sucesión anual de las estaciones, vinculado a la actividad agraria humana presente desde el Neolítico, con la institución de la monarquía, de cómo el dirigente político-religioso absorbe los pecados de la sociedad y es inmolado en un ritual de sacrificio que rejuvenece, renueva y fortalece el sistema de poder. En nuestra patética sociedad, son tres pelagatos, Cerdán, Koldo y Ábalos, los sacrificados. Leyendo a Frazer, se entienden mejor las declaraciones de Koldo García Izaguirre, cuando dijo (8/4/2025): «Se le ha llamado 'Caso Koldo' cuando yo ocupo un 10% del sumario (…) Un cabeza de turco siempre sirve de cortafuegos».
Koldo, eres un pringado. Eres un chorizo, como todos los demás políticos, pero el Estado ha decidido que solo tú (y algún que otro tolay más) vas a ser el chivo expiatorio. Te ha traicionado la loba Luperca, de cuyas tetas has estado mamando durante muchos años. Como se dice vulgarmente, ajo y agua.
El «centrista» Suárez tuvo la importante misión de accionar el movimiento del péndulo y endiñarnos el Régimen del 78, para que todos lo aceptaran. Si Adolfo fue Lenin, González interpretó el papel de Stalin, pues al abogado sevillano le tocó hacer casi todo el trabajo sucio, ese en el que se sentía como pez en el agua: meter a España en la OTAN y la CEE, desmantelar el sector industrial, desproteger al trabajador asalariado, inundar el país de droga y hundir la calidad media del sujeto. Aznar infló la burbuja inmobiliaria y llenó el país de inmigrantes extranjeros. Zapatero consiguió que el Estado creciera como un tumor maligno, además de convertir a España en un estado confesional, con la imposición de la religión feminista y de género. Rajoy calmó los ánimos del votante cabreado, haciendo de trampolín de Sánchez, quien convirtió al Estado en una dictadura formal con la excusa del COVID-19, hundiendo por completo a autónomos y pequeña empresa, obligando a todos a ser esbirros del Leviatán.
Pero los días de gobierno del infame Pedro Sánchez llegan a su fin. Todos los medios de comunicación, sin excepción, han sacado las cornetas y tocan a retirada6. El texto editorial del periódico británico The Times (16/6/2025) sentenció al presidente socialista con frases como «los españoles merecen algo mejor», «es hora de que Pedro Sánchez gobierne o diga adiós» o «la fiesta ha terminado». Desde hace años, Internet, las redes sociales, están en manos de la derecha. Liberal o identitaria, nostálgica, conspiracionista, fascistoide, incluso neonazi. La mayoría de los jóvenes rechaza profundamente los postulados de la izquierda, que ha perdido la batalla ideológica. Tras el gobierno PSOE-Sumar, el péndulo se dirige hacia la derecha rumbo al nuevo gobierno que conformarán PP y Vox. ¿Por qué tanto interés? Porque este nuevo ejecutivo será el encargado de estimular el espíritu patriótico, aumentar el gasto militar, reimplantar el servicio militar obligatorio, incrementar el número de funcionarios de las FCSE y llevarnos a la guerra.
Como dijo un sabio, «el que vota, amo quiere». La revolución integral constituye, hoy por hoy, la única alternativa al sistema del Péndulo de 1978. El poder no nos empodera, es un mal, así que renunciamos a él, manifestando nuestra repulsa a la concentración de cualquier poder, militar, político, económico o ideológico. Ni votamos ni nos presentamos a las elecciones. Somos la voz de la conciencia que le recuerda a nuestros iguales que no deberían votar, que no deberían simpatizar con los unos o con los otros, que se deben gobernar a sí mismos, que nadie tiene que tomar decisiones en su nombre, que el pueblo debe ser soberano y que las instituciones del Estado son nuestras enemigas. Las redes sociales son un hervidero de ciudadanos enfadados, indignados que acusan a determinados políticos de inmoralidad. ¿Os habéis mirado al espejo? El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. La revolución integral no se preocupa de que «nuestros» dirigentes políticos sean honestos, íntegros y transparentes, sino que trabajamos para autoconstruirnos como sujetos de calidad, para no dejarnos seducir por los cantos de sirena del poder y del dinero, para fomentar la virtud en nosotros mismos y en todos aquellos que no se quieren dejar engañar, que no quieren delegar su vida y su libertad en manos de altos funcionarios, más o menos «corruptos».
Porque el planeta seguirá girando y volviendo al punto de partida. Después del verano llegará el otoño, y los seres humanos siempre tendremos que luchar contra nuestros demonios internos, porque no existen las utopías, los paraísos artificiales ni los santos. Pero sí podemos detener el péndulo, parar el tiempo y reflexionar por un instante acerca de cómo podemos emprender una transformación radical que nos permita construir una sociedad imperfecta que se rija democráticamente a través de asambleas soberanas. Una sociedad libre de «políticos corruptos» porque no necesitará políticos profesionales remunerados7.
Antonio Hidalgo Diego
1 Cantaban los Def Con Dos, antes de venderse por dinero como los mercenarios de Ciro el Joven, «y girar, sin parar, encima de un pedrusco que ha dado ya demasiadas vueltas, demasiadas veces, en el mismo sitio y sobre un mismo eje» (Que no te cojan, 1996).
2 El Partido Conservador (derecha, el PP de finales del XIX) que dirigía el propio Cánovas y el Partido Liberal-Fusionista (la misma izquierda que representa el actual PSOE), dirigido por Práxedes Mateo Sagasta.
3 Alfonso Guerra es hijo del condecorado brigada militar Julio Guerra, participante del golpe de Estado que se alzó contra la II República. Alfredo Pérez Rubalcaba era hijo del militar y rico empresario Alfredo Pérez Vega. Manuel Chaves es hijo del teniente-coronel Antonio Chaves Plá, amigo de Franco. El sucesor de Chaves en la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, es hijo del oficial del ejército Octaviano Griñán Gutiérrez, destinado al palacio del Pardo para defender la integridad del Caudillo. José Bono es hijo del alcalde falangista de Salobre, José Bono Pretel. María Teresa Fernández de la Vega es hija del abogado falangista, premiado por el Régimen, Wenceslao Fernández de la Vega Lombán. Y así podríamos escribir muchas líneas, con el padre de Vicente Álvarez, un guardiacivil represor del maquis; el padre de Mariano Fernández Bermejo, oficial del ejército y falangista, igual que el progenitor de Manuel Marín; como falangista era el padre de José Enrique Soriano; José María Barreda era el hijo del cacique franquista de su comarca; Pasqual Maragall era la mano derecha del sempiterno alcalde franquista de Barcelona, José María Porcioles; el cántabro Miguel Ángel Revilla no necesitó ser hijo de falangista, sino que él mismo lo fue en su juventud; Carmen Romero, primera esposa del capo del PSOE, Felipe González, es hija del coronel franquista Vicente Romero y Pérez de León.
4 Además del votante-veleta, el único que puede alterar el resultado de las elecciones, está el votante-cliente, ese que vota siempre al mismo partido o al mismo lado (izquierda o derecha), en muchos casos, porque su puesto de trabajo o su paguita dependen de quién esté en el gobierno. También existe la figura del votante-estamental o dime de qué trabajas y te diré a quién votas, sin olvidarnos del votante-lobby (LGBTI, vegano, ecologista, católico…). Ya se pueden imaginar qué colectivos se inscriben en la izquierda o en la derecha.
5 Tres ejemplos de políticos austeros, a los que solamente seducía la voluntad de poder, pero no la riqueza material, fueron Francisco Franco, Adolf Hitler o Iósif Stalin. Aunque también existen los animales políticos completos, esos que aúnan la codicia material con el más descarnado gusto por el ejercicio del poder. Por poner algunos ejemplos, entrarían dentro de esta definición veteranos como Jordi Pujol o Felipe González.
6 Si consultamos (1/7/2025) las portadas de todos los diarios de gran difusión (todos ellos licitados y subvencionados por un mismo «dueño», el Estado), sus titulares contribuyen al desprestigio del gobierno, también los periódicos de izquierda más adictos al PSOE. La única excepción es la del rotativo catalán El Punt Avui, cuya noticia de portada es de perfil inmigracionista.
7 Para conocer nuestro proyecto, el de la revolución integral, puedes consultar la breve obra de autoría colectiva Bases para una revolución integral, disponible en papel en Editorial Bagauda o, si prefieres descargar un pdf gratuito, en el sitio revolucionintegral.org.
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