Por Jesús Trejo

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Voy a concederles a los nostálgicos del franquismo la razón en la frase “con Franco se vivía mejor”. Pero no utilizando su argumentario de pleno empleo, seguridad, acceso al crédito y la vivienda, etc. Con Franco se vivía mejor porque había algo contra lo que luchar.
Vida y lucha es lo mismo. Y no en el sentido nietzscheano-darwinista de la lucha contra tus iguales, sino al lado de tus iguales. En las experiencias personales que nos han conformado a cada uno de nosotros, encontramos la más pujante vitalidad en los momentos cuando hemos estado bajo la fragua del dolor y el sufrimiento en defensa de lo que amas. La superación de una enfermedad difícil, la asistencia en la agonía de un ser querido, el enfrentamiento contra un matón de colegio o un matón uniformado estatal que abuse de gente indefensa, todas estas negaciones de lo vital servían para alimentar tu anhelo de lucha, por aferrarte a la existencia, por reivindicarte como parte sensible del todo universal, donde tus poros se abrían como nunca, percibiendo al máximo el misterio de la Vida. “Nunca fuimos mejor que en las montañas”, esta frase magnífica, dicha por uno de los supervivientes del accidente de avión que ocurrió en la cordillera de los Andes en 1972, que tuvieron que enfrentar unas inhumanas condiciones gracias a solidaridad, entrega y sacrificio, lo expresa a la perfección.
Los últimos decenios de bienestarismo nos arrebataron esa condición esencial de lo vital, y ya solo podíamos tener puntualmente acceso a esa experiencia adrenalínica de enfrentarte a lo imposible en soledad mediante retos sublimados, en forma de pruebas deportivas agónicas como maratones, ultratrails de montaña, pruebas ciclistas como la quebrantahuesos ( cuya demanda masiva provoca que las inscripciones se acaben en cuestión de horas, pagando además un precio elevado). También estaba la opción del recurso químico de las drogas, que igualmente han inundado el mercado de consumo, y por eso se las llama “drogas de abuso”, bajo la indulgente vigilancia de nuestro querido narcoestado de bienestar.
Los nuevos tiempos van a barrer de un plumazo ese estado zombi y autista en que hemos estado vegetando. Y no me malinterpreteis pensando que mis palabras sugieren un apoyo a las guerras imperialistas que se nos vienen encima. Esto va a ser impepinable y por mucho que lo queramos negar, lo único que conseguiremos es quedarnos paralizados ante el Mal cuando llegue, en forma de conscripción obligatoria, de bandadas fascistizoides paramilitares y de economía de guerra.
El nuevo escenario de tinieblas bélicas van a ser un acicate para la Luz. Sólo brillamos en la oscuridad, y el patético hombrecillo egoísta y blando sucumbirá, muriendo, bien en el colapso por la imposibilidad de aceptar la realidad cuando sea internado en campos de adiestramiento, o bien directamente como carne de cañón en algún frente, seguramente en África o en la frontera norte europea.
La guerra que se está fraguando traerá muerte, mucha, pero también traerá la posibilidad de una resurrección de lo humano. Y los cambios que deben ocurrir en nuestra sociedad para purgar tantos excesos degenerativos son de tal magnitud, que deberemos pasar por un largo proceso de caotización de lo personal y lo social hasta que podamos cuestionarnos nuestra propia existencia subsidiada y las instituciones que han comandado nuestra vida de cartón piedra, alienada y falsa, alejada de la verdad misteriosa y mágica del universo contenida en cada individuo.
Os iba ahora a soltar una retahíla libresca sobre la actualidad de lo antiguo, sobre la importancia para la resurrección de los cuerpos y los espíritus que tiene la vuelta a la lectura reflexionada de los clásicos, al enigmático Heráclito y su sugerente idea del flujo conflictivo que es el todo vital, y de su relación con la alegoría cristiana de la pasión, ahora que hemos pasado la semana santa. Pero me parece que sobran las palabras, que a veces son cansancio, y simplemente os emplazo a las estanterías donde se compendian esos saberes de verdad, y parodiando la coletilla aforística de Jesús después de soltar una de sus parábolas: “el que quiera leer, que lea”1. Os abrazo amigos.
Jesús Trejo
1 La obra de Felix Rodrigo Mora que compendía esta muerte y resurrección en el porvenir se titula “Manual para una Revolución Integral Comunal” y es la expresión más actualizada de la visión heracliteana de la existencia. Respecto a Heráclito, cualquier libro que recoja sus “Fragmentos” sirve para incitar la reflexión, estimulada por el tono enigmático, como todo en la vida.
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