Por Jesús Trejo

¡Qué hostia más guapa me he dado este fin de semana en el albergue de peregrinos “ave fénix”, de Villafranca del bierzo, lugar de celebración del IX encuentro por la Revolución Integral! Había sido invitado a desarrollar uno de los puntos del programa, bajo el título “Balance de comunicación. Táctica y dialéctica” y quise sorprender a la audiencia con una serie de técnicas de captación atencional, que eran precisamente aquellas que iba a criticar en mi disertación. Ironías del discurso.
Lo que quería transmitir bajo el pretexto del título era que el objetivo en la fase actual de nuestra propuesta transformadora consistía en recuperar la dignidad y autoestima del pueblo, alimentarle ideológicamente para hacerle fuerte, porque su estado actual de desnutrición no le hacía apto para cualquier empresa mínimamente difícil, y menos aun de aquellas más esforzadas como el cambio individual y social que plantea el movimiento revolución integral.
La cosa fue de la siguiente manera: después de usar una introducción peliculera, a continuación pasé a desarrollar la, para mí, sugerente metáfora culinaria de que la tarea de alimentar al pueblo era una receta que necesitaba complementar tres grandes elementos necesarios, y además un prerrequisito para que la oferta gastronómica fuera reconocida. Esos tres elementos eran por un lado un buen fuego, trasunto de saber usar la candente actualidad, aquellos temas que calientan el ambiente social; luego unos buenos ingredientes, que vendrían a ser toda la línea argumentativa del programa de la Revolucion Integral a divulgar, y por último un buen local, haciendo referencia al acogedor ambiente que debe prevalecer en cualquier lugar de comidas, donde los comensales se sientan cómodos y en su casa.
Si alguno de estos elementos no se usan convenientemente, puede que el menú ofrecido se vaya al traste. Por ejemplo, se puede fallar con el fuego y no acertar escogiendo los temas de actualidad; podemos igualmente fallar a la hora de preparar los ingredientes, al no condimentar con maestría algunos temas de difícil digestión, como ocurre con el antimigracionismo, el tema del armamento general del pueblo o el desprecio al bienestarismo, y por último, hay que cuidar el ambiente en el que ofrecemos el ágape , con unas formas cuidadas de exposición, y el trato fraternal y respetuoso de los asistentes, etc.
Aun así, si todo estuviera perfecto, habría un prerrequisito sin el cual ningún proyecto de restauración podría triunfar.. Nos referimos al hambre, a la predisposición por parte de la población a ingerir nutrientes, a buscar imperiosamente comida. Y aquí comenzó a fraguarse mi error, cuando quise sentenciar de manera lapidaria que lo que faltaba hoy día era el instinto por una compresión teórica de lo que ocurre, que vivíamos bajo la cultura del snack, una sociedad acostumbrada al picoteo de noticias fragmentadas que saciaban lo suficiente como para no tener que demandar un buen menú nutritivo. Con ello pretendía cerrar de manera elegantemente resignada mi intento por explicar el fracaso de nuestros intentos divulgativos hacia la población más joven y con más apetito.
Cuando acabé mi exposición, Alicia no se resignó a mi explicación oportunista. Ella planteó que la juventud todavía tiene hambre, y que lo nota en su hijo, pero que los menús ideológicos ofrecidos como propuestas no les llenaban, no les convencían por no estar bien presentados, no eran sugerentes ni les hacían salivar: ella creía que el hambre les devoraba por dentro, y de ahí las búsquedas incansables a través del elemento comunicacional por excelencia en nuestros días, las redes. Mi respuesta fue una evasiva condescendiente, que me ha estado revolviendo por dentro y me ha impulsado a escribir este artículo, como colofón a mi aportación al noveno encuentro, y de paso agradecer a Alicia su puntualización, la cual además despaché con poca fortuna.
Siguiendo con el símil de la comida y la propuesta ideológica, el problema de la alimentación es una cuestión cultural. No todos los pueblos comen lo mismo, ni de la misma manera o cantidad. Su manera de procesar alimentos espirituales está condicionada a una tradición que ha calado en costumbres de pensamiento y de actuación. Por eso el ideario RI es fundamentalmente de ámbito europeo, porque la cultura occidental se diferencia de otros productos conceptuales generados en otros continentes, cuyos pueblos deberán desarrollar su propio menú revolucionario.
La juventud se ha caracterizado históricamente por ser el sector social más inquieto y contestatario, con más apetito por conocer, investigar y actuar a veces impulsivamente frente a las injusticias y desigualdades. Nuestra época, sin embargo, padece una anomalía extraordinaria de pasividad y conformismo con lo dado. ¿Por qué?
La franja de edad desde los 14 a los 30 años, ha adolecido de unos desarreglos en la alimentación ideológica que se han expresado en forma de sobrepeso cultural y trastornos neuróticos en forma de disonancia cognitiva. Traducido a nuestra cuestión, ha habido exceso de ideologías sobre todo por la imposición de la obligatoriedad legal del “derecho” a la educación hasta los 14 años, y la obligatoriedad de facto hasta casi los treinta con la afluencia masiva a la universidad. Ello ha provocado todo tipo de neuras mentales, puesto que nuestro cerebro, en la metáfora alimenticia que usamos, sería el estómago.
Los mecanismos aleccionadores han sabido canalizar el inconformismo propio de estas edades hacia reivindicaciones integradas en el sistema, como la lucha por defensa de derechos de minorías peculiares, como el LGTBIsmo, el ecologismo y el multiculturalismo, que no solo no compromete la esencia del poder, sino que incluso lo refuerza al incidir en la culpa de las clases populares por su ignorancia e intolerancia, y exigir que sean reeducadas por lo civil o lo militar. Pero también ha llevado al efecto contrario en otro sector de la juventud, al percibir que esas reivindicaciones eran impuestas desde todo el sistema educativo y mediático, y han llevado a una repulsión instintiva contra todo lo que tenga una mínima profundidad, abandonando con ello el hábito de la lectura reflexiva. Se han acostumbrado a una información sesgada y reafirmante de sus propias creencias, gracias a los mecanismos de retroalimentación que usan las redes sociales según las tendencias que los consumidores escogen.
Entonces ¿Cömo podemos adaptar el insulso pero nutritivo alimento revolucionario al paladar gourmet de los nuevos tiempos?
No tengo todavía respuesta apropiada, pero el hecho de plantear bien la pregunta es ya un esbozo de la solución. Por un lado, un sector amplio de la juventud seguirán bajo la apetencia de golosinas intelectivas, que solo agraden a su impulso placentero, y que quedan por ello cada vez más debilitados para entender el mundo y responder ante los embates devastadores que se avecinan: estos productos llenos de azúcares y grasas sería toda la industria del entretenimiento y de la diversión, los reels, tik tok, youtube o instagram atiborrados de emociones cortas e intensas, chascarrillos, y ocurrencias divertentes para contar y compartir con amigos y conocidos, La cultura del cuñao.
Pero habrá otro sector, el que más nos interesa, que sí quieran desprenderse de la adicción debilitante por lo dulce, y cansados de la flacidez espiritual de estos tiempos, busquen aquellos alimentos nutritivos y vigorizantes, aunque poco suculentos.. En la charla que he aludido al principio, usé la imagen de la película “el lobo de Wall Street” donde Leonardo di Caprio busca mostrar el secreto de saber vender un producto, pidiendo a un auditorio que le vendiera una pluma. Pues bien, en esta metáfora nutritiva nuestro ideario programático se parece a un brócoli, un superalimento que no tiene ningún atractivo por su sabor, y que debemos hacer llegar y vender a ese sector de la población interesado en la salud y el vigor individual, y no en pasarlo bien y disfrutar. Al igual que como he expresado antes, habrá diferentes maneras de prepararlo en el fuego, y también de presentarlo, y puede que si quieres vender los beneficios de un brócoli a un joven no sea la persona más idónea un adulto con traje y corbata.
Un brócoli seguirá siendo algo anodino y aburrido, pero tal vez un aderezo que llame la atención a una nueva generación de jóvenes atletas puede que sea la llave para hacer comestible y apetecible nuestra propuesta.
Esperamos vuestras recetas.
Jesús Trejo
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