La verdadera evolución

Publicado el 1 de noviembre de 2025, 16:55

Por Tombol

 

A partir de contenidos de la película “La selva esmeralda”(1985) de John Boorman)

(Advertencia: No se precisa el visionado de aquella para la comprensión del artículo redactado).

 

  • ¿Qué le pareció “La selva esmeralda”?

Pues una buena película. Es una producción más que satisfactoria, armada desde un planteamiento argumental sencillo. Su trabajo técnico es excelente. Y tiene un contenido más que es interesante, da para la reflexión.

 

  • ¿Cree, entonces, que tiene un buen argumento?

Trata del secuestro, y posterior asimilación, de un niño procedente de una familia acomodada de una urbe moderna en Brasil, por unos indígenas nativos de la selva amazónica. La asimilación del niño de las costumbres y hábitos indígenas desemboca posteriormente en diferentes hechos que sirven al espectador para contrastar el mundo civilizacional moderno con el de las civilizaciones indígenas primitivas.

 

  • ¿Es una vuelta de tuerca al mito de “el buen salvaje”?

La idea de “el buen salvaje” postula la creencia de que los seres humanos, en su estado natural, son puros, sin la malignidad y el egoísmo que les caracteriza en las sociedades modernas (y no tan modernas), esas que se han construido a partir de las estructuras del Estado-nación (o formas de Estado). Lo cierto es que el mito es refutado en la propia película con la presencia de “el pueblo feroz”, otra suerte de pueblo indígena, de costumbres sanguinarias y destructivas.

 

  • ¿Pero no se nos presenta, en la película, al “pueblo invisible”(los indígenas pacíficos) desde una visión idealizada?

Puede que en gran parte sí, pero más por falta de desarrollo en su descripción que de otra cosa. Por esta razón, este pueblo se presenta con ausencia de conflictos, y es entonces que, efectivamente, se cae en cierta idealización. Vemos que es un pueblo equilibrado (socialmente), de talante pacífico (cuestión nada extraña, pues muchos pueblos han sido así), con sus normas organizativas y tribales bien integradas, muy horizontal (el que parece el jefe vive como los demás), que se autoabastece por sus propios medios, con una sabiduría acumulada desde la experiencia (especialmente a nivel humano), con una integración en la naturaleza nada desdeñable. Son todos ellos elementos reales que existieron en muchos pueblos de culturas autóctonas, antiguas y no tanto, no se las ha sacado de la manga el director John Boorman. Démonos cuenta, además, que el concepto de individuo no existía como lo experimentamos en la actualidad. En aquel tipo de grupos humanos, el individuo estaba fusionado con la comunidad de iguales, y es entonces que tanto lo individual como lo colectivo operaban a la vez, quizás más lo segundo sobre lo primero. Y es por ello, también, que nos pueda parecer el esquema de Boorman tan alejado de una posible realidad, y es que no nos podemos imaginar siquiera una sociedad así.

 

  • ¿Entonces no cree en el mito de “el buen salvaje”? ¿O sí?

Es un mito, como bien dice la expresión que lo refiere. Pero ello no quita que contenga su parcela de verdad. La experiencia histórica demuestra la ferocidad y violencia de muchos pueblos primitivos (por citar los más conocidos y ejemplificativos, el caso de los Comanches, o del pueblo Inca). Por tanto, no se puede hablar que el ser humano sea puro y bueno por naturaleza. Démonos cuenta que la naturaleza que le rodea tampoco lo es. El ser humano es lo que es, valga la perogrullada. Y está expuesto a una germinación de posibilidades sometida por múltiples factores. A partir de ahí, podemos reflexionar. Al sistema imperante, al caracterizado por la concentración de poder, le ha interesado mucho hacer creer que el ser humano “es un lobo para el hombre”, como dijo Hobbes, para así implementar sus medidas coercitivas y de control. Lo cierto es que el ser humano puede ser muchas cosas, depende de muchas variables, y más teniendo en cuenta la complejidad propia de la naturaleza humana.

 

  • Si somos tan complejos, entonces tampoco está tan mal el mundo desarrollado.

La película nos es útil para comprender esta cuestión. Porque lo hace presentándonos una dicotomía extrema, la de la “civilización primitiva-civilización moderna”. Nos sirve para contrastar con más claridad esos dos mundos, para ver de qué está hecho cada uno de ellos. El boceto de Boorman exige profundizar un poco, de lo contrario nos quedaremos con que se está idealizando al pueblo primitivo (al no ser comprensible su posible realidad intrínseca). El contraste ofrecido es bueno, en mi opinión, pues se basa en verdades, en su base. Las civilizaciones actuales, todas ellas surgidas tras la intervención de los diversos Imperios, están absolutamente degradadas, aunque no lo queramos ver. En la película, esta cuestión está representada por los esclavistas y explotadores de mujeres, pero el ejemplo es válido pues es propio de las civilizaciones represoras con estructuras de poder organizado. Pero también lo podemos ver en el comportamiento sumiso de los operarios de la construcción, aunque para muchos eso estará normalizado como algo “bueno y positivo” por ser aceptado dócilmente por sus agentes implicados.

 

  • Pero, no lo acabo de entender… ¿De qué me está usted hablando, realmente?

La dicotomía que se nos ha vendido ha venido para que no entendamos nada, para que no salgamos de esa dualidad extrema. Como si solo existieran esas dos posibilidades. Una (la moderna) no es la evolución de la otra. Es solo un posible desarrollo. Pero pueden existir otras. Lo que parece claro es que el ser humano, desde su existencia básica, tiene la posibilidad de construir una sociedad formada a partir de un grado de libertad y equilibrio colectivo aceptables, humanamente hablando. Pero es condición para ello que funcione desde la horizontalidad máxima, sin acumulación excesiva de poder, a partir de una ética y unos valores que dignifiquen su existencia (procedentes de su experiencia), en grupos humanos organizados pero no ilimitados en número (para hacer orgánico su funcionamiento), en comunión con la naturaleza, que aúne tradición, conocimientos ancestrales y nuevos conocimientos… Es decir, habría que partir de algo básico para volver a empezar a construir una nueva sociedad.

 

  • Suena a utopía engañabobos.

Es una utopía vista desde lo hoy existente, tan establecido, tan aceptado. Los poderes mandantes se han encargado de que se haya llevado a cabo toda esta transformación, y con el beneplácito general. Pero, para los que se atrevan a pergeñar un mundo distinto, aquí tienen una nueva formulación. Los que la niegan, están negando lo mejor de sí mismos, su libertad para ver algo distinto.

 

  • ¿Pero no sería posible establecer un sistema que mantuviera un punto intermedio, que permitiera salvar los cimientos del mundo desarrollado?

Las sociedades modernas, implantadas por los Estados-nación, están contaminadas desde su base, y por eso no nos sirven como sistemas a desarrollar. La base es el elemento humano, eso es lo central, y en eso han fracasado todas las sociedades cimentadas desde estructuras de poder desmesurado. Los sistemas organizativos actuales anulan tanto al individuo como a la comunidad (en su esencia particular humana). La fuerza coercitiva y los métodos de aleccionamiento, venidos desde arriba, erigen unas sociedades deshumanizadas y despersonalizadas. Por eso, cada vez se parecen más unas sociedades a otras.

 

  • ¿Pero no cree que es consustancial al ser humano la existencia de mandantes y mandados?

Es evidente que las pulsiones de poder de unos humanos sobre otros han existido y siempre existirán, lo que no significa que no se pueda establecer un orden que regule esa cuestión. Ya vemos que ha sido posible en multitud de ejemplos históricos, muchas comunidades humanas se han autoorganizado, han sido capaces de crear sistemas asamblearios respetuosos con la esencia concreta humana, sin ir más lejos es el caso de las sociedades de los pueblos del Norte en la Iberia altomedieval.

 

  • Pero la evolución del ser humano, con el paso de los siglos, es lo que marca el camino…

Las ideas evolutivas se imprimieron a fuego en la mentalidad colectiva a partir de los rocambolescos idearios de Charles Darwin y otros. Con ejemplos concretos vemos que las ideas sobre la evolución están construidas desde una falacia. ¿En qué es superior el ser humano de hoy al de, por ejemplo, hace dos mil años? ¿Qué elementos, propiamente humanos, han evolucionado? Es muy claro que no se puede hablar de evolución humana (¿Cómo hablar de evolución cuando el ser humano común está perdiendo, de manera grotesca, sus capacidades para pensar, hacer, crear?), sí se puede hablar de desarrollo tecnológico, pero eso es otra cosa. Si estudiamos, mediante ejemplos concretos, la fortaleza interior mostrada por sujetos de la antigüedad en contraposición con sujetos de hoy, podremos constatar una realidad que elimina las dudas de toda esta cuestión.

 

  • ¿Debemos volver entonces a la jungla o a las cavernas?

Los análisis simplistas son pobres y huérfanos de perspectiva. Se trata de comprender cuáles son las nocividades y cuáles los aspectos de valor. “Evolucionar” debería contener, en su significado, el ser capaz de trascender ciertos errores, ahondar en nuestra esencia, construir algo que dé sentido a la existencia. Nunca podrá ser un camino exento de dificultades, y eso mismo servirá de acicate para mantener en “tensión” a la nueva sociedad. No es posible un mundo perfecto, ni un ser humano perfecto, todo ello son entelequias, pero sí podemos aspirar a una sociedad y a un ser humano aceptablemente libres, que viva una existencia suficientemente digna (en lo económico) y adecuadamente armonizada con la naturaleza. No son las cavernas. No es fácil verlo, y menos desde postulados reduccionistas y condicionados.

 

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Desde la RI se ofrece una alternativa real al orden social y político imperante en todo el orbe. Observando el panorama actual, vemos que no se alcanza a formular nada nuevo más allá de reformismos maquilladores, engañosos, anestesiadores para la comprensión de una aceptable verdad. Una auténtica transformación de lo existente pasa por abandonar la dicotomía reduccionista de “el hombre salvaje – el hombre estatizado” asimilada mayoritariamente, y atrevernos a pensar un mundo apoyado en otras coordenadas, las que rescatan lo particular y lo tradicional de nuestra cultura antigua e incorporan lo valioso de lo moderno, impidiendo la acumulación de poder y enriqueciendo lo más sustantivo, lo que mejore al sujeto como individuo social y al colectivo como grupo de individuos libres.

 

Tombol

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