El arma más poderosa

Publicado el 1 de octubre de 2025, 21:12

Por Tombol

 

El Estado, el factor esencial que domina y tiraniza todo el mundo de hoy, se erige desde su pilar fundamental, el monopolio de la fuerza. Es éste el que mantiene, en su base, el mundo en el que vivimos.

 

Pero la mayoría de la población parece no entender esta realidad, no la ve. Al Estado no le interesa que se vea, para así seguir creciendo, ampliando su dominación, para poder llevar a cabo sin problemas sus planes de sobreexplotación. Y es que el Estado no descansa, pues su ambición de poder es ilimitada, su razón de ser es seguir expandiéndose, multiplicar su dominio.

 

¿Y cómo hace para ocultar una realidad tal? Entraría aquí, para responder a la cuestión, el empleo de su arma más sibilina, esto es, el uso de la propaganda, la difusión de contenidos a través de los distintos medios de comunicación de masas, para engañar y manipular a toda la sociedad. Y es, entonces, que, con la difusión de mensajes, creencias, enseñanzas varias, etc. se adoctrina a todo quisqui, se le anula como sujeto pensante, se aborrega a todo dios y se le incapacita como individuo autónomo, incapaz de pensar por sí mismo, incapaz de ser y actuar como lo que podríamos llamar “un ser humano”.

 

Si vamos al origen de la palabra propaganda, encontramos que se trata del gerundio del verbo propagare: “Multiplicar” o “difundir”. Antiguamente, parece ser que se usaba en el lenguaje agrícola en referencia a semillas y cultivos. Luego se aplicó en el lenguaje bélico, en referencia a la conquista de tierras.

 

Pero su significado más común, tal y como se emplea en la actualidad (como propagación de ideas) parece ser que surgió en 1622 cuando el Papa Clemente VIII creó la Congregación para la Propagación de la Fe, con el objetivo de difundir los preceptos de la fe católica. En los siglos XVIII y XIX la palabra adquirió un uso más general, y se empleaba en el sentido de “divulgación”, dentro del marco de la política.

 

En resumen, la palabra propaganda procede del verbo propagar, que, en sí, no tiene ninguna connotación negativa. Pero ha sido el devenir histórico el que ha ido llenando de un contenido particular a esa palabra. Ese contenido, asociado a movimientos de la política, religiosos, sociales o artísticos, infiere que lo que se quiere es influir en los hábitos, creencias, opiniones y conductas de la población. Y en la actualidad tiene connotaciones evidentemente negativas, pues remiten al manejo de información practicado por regímenes totalitarios, lo que equivale a hablar de contenidos sesgados, manipuladores y malintencionados.

 

El uso de la propaganda es inherente al ente estatal. Estado y propaganda son inseparables.

 

De hecho, si hablamos propiamente de propaganda como la entendemos hoy, podríamos retrotraernos en el tiempo a civilizaciones pasadas, y nos toparíamos con su presencia, concretamente habría que acudir a las primeras formas estatales. En el Imperio faraónico, con sus grabados y escritos (de bajo impacto) lo podemos comprobar, o en el Imperio romano, con sus textos, sirva como ejemplo el emitido por Julio Cesar con “La guerra de las Galias” (se preocuparon de su difusión). No existen estudios sobre los efectos de esta difusión en el pasado.

 

A partir de aquí, podemos entender que la propaganda es polimórfica, esto es, se expresa a través de muchos lenguajes o medios. Y que la historia de la propaganda es la historia de los medios de comunicación. Es la historia de los emisores, esto es, del Estado.

 

En cuanto a su preponderancia vemos que, en la antigüedad, convivía con el ejercicio de la fuerza. Hoy en día se ha convertido en el “primer ejercicio” para la dominación, permaneciendo siempre el uso de la fuerza agazapado cuando aquello está operando.

 

El acto de la propaganda se compone de varios elementos: El sujeto emisor; el medio o canal de difusión; el contenido; la técnica propagandística; los efectos (el receptor).

 

El tema de la técnica propagandística es interesante y de utilidad conocerlo, y se corresponde mayormente con los principios ideados por Goebbels en la Alemania nazi. Son de fácil localización y por ello remito su estudio a la curiosidad de los lectores, pensemos que siempre es interesante conocer las tácticas y estrategias empleadas a fin de analizarlas y poder combatir sus efectos.

 

Pero lo que más me interesaba era el análisis del sujeto común como receptor de la propaganda, más allá de los estudios publicitarios pertinentes.

 

Si comparamos el nivel de aleccionamiento de la población, desde hace mil años para acá, vemos lo sustancial del cambio acontecido. En la Edad Media, en la Europa Occidental, un sujeto común no expuesto a la servidumbre real (lo que acontecía en la mayor parte de los territorios) no superaba la hora semanal de tiempo de “aleccionamiento”, y ésta era la empleada en la escucha del discurso eclesial dominical. En cambio, hoy en día, podemos considerar que la emisión aleccionadora es un 24/7.

 

Si uno entra en la red, insertando la palabra “propaganda”, una de las primeras cosas que aparece es un documento firmado por un teniente de navío, un tal P. Alvarez, con el título “Propaganda y manipulación de masas en el siglo XX”1. Aunque está redactado a título personal, está colgado con el membrete de la IEEE (Instituto Español de Estudios Estratégicos). Reconoce su autor que, “a la vista de su utilidad, su uso se extendió rápidamente al campo militar, alcanzando en este último su máximo exponente y desarrollo”.

 

En dicho escrito, el teniente abunda mayormente en la llamada propaganda de guerra, pero su texto se puede extrapolar a la de todo tipo, tal y como su autor reconoce. De hecho, ese breve estudio se enfoca en los diversos ámbitos propagandísticos, por los que nos resulta válido para su análisis general.

 

Informa Alvarez que “se ha considerado como herramienta de persuasión altamente efectiva lograr que las masas no utilicen el sentido común, es decir, su parte izquierda del cerebro, y por el contrario, pasen a usar su parte derecha, la que se corresponde a la parte imaginativa-creativa. Para ello se debe realizar un análisis emocional de la audiencia”.

 

Explicaría esta cuestión el desierto intelectual en que se encuentra el ideario de la RI. Explicaría esas reacciones tan viscerales e histriónicas contra cualquier formulación refutadora de los distintos mensajes manipuladores que se emiten a través de los medios. Explicaría porqué influyen más los buenismos que lo referente a la virtud o a lo enjundioso. Explicaría porqué hablar de Hamas no sirve frente a las imágenes de niños desnutridos en Gaza.

 

Se podría pensar que, a otro nivel, sí podría la RI aspirar a una mayor influencia, me refiero a los ambientes más intelectuales o académicamente preparados. Pero es aquí donde las ideologías ya han sembrado y recogido, y donde las nuevas ideas que se propongan parecen tener poco que hacer. El receptor, una vez ideologizado, no es capaz de abrirse a nuevos contenidos.

 

No cabe duda, entonces, que la eficacia que consigue la propaganda está más que comprobada, y no se ha reparado en medios para su efectiva ejecución, con los resultados que uno puede comprobar en su día a día.

 

Habla también P. Alvarez de la llamada contra-propaganda. Ésta (que no acaba de ser propaganda, según dice), aprovecharía las siguientes técnicas: 1) Encontrar el punto débil de la campaña propagandística y centrarse en ello; 2) desvirtuar al emisor para que éste pierda su credibilidad; y 3) mantener la iniciativa, no perder nunca nuestra posición. Quizás nos pueda resultar útil el estudio de todo ello.

 

¿Cuál es el camino certero para contrarrestar la propaganda emanada, de mil maneras distintas, por el ente estatal? Hay que entender que, en la actualidad, las fuerzas dominantes tienen un control total de la situación, dados sus métodos y capacidad mediática. Independientemente de que necesitemos estar formándonos a todos los niveles, quizás sería bueno tener en cuenta lo limitado de los planteamientos de la RI en este contexto, dado su escaso alcance.

 

Concluye P. Alvarez que “creamos necesidades básicas apelando a las emociones más llanas del ser humano a fin de que éste sucumba ante nuestras influencias”. El ser humano posee grandes capacidades tanto físicas como psíquicas, pero también es un ser muy voluble, muy moldeable. Comprender esta cuestión debería afectar a la manera en que se quiera transmitir cualquier enfoque que trate de contrarrestar los discursos contaminados por los medios.

 

No tengo las respuestas que puedan salvar esta situación tan difícil. Lo único que sí debemos tener claro es que se debe preservar lo esencial de la visión de la RI, protegerla de su aniquilación. Pudiera parecer ésta una labor menor, pero no lo es. Hoy, la acción estatal está acabando de demoler todo lo que no está bajo su control. Cuánto mejor comprendamos la realidad, mejor sabremos lo que hay que hacer.

 

 

Tombol

 

 

https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2019/DIEEEO40_2019PABALV-propaganda.pdf

 

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