Por Félix Rodrigo Mora

La ruralidad ibérica está carbonizada, quemada en numerosos lugares. Es una de las consecuencias del triunfo casi completo del Estado-Ciudad sobre el Campo-Aldea.
Los montes y bosques están desapareciendo no sólo por causa del fuego sino, principalmente, por las anomalías hídricas y climáticas que ocasiona la dictadura de la Ciudad sobre la ruralidad. Las sequías descomunales, las formidables olas de calor, los fuertes nevazos, la aridez estival creciente y las inundaciones devastadoras enferman y aniquilan arboledas y florestas. Desde 2003 la mala salud del bosque ibérico y europeo se ha hecho evidente, de manera que en los veranos arden árboles debilitados, a menudo simple leña muerta que se incendia con facilidad. La “seca”, o enfermedad de los quercus que ha eliminado ya más del 20% de las encinas y alcornoques en algunas zonas, es una expresión de ello1.
Lo que el Estado español, organizado como Ciudad-Ciudades, está haciendo en las áreas rurales es la causa primera de los enormes incendios forestales. El campo vive sin libertad, oprimido, humillado y culturalmente devastado, obligado a entregar tributos descomunales a las Urbes-Estado, soportando las demasías de la PAC y demás normativas de la Unión Europea y subordinado a los caprichos ecocidas del ecologismo al servicio del gran capitalismo. En él todo está prohibido, todo es delito para sus gentes.
La ampliación continuada de las áreas agrícolas a costa del monte, el pastizal y la dehesa, para abastecer a las ciudades, reduce el arbolado autóctono y, con ello, el decisivo vapor de agua que éste aporta a la atmósfera2. Esto ocasiona subida de temperaturas y olas de calor, incrementando además la persistencia e intensidad de los vientos. Y con menor humedad relativa del aire, más altas temperaturas y más viento los fuegos forestales se hacen difícilmente evitables y más devastadores que antaño.
Las plantaciones forestales, los pinos resineros para abastecer al hasta no hace mucho negocio capitalista de la resina, y sobre todo el artificial pinar de repoblación, puesto ahí por el franquismo, son otra causa decisiva de incendios, pues tales resultan ser teas incendiarias que echan a arder y explotan a la mínima. Nada de está haciendo para su sustitución progresiva por arbolado autóctono, encinas sobre todo…
La ganadería industrial en macrogranjas ha casi eliminado al pequeño ganadero que hacia pastar en extensivo a sus rebaños. En consecuencia, los montes no se limpian de hierbas y malezas por el pacer día tras día de los rebaños, convirtiéndose en colosales almacenes de productos altamente inflamables. A ello se suma que la escasa población de “la España vaciada” así como su elevada edad media, imponen que haya poca gente para las tareas de extinción, y de prevención3.
El modo de apagar los fuegos, una vez producidos, es inadecuado y cazurro. Se centra en los profesionales y en los medios técnicos, haciendo participar al ejército y despreciando el quehacer de la población rural, que es lo efectivo. En recientes inundaciones se acuñó la expresión “sólo el pueblo ayuda al pueblo”, y en los incendios se ha demostrado que “sólo los vecinos previenen y apagan los fuegos”.
Los territorios comunales, por el contrario, no padecen grandes fuegos, siempre que sean comunal auténtico, no apropiado de facto por las instituciones estatales4. La Tierra de Pinares de Soria, junto con su continuación en Burgos, territorio comunal desde hace muchos siglos, no conoce los incendios, porque en cuanto se detecta humo o llamas todo el vecindario acude a la carrera a apagarlo, en lo que es una hermosa manifestación de trabajo comunitario, de hacendera, es decir, de virtud cívica, voluntad de servicio y moralidad en actos. Esto es mega eficaz, en discordancia con los sistemas institucionales, tan lamentablemente inefectivos.
Los montes propiedad del Estado, o de terratenientes, o de sociedades mercantiles, o de grandes fondos de inversiones, son ajenos a la población rural, además de causantes de muchos de los males de ésta, así que, cuando se incendian, aquélla no se ocupa de ellos, salvo para proteger sus casas y bienes en las aldeas. La concentración de la propiedad, con la consiguiente expropiación a la rural gente de sus bienes y recursos, lleva a que toda arda, y cada año más.
Hay incendios espontáneos, pero también muchos provocados, por los agentes de los grandes negocios capitalista de la agroindustria, que desean comprar más tierras a bajo precio. Y por los ecologistas, para instalar sus funestos aerogeneradores y placas solares. A veces, por paisanos desesperados, que ya no puede soportar la PAC, la falta de libertades, los impuestos expropiadores, los precios ínfimos para sus productos y la arrogancia despótica de los altos funcionarios estatales y de la UE, de modo que, como acto de protesta, pegan fuego al monte. En ocasiones lo hacen también grupos de vecinos que responden así a la expropiación de su monte comunal por los ayuntamientos, las diputaciones, los gobiernillos autonómicos o el gobierno central.
El campo, la aldea, tiranizada, explotada y martirizada por el Estado-Ciudad es hoy un enorme haz de situaciones altamente inflables y explosivas. Sin un cambio radical de las relaciones sociales y de las estructuras políticas y económicas, los montes de Iberia difícilmente van a sobrevivir.
El Proyecto Arrendajo, con su concentración en la función salvífica del árbol y el bosque, capaz de regenerar el clima y el régimen de lluvias, es una aportación concluyente a la solución del problema de los incendios. Al forestar con quercus, con las especies productoras de bellota, regenera el monte, suaviza el clima, propicia las lluvias, reduce las olas de calor y constituye paravientos. Con todo ello, dificulta los incendios, que así serán menos numerosos y menos tremendos.
En la cloaca internet los habituales profesionales de la charlatanería y la inmoralidad ofrecen un buen número de “soluciones” a los grandes fuegos forestales. Se sitúan perpetuamente dentro del sistema, sosteniendo que desde él y con él el problema tiene solución, si se aplican sus milagreros remedios. Pero no es así, porque vivimos en un régimen político no-libre, tiránico, donde todo esta prohibido y todo resulta impedido. El sistema, que es la causa del mal, no puede ser la solución al mal. Y en los hechos no lo está siendo…
Daré los puntos clave, según mi criterio, de un programa antiincendios forestales. Extinción de las megalópolis, de las ciudades, o múltiple espacio físico del poder-poderes, distribuyéndose racionalmente la población por todo el territorio y restaurando el sistema de campo-aldea. Soberanía popular con un régimen de democracia directa. Comunal en toda Iberia, expropiando el gran latifundismo, las grandes empresas del agronegocio y las macrogranjas. Agricultura mínima y bosque máximo. Que el consumidor de alimentos sea al mismo tiempo su productor. Mantenimiento de los montes y extinción de los fuegos por medio de los trabajos comunitarios, como la hacendera, el auzolan, el fiado, la facendera, el tornallom y otros. Sociedad moral. Agricultura popular. Expulsión del Estado de la ruralidad. Recuperación de la sabiduría y la cultura popular rural. Movilización popular para forestar en 20 años una parte decisiva de la superficie ibérica con arbolado autóctono. Fusión entre ganadería, agricultura y silvicultura. Recuperar las lluvias y bajar las temperaturas estivales reforestando. Este programa, más extenso y en detalle. Se encuentra en “Manual para una revolución integral comunal”.
Félix Rodrigo Mora
felixrodrigomora.org
1 Sobre estas materias, consultar mi libro “Naturaleza, ruralidad y civilización”.
2 Lo que suceda aquí depende asimismo de la situación mundial, de la devastación de los bosques amazónicos, del África central, de Borneo, de Siberia, etc. Esto ocasiona sequía, subida de temperaturas y aridez en todos los continentes, pues los “ríos de vapor” de la estratosfera, encargados de hacer llover por doquier, son cada vez más débiles. Por eso los grandes incendios forestales son hoy un temible fenómeno planetario.
3 La causa de ello es el feminismo de Estado, por un lado, y el ecologismo neomalthusiano por otro, que han demonizado el sexo y el erotismo reproductivos, creando una situación demográfica más que preocupante, que en la ruralidad se hace pavorosa.
4 Para conocer mejor esto, mi libro “El Comunal”, y en mi web, felixrodrigomora.org, “Curso Básico sobre Comunal”.
Añadir comentario
Comentarios