La inmoralidad como primera causa de enfermedad

Publicado el 1 de diciembre de 2025, 22:16

Por Jesús Trejo

 

“Todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral o engorda”del álbum Inspiración y locura, 1990, Pata Negra.

 

El fin de semana pasado recibimos la noticia de que el padre de un amigo estaba en estado crítico por un infarto. La tardanza en recibir las ayudas y el protocolo RCP tan decisivo para estas situaciones no hacen presagiar nada bueno, y caso de que supere la crisis se quedará con secuelas seguramente inhabilitantes1. 

 

Cuando quedamos con este amigo para apoyarle e interesarnos por la evolución de su padre, estando algo compungido, nos reconoció que éste siempre ha sido un vividor y un follador, y que era de los que cuando tenían un problema, tiraba de pastilla y luego seguía de parranda. En sus palabras, no exentas de cierto orgullo, era un “disfrutón de la vida” .

 

Rápidamente mi actitud consoladora se vino abajo, y a poco no se me escapa un brindis por el libertinaje.  Este trabajador de Alcorcón, de 69 años, desarrolló la mentalidad consumista abrazada como programa vital entre las gentes desplazadas a los cinturones de la capital, y llevó a cabo el ideario propagado por los partidos obreristas, profundamente imbuidos por la visión socialdemócrata de que la única revolución posible es asaltar los bares, restaurantes y centros comerciales y acceder al supuesto lujo de los poderosos.  

 

Detrás de este hedonismo suicida se encuentra precisamente un problema existencial, en forma de depresión soterrada. La alegría es el cable de toma a tierra que nos permite seguir conjurando los fantasmas de la vida cotidiana, y en esta sociedad de la tristeza, Tristania, la euforia vital se produce artificialmente, con sucedáneos para mantener el buen tono mínimo y seguir produciendo para la maquinaria dual Estado-capital. Las antiguas estructuras lúdico-festivas populares, en forma de convivencia entre vecinos y familia extensa para celebrar con cualquier pretexto (nacimientos, comuniones, bodas, matanza del cerdo, fin de la cosecha, acabar una casa, un camino o un puente, o simplemente aprovechar el santo de turno para hacer una romería), donde el elemento animador provenía de la ilusión por convivir, y era expresada con cantos, chanzas, bailes, y por supuesto el vino de casa, sufrieron un golpe demoledor con la modernidad y se abrió paso a las nuevas formas embrutecedores del despotismo lúdico, sin que el pueblo participe de la creación y gestión de los productos divertentes y sólo sea un consumidor pasivo y adictivo del maná de turno (cigarros y hierbas, destilados, drogas, etc.). De la importancia que tenía recuperar el buen tono entre la población trabajadora para desempeñar sus funciones productivas, fueron bien conscientes los fascismos, impulsando tanto Mussolini con el “dopolavoro”, como Hitler, con su programa llamado “la fuerza de la alegría”, toda una plétora de actividades lúdicas, como teatro, bailes, comidas, etc., teledirigidas desde los ministerios. En la época de la transición española y sobre todo, con la famosa Movida madrileña, se volvió a dar al pueblo montones de evasiones y sustancias que mantuvieran el buen tono artificial Esto ha desembocado en la situación actual, donde las primeras causas de mortandad son los problemas cardiovasculares, y los cánceres, ambos íntimamente vinculados al consumo desmedido y patológico de productos psicotrópicos euforizantes o anestesiantes, la ingesta de alimentos adulterados con miles de sustancias tóxicas de la industria alimentaria, junto al tabaquismo, el alcohol… La buena vida, vaya. 

 

Pero si sumamos a estos problemas las patologías heredadas por las nuevas generaciones, de padres que se dejaron arrastrar por la laxitud  hedonista de los 80 y 90, junto con la implantación en la mentalidad femenina de otro mantra  perverso, “mi cuerpo, mi decisión”, tenemos de nuevo en acción a la inmoralidad como factor determinante de la mala salud generalizada2. 

 

En la aciaga década de los ochenta se elevó a las nubes las virtudes de lo irreverente gracias a la inestimable ayuda de la contracultura y la progresía, para maquillar la escandalosa manipulación de la voluntad popular con la imposición de una constitución continuadora en esencia del posfranquismo. Mientras uno de cada 20 jóvenes caía en manos de adicciones hiperdestructivas, el talentoso grupo Patanegra acuñó la frase lapidaria del encabezado , que bien puede servir como resumen de la victoria ideológica sobre el espíritu subversivo, al vincular lo ilegal con lo inmoral y con el consumo de la comida desnutrida pero rica. Esta confusión de conceptos es lo que aún ronda en nuestra ya desconchada cultura del postbienestar, que cree haber superado audazmente la estrechez del puritanismo dejándose arrastrar por todo tipo de experiencias que den felicidad al instante, sin pararse a pensar que los placeres momentáneos desembocan en penas duraderas, como cronificación y dependencia del sistema sanitario, postración, pérdida de vitalidad, deseo de que todo se acabe… 

 

En realidad, los grandes vividores son grandes nihilistas,  y lo son a costa del resto de población que tienen que soportar luego sus consecuencias, fundamentalmente, las distintas invalideces físicas que acarrea, y las consecuencias de sus acciones descontroladas por esa inconsciencia propia de un pseudovitalismo hedonista, en forma de accidentes de tráfico, de conductas incívicas y agresivas, o simplemente de estado deplorable incapacitante para hacer las tareas, que por tanto deben realizarle otros. 

 

¿Qué es la inmoralidad? Es el desasimiento de los principios que vertebran la vida en común, y de las obligaciones que conllevan la coexistencia, sin la cual es imposible la vida humana. Ese abandono de las reglas de reciprocidad en el cuidado ha sido impulsado y promocionado por las fuerzas jerárquicas, que han buscado postularse como las garantes del cuidado y del orden, y por ello han ido desbaratando las estructuras convivenciales (comunal, concejo, cultura e idioma, etc.) que aseguraban relaciones de buena vecindad que aseguraban ambos requisitos.  

 

La seguridad social universal ha estado alimentando esta falsa sensación de que ya no necesitamos cuidarnos, que el sistema lo hará por nosotros, y que, si caemos enfermos, habrá una pócima milagrosa y un tratamiento breve e indoloro por anestesias, que nos pondrán de nuevo en funcionamiento. El sistema es un gran hermano que vela por nosotros y por eso es justo pagar los impuestos. 

 

Hace poco más de cinco años, ese gran hermano condenó en solo dos meses  (mediados de marzo a mediados de mayo de 2020) a una muerte horrible a 43000 personas3, la inmensa mayoría ya improductivas,  bien recluidas en los benéficos geriátricos, (en muchas ocasiones dejándoles morir de hambre, de soledad, de angustia), bien en los maravillosos e hiperdotados hospitales, (donde fueron sometidos a tratamientos inhumanos que luego fueron repudiados por la comunidad médica). Hoy siguen abandonando en el desamparo y el ninguneo de las listas de espera miles de dependientes por el  todopoderoso y omnisciente sistema de protección social4 

 

Este es el verdadero funcionamiento real de la seguridad social. Para los venideros años las cosas irán seguramente a peor, por la progresiva falta de recursos que adolecerán todos los sistemas asistenciales al desviar fondos hacia la industria de guerra y su logística. La pregunta que entonces nos debemos hacer todos es si dejamos en sus manos nuestra salud o nos hacemos dueños responsables de nuestro organismo y nuestro estado mental, fortaleciéndolo con hábitos y costumbres vigorizantes, haciéndonos literalmente virtuosos, es decir, fuertes. 

 

La moral no es mera verborrea , sino que está profundamente arraigada en lo práctico, porque consiste en aquellos principios que preserven la autonomía y libertad personal, sin que la indolencia nos lleve a ser servidos por los demás, sino más bien al contrario, estar en disposición de servir y ofrecernos.  Volver a pensar en el yo como en un ser con responsabilidades sociales y sobre todo, para consigo mismo, es el primer paso para revertir este gran hospital de convalecientes tristes en que se ha convertido hoy el mundo, gracias a la confianza depositada en las instituciones estatales. Hoy ser moral es cuidarse, perdurar, reproducir personas e ideas que acaben con el ente estatal que nos ha condenado a diluirnos, a maltratarnos, a suicidarnos como especie humana. 

 

Jesús Trejo

 

Notas

 

1 Pepe murió a la semana siguiente

 

2 Michel Odent fue un famoso obstetra francés, recientemente fallecido,  que desarrolló en diversas obras la evidencia de la íntima conexión entre la vida intrauterina  y el posterior desarrollo físico emocional del individuo. No es solo el asma, Tdah o enfermedades autoinmunes tan comunes entre los jóvenes actuales, sino toda una serie de afecciones psicoemocionales como autismo o asperger, igualmente extendidas,  las que puedan relacionarse con los primeros meses de la gestación, al igual que los momentos cruciales del parto, donde la violencia obstétrica, con su abuso en métodos de seguimiento y sobreactuación (cesáreas, aceleración oxitocina del parto, separación de la madre, etc), precipitan traumas en el delicado sistema autoinmune del recién nacido.

 

3 Ministerio de Ciencia e Innovación. Instituto de Salud Carlos III. Vigilancia de la Mortalidad Diaria (MoMo). Situación a 28 de mayo de 2020. Gobierno de España. (Consultado el 28/5/2020.) https://www.isciii.es/QueHacemos/Servicios/VigilanciaSaludPublicaRENAVE/EnfermedadesTransmisibles/MoMo/Documents/informesMoMo2020/MoMoSituacion%20a%2028%20de%20mayoCNE.pdf
» https://www.isciii.es/QueHacemos/Servicios/VigilanciaSaludPublicaRENAVE/EnfermedadesTransmisibles/MoMo/Documents/informesMoMo2020/MoMoSituacion%20a%2028%20de%20mayoCNE.pdf

 

4 https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2025-10-20/cerca-de-5-300-dependientes-andaluces-en-lista-de-espera-han-fallecido-hasta-septiembre-un-21-del-total-nacional_4230463/

 

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