Por Tombol

[Tiempo estimado de lectura: 18 min.]
A partir del documental “El alpinista”(2021) dirigido por Peter Mortimer y Nick Rosen1
SINOPSIS: Documental acerca de Marc-André Leclerc, alpinista practicante de la llamada “escalada libre”, modalidad de ascensión a paredes rocosas o heladas, que se practica sin el soporte de mecanismos/sistemas de seguridad como cuerdas u otros medios de apoyo.
Visionar este documental me dejó aterrado. ¿Qué necesidad de correr tanto peligro? ¿Por qué subía solo (sin compañía) las paredes de las moles rocosas? ¿Qué satisfacciones le proporcionaba ese esfuerzo tan colosal? ¿Qué aportaba esta actividad a la sociedad?
Pronto vinieron a mi mente imágenes de juventud. Cuando tenía 20 años, me inicié en el montañismo, que no el alpinismo, pero sin duda son ambas prácticas de la misma familia. Allá por los años 80, en la parte aragonesa del Pirineo, existía cierta costumbre entre los aficionados a la montaña, y ésta trataba de que, la primera vez que ascendías una montaña cuya altitud oscilara entre 2000 y 3000 metros, se te nombraba montañero; y si la que subías era de 3000 metros o más, se te nombraba “supermontañero” y se te coronaba como tal ejecutando en la cumbre una especie de ritual.
Y fue entonces que alcancé esta última categoría, tras subir picos como el Posets, Monte Perdido, Gran Facha… Recuerdo aquellas experiencias como lejanas, sobre todo por cómo ha cambiado el panorama en las alturas. En aquel tiempo podías acampar dónde te diera la gana, durante el tiempo que quisieras. Compadreabas y compartías con los montañeros que conocías en tu viaje. Recuerdo muy bien a los montañeros de origen vasco o catalán con los que te topabas, a la legua reconocías su procedencia. La gente que practicaba esta actividad emanaba un espíritu de libertad y amor por la naturaleza difícil de describir. Aunque la gente que “subía” tenía menos medios y material que los deportistas practicantes de la actualidad, suplían sus carencias con una disposición y una entrega admirables. Por supuesto, hablo en general.
Yo nunca fui solo a la montaña. Siempre lo hacía en compañía de mi mejor amigo, y aquella experiencia supuso en mi vida unos momentos imborrables. También construyó una amistad que ha perdurado hasta hoy.
Conocí a alpinistas a lo largo de los años. No era gente con problemas de drogas. Era gente que amaba la naturaleza, el esfuerzo, la libertad que te ofrece la aventura. Es por eso que comprendo el espíritu de este tipo de personas, y es que, de alguna manera, lo he compartido con ellos.
Vuelvo al documental.
El caso del protagonista del documental, Marc André Leclerc, superó todo lo que yo podría imaginar. Un caso extremo de riesgo, de manera de hacer las cosas, de independencia… de libertad. Las dudas me asaltaron al acabar el visionado. ¿Es Leclerc un individuo que tiene algo que enseñarnos? ¿Sería útil como referente para alguna cuestión de especial significancia en un movimiento como la revolución integral?
Más que la figura de Leclerc, me empezó a resultar sugerente la idea de la escalada en alta montaña. Subir una pared de este tipo (hablamos de primer nivel de dificultad) es una hazaña descomunal. Y no te digo nada de hacerlo sin cuerdas o sistemas de seguridad, es algo inimaginable. Pero ahí está Leclerc, tan pancho, tan calmo en cada uno de sus movimientos.
La labor que trata de hacer la R.I. (Revolución Integral) es descomunal. Se encuentra frente a una pared de dificultades, se encuentra sola frente a una desoladora realidad. Pero ahí está, observando el terreno, con paciencia, dando cada paso desde la certeza de que se hace lo que se debe, desde la serenidad que da henchir los pulmones respirando aire con olor a libertad.
Leclerc no quería publicidad, no le interesaba la fama, hacía lo que pensaba que debía hacer, hacía lo que le llenaba. Con humildad y desde la sencillez. Esto también nos sirve como referencia para los que abrazamos dichos valores. La R.I. sabe que muchas de sus propuestas son incómodas, que crean rechazo, que provocan el alejamiento de los curiosos. Pero no mueve a la revolución integral el “bienquedismo”, las apariencias, la facilona complacencia. Con pocos medios, pero con mucho entusiasmo, a pesar de lo peligroso de la escalada, avanza con determinación hacia su constante superación.
La historia de Leclerc nos habla de muchas cosas. Su madre lo sacó del colegio porque el sedentarismo de esta institución escolar lo estaba destruyendo, y aquella se dedicó a él desde la práctica del homeschooling. Fue esta circunstancia particular la que permitió a Leclerc disfrutar de una vida con un mayor grado de libertad, fuera de lo común. La otra circunstancia importante de su biografía es el descubrimiento del mundo de la montaña, que aúna naturaleza, libertad y atención (y esfuerzo) en una actividad particular. Acostumbrado, como había estado desde niño, a un grado alto de libertad, tenía una referencia tangible de cómo desde una actividad concreta se podía uno conectar con algo que diera sentido a la vida. Tanteó el mundo de la juventud (discotecas, la noche, etc.) y seguramente las drogas, y fue entonces que se dio cuenta que esos mundos artificiales eran un sucedáneo de lo que era “el mundo de la montaña”, un lugar que sabía le iba a proporcionar libertad y plenitud.
Supongo que la elección de vida de Leclerc tiene mucho de elección vital, pero también de resguardo frente a las nocividades del mundo de la modernidad. Convergen en Leclerc ese deseo humano, profundo, de necesidad de esforzarse, de centrarse en algo, de elección de vida alejada de ataduras, de unión intensa con la naturaleza, de forjarse uno mismo el propio destino y esa sublimación del instinto hacia lo transcendente y heroico que la ideología acomodaticia dominante ha intentado extirpar, y por otro lado, ese apartarse del mundo, ese abuso de la individualidad, esa adicción a lo que le gustaba (no se habla en el documental de que trabajara o hiciera otro tipo de actividades que no fueran la escalada).
No está claro, pues, si Leclerc lo que hacía era seguir una vía para escapar de la realidad, por más sana y vital que fuera su actividad, quede este tema para la reflexión personal. Reconozco que, a mí particularmente, me resulta muy sugerente como personaje, y es que su capacidad de esfuerzo y su valentía son ya unos valores muy constatables. Esfuerzo y valentía que mostraba con naturalidad, integrados en su quehacer alpinista, sin ostentación.
Desde el movimiento revolucionario que se apoya en esta revista, se promueven e impulsan este tipo de virtudes, tan propias del sujeto común de la Iberia peninsular hasta hace una centuria, tan en desuso en la actualidad.
Pero si hay algo que me despertó admiración respecto al actuar de Leclerc, es lo bien que queda definida en su vida la fina línea que separa la vida de la muerte. Leclerc iba siempre al límite, visto desde fuera. Para él, el caminar cerca de la muerte era algo natural, ello le obligaba a vivir en el presente en cada instante, de ello dependía su vida. A prestar atención a cada movimiento que efectuaba, a no perderse en ensoñaciones.
Nos ofrece esta circunstancia excepcional una ley para nuestra vida. El centrarse en lo que uno haga es lo que nos va a encaminar siempre a poder dar lo mejor de nosotros. Puede que la muerte camine a nuestro lado, pero el ser humano es capaz de enfrentarse a situaciones imposibles si su voluntad le guía.
Hablamos de esta capacidad de mantenerse en el presente no desde la clásica visión hedonista del “carpe diem” (disfruta el presente), sino desde la visión del estoicismo (Marco Aurelio) que sugería una llamada hacia la conciencia plena del momento actual.
La R.I. preconiza dejar atrás nuestros miedos, tomar conciencia de la realidad, estar preparados para enfrentarnos a las dificultades, o a la lucha si se da el caso. La épica nos sirve de inspiración. Miramos de frente a la realidad. No por ello desconocemos lo frágiles que realmente somos, tratamos de no olvidar de manera continuada la finitud de que estamos hechos, olvidarnos de la existencia de la muerte nos acerca a una “muerte en vida”, nos aboca a un vacío existencial.
Ver a Leclerc nos sirve de recuerdo de que la vida segura y cómoda nos aleja del crecimiento interior, pues la libertad es un atributo que tiene un parentesco directo con lo riesgoso. Sin saberlo, estas cuestiones insuflaban vitalidad y plenitud al bueno de Leclerc.
El “caso Leclerc” nos demuestra que uno mismo tiene dentro de sí la fortaleza necesaria para seguir el camino elegido. A Leclerc no lo conocía casi nadie y, a pesar de las gestas que realizó, permanecía en el anonimato. No le interesaba la fama o la gloria, no le interesaba el teléfono o el ordenador, vivía desde parámetros diferentes a los habituales.
Si Leclerc, a través de su acción individual, logró hacer las gestas que llevó a cabo… ¿Qué no podría hacer un grupo de humanos, en este caso los que apoyamos una acción revolucionaria de transformación real del mundo que conocemos, aunando sus fuerzas en favor de una sociedad más libre y justa? Me quedo con esta última lección, extraída de la vida de aquel alpinista: La fuerza, determinación, valentía y buen hacer de un individuo puede alcanzar unos logros insospechados; la ayuda y colaboración grupal multiplica su alcance. El riesgo siempre caminará al lado, esa es la grandeza, y también la tragedia.
Tombol
1Enlace para ver la película en V.O con subtítulos. Pinchar el enlace y, ya dentro de la película, activar los subtítulos.
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