Camioneros y tortugas

Publicado el 1 de julio de 2025, 21:50

Por Jesús Trejo

[Tiempo estimado de lectura: 5 min.]

 

En la aclamada batalla de Seattle del año 1999, cuando por motivo de la celebración de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio se dieron cita todas las corrientes contestatarias contra las políticas invasivas de esta organización librecambista, desde sindicalistas de la industria y el transporte hasta ecologistas, abogando por un proteccionismo social, ecológico y sostenible, se acuñó una de las imágenes icónicas que tanto les gusta a los universitarios de cultura pop. En una de las concentraciones, un manifestante vestido con un caparazón de tortuga portaba una pancarta en inglés que decía: “camioneros y tortugas unidos al fin”. La unión de estos dos mundos, en principio contrapuestos, como son el de la industria del transporte y el medioambiental, en contra de un liberalismo caníbal y demandando un proteccionismo altruista, solidario y ecológico, conseguía un efecto chocante y llamativo, muy del agrado de los activistas lúdicos-festivos que se unieron a esas jornadas, por cierto tan revolucionarias, que hasta el ultranacionalista y conservador Pat Buchanan, valedor del futuro presidente Trump, las alentó y promocionó.

 

Ahora que hemos llegado a la supuesta utopía arancelaria por la que tanto luchaban el colorido e imaginativo movimiento contra el mal llamado libre comercio1, y cuyos adalides curiosamente fueron las grandes figuras demócratas Bill Clinton y Barack Obama2, vemos de nuevo malestar entre la izquierda, que teme ahora un encarecimiento vía tributaria de las delicatessen exóticas de sus hábitos consumistas multiculturales. En la fase infantil en la que llevan siglos asentados los autoproclamados movimientos anticapitalistas, tan obsesivos en su atención por las formas y los símbolos, y su ceguera para ver detrás de las poses, se quejan de que este proteccionismo es interesado y no altruista, belicista y no pacífico, agresivo y no benévolo, y que otro proteccionismo es posible. Todo ello para seguir exonerando a sus Estados respectivos de la rapiña consustancial a su naturaleza coercitiva, en defensa de los intereses de las clases propietaristas-acaudaladas, que en algunos momentos optan por el libre comercio y otras por el proteccionismo, sin que ninguna de las dos opciones ante el mercado internacional tenga ningún valor progresista o conservador per se. Mientras la base de la sociedad siga siendo dirigida por instituciones antipopulares, la guerra, la codicia y la explotación serán lo habitual en el trato internacional.

 

Pero quisiera exprimir esa afortunada conjunción de entidades contrapuestas que dio nombre al movimiento de Seattle y que sirve de título al artículo.

 

La idea buenista de que todo tiene cabida armoniosamente en el mundo no es exacta. En todo caso, admitiré que todo tiene cabida, pero no armoniosamente, sino animosamente, es decir, como estímulo para la lucha.

 

Camiones y tortugas son expresiones antagónicas de actitudes ante la vida. La primera, los camiones, son la expresión de las relaciones expansionistas del mercado a gran distancia, realizadas de manera agresivamente acelerada, con efectos colaterales (contaminación, accidentes) y dependientes de infraestructuras (carreteras, gasolineras), que coinciden con las infraestructuras de dominio de los Estados para articular territorio, transportar tropas, etc.

 

La segunda, las tortugas, son expresión del parsimonioso y delicado tempo de la naturaleza, frugal y autárquico en sus necesidades, portadoras en cada individuo de un legado genético de millones de años, con un ámbito local de relaciones sinérgicas con el entorno, y una actitud claramente defensiva ante las amenazas, como es la de guarecerse dentro de su cascarón.

 

Camiones y tortugas son profundamente evocadoras de la relación entre Estado y pueblo.

 

Y ahora esto me lleva a dar un salto en la historia del pensamiento, hasta llegar a lo que se ha venido en llamar el abismo o acantilado de Séneca3, que es relevante para el tema porque expresa la melancólica relación asimétrica entre camiones y tortugas, o dicho menos metafóricamente, entre la velocidad del Mal y la lentitud del Bien4.

 

Séneca se percató de que las obras valiosas, que son fruto de la sedimentación del trabajo de generaciones, pueden desmoronarse en cuestión de minutos o días, por actos vandálicos o tiránicos. Una cultura, una edificación, una estructura social o un individuo de calidad, puede desaparecer en un espacio breve, mientras que su edificación y construcción llevan años, siglos o milenios. Esto es así, y debemos aceptarlo con la naturalidad del resto de acontecimientos. Es la ley de la entropía histórica, si se me permite la licencia de legislar en un espacio como el humano tan poco dado a reglas.

 

Pero lo que sí está en nuestra voluntad es optar por otorgar confianza a la paciencia del poso, en estos tiempos de fugacidad, a no desfallecer en la tarea sedimentaria, en no volvernos locos por la vorágine de lo noticiable, obsesionados por tener que dar respuesta rápida a cuestiones vaporosas. Concentrémonos en la tarea de crear cosas sólidas y persistentes, como hicieron los pueblos libres durante la revolución en la alta edad media, con la innovación de la bóveda de cañón como solución arquitectónica que dio paso al románico, evitando la destrucción por el fuego de los templos y fábricas cristianas al cambiar la madera por la piedra. Nosotros también debemos innovar para conferir solidez, fortaleza y perduración a la revolución integral, con raíces profundas que, aunque sufran la devastación de la superficie, permitan resurgir en brotes alimentados por el detritus dejado tras la desolación.

 

Camiones y tortugas no son compatibles, al igual que no lo son los tanques y la mantequilla, salvo una pequeña porción de esta última que permita lubricar los orificios por donde nos quieren meter el órgano de Stalin5 renovado.




Jesús Trejo



 

1 nos hemos acostumbrado tanto al uso de la neolengua orwelliana, que lo que viene a ser un chantaje en toda regla de los estados fuertes para poder inundar son sus mercancías y capitales a otro estado lo llaman libertad de comercio.

 

2 “otro proteccionismo siempre es posible” le monde diplomatique, mayo 2025, pg 8

 

3 “Los aumentos son de crecimiento lento, pero el camino a la ruina es rápido” “Cartas a Lucilio”, 91, Seneca.

 

4 “ De gorja son y rapidez los tiempos…” José Martí, poeta y revolucionario cubano contra el imperialismo español, creó un poema titulado “amor de ciudad grande” expresando este frenesí de lujuria, superficialidad y destrucción que lleva ínsita la cultura de la modernidad. De la misma manera, pero esta vez en sentido laudatorio, el movimiento modernista italiano fue firme defensor y propulsor del fascismo mussoliniano, con el culto a la velocidad, a la máquina y a morir joven en empresas expansionistas.

 

5 El órgano de Stalin se llamó a un megacañón construido avanzada la IIGM cuyo alcance y capacidad destructora enmudecía al enemigo.

 

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