Por Tombol

[Tiempo estimado de lectura: 22 min.]
(A partir de la película AN ELEPHANT SITTING STILL o UN ELEFANTE QUE PERMANECE SENTADO, del cineasta chino Hu Bo, año 2018) 1
SINOPSIS: Varios personajes de una localidad china atraviesan diversas circunstancias que les lleva a intentar abandonar la ciudad donde viven en busca de un lugar que les aporte la anhelada felicidad que en su vida no tienen.
Indicación: Para leer esta crítica no se hace necesario el visionado de la película, aunque, lógicamente, siempre va a ayudar a entender mejor el contexto de lo analizado.
El título de la película hace referencia a la leyenda acerca de un elefante existente en un circo, del que se dice que permanece sentado sobre sus patas traseras, impasible e indiferente a la crueldad y el sufrimiento del mundo exterior. Es, pues, una especie de metáfora que implica que hay un lugar adónde ir que libere al ser humano del tormento y sufrimiento interiores.
El director Hu Bo se suicidó en el proceso de postproducción. Se dice que lo que motivó su decisión fue el recorte que se quería hacer sobre el metraje de la cinta (dura 4 horas y se quería reducir a 2). Seguramente el suicidio solo se puede entender como un compendio de esa y otras circunstancias. Lo que está claro es que la intención de la productora de efectuar ese recorte, fue vivido por Bo como una traición superlativa a su proyecto (aparte de ser el director, fue el realizador y el guionista).
El suicidio, en China, es plato de lentejas común, a pesar del oscurantismo que ejerce el Estado Chino para ocultar sus datos estadísticos. Se emparenta el suicidio de Bo con el del poeta Xu Lizhi, en cuanto que, en el fondo, ambos se enfrentaron a lo mismo.
El poeta Xu Lizhi describía las condiciones inhumanas en que viven los trabajadores asalariados en las infernales fábricas chinas 2. Hu Bo señala el sinsentido de la existencia en la propia civilización china, la podredumbre que lo alimenta, la fealdad que lo abarca todo en aquel estilo de vida. Se emparentan y reflejan las visiones de los dos artistas en sus particulares obras, tan desoladoras en su contenido. En la película, por ejemplo, aparece el personaje del viejo Jin, un hombre al que su familia quiere recluir en un asilo de ancianos, para así quedarse con sus bienes. Estos lugares son el equivalente, en otro contexto, a las fábricas de qué habla Lizhi. Son lugares-emblemas de la nueva contemporaneidad, cada uno con su propia función social. Son trituradoras de lo humano.
Un amigo me habló sobre las condiciones de asistencia y de trabajo, aquí en el Reino de España, en una residencia de ancianos (perteneciente a una importante cadena del sector), las conoció desde dentro. Se asemejan sus condiciones a lo que hablan Bo y Lizhi. Aniquilación humana y explotación humana. Es ya un modelo universal, en China, en el Reino de España y dónde quiera que miremos. Las mismas condiciones homogeneizadoras impuestas por los sistemas de poder dominantes.
Dice Bo, en boca de uno de sus personajes: “¿Puedo entenderme a mí mismo? Nadie entiende realmente la existencia”. Ya vemos en qué fango se bandeaba el bueno de Bo. Y tal vez cualquiera de nosotros. El problema es: ¿Qué importancia tiene el medio en que nos movemos, en la ecuación? ¿No son las condiciones exteriores al sujeto, aceptadas dócilmente por la población, las que devienen en cárcel exprimidora de lo humano? Evidentemente, aunque lo hubiera pergeñado, a Bo nunca le hubieran dejado hablar de ello en su país.
Tira Bo de paisajes grises, desoladores, sucios, de espacios impersonales (descansillos y escaleras interiores, etc.). Son el reflejo del actual interior del ser humano: Espacios vacíos, feos, despersonalizados, funcionales, mecanizados, ensombrecidos.
Dice Bo, de la boca de uno de sus personajes: “Puedes ir donde quieras, pero no encontrarás nada distinto”. Lleva razón, particularmente en lo que hace referencia al mundo de las ciudades e industrializado. Las condiciones que las habitan son las mismas. Démonos cuenta de esta cuestión, lo de fuera es reflejo de lo de dentro (en cuanto a lo humano), y al contrario, lo de dentro es reflejo de lo de fuera. Nos sirve esta clave para entender la realidad. Yo creo que, para poder atisbar un mundo diferente, hay que trabajar tanto en lo de fuera como en lo de dentro. Diferente es la visión de las corrientes espiritualistas en boga, desde su buenismo recalcitrante nos hablan de que “cambiando lo de dentro, cambiará lo de fuera”. Pues, aunque pudieran tener una parte de razón, sus planteamientos y cosmovisiones se traducen en hueros caminos para lograr una transformación real ya que, en el fondo, se postulan desde la inacción y la falta de verdadera interacción social.
“El elefante que permanece sentado” se supone que es un lugar adónde ir, adónde escapar. Pero dice Bo, en boca del personaje viejo, que “aprendí que no hay adónde ir, y lo hice desperdiciando la mayor parte de mi vida”. Es una frase contraria a la esperanza infundada que señala el título de la cinta. Y si quedarnos como estamos o buscar escapar a un idealismo soñador no son soluciones… ¿Qué nos queda? Desde la RI damos una respuesta a esto.
Hu Bo padecía de ciertas adicciones, como la bebida y los videojuegos, encontró ahí su gasolina para vivir, y su elefante soñado era eso, una entelequia fantasiosa que nunca llegó a palpar, aunque deseara que existiera. Es entonces que los “elefantes”, las doctrinas salvíficas, los paraísos terrenales, se revelan todos como escapismos mentales a los que se agarra el individuo común, ese que no quiere ver la realidad de frente y afrontarla con la valentía necesaria.
El pueblo chino está como está debido a las políticas llevadas a cabo por el Estado chino y su capitalismo atroz. El país más rico del mundo, en estos momentos, denota en sus ciudadanos comunes los mismos males y nocividades que aquejan a los ciudadanos de los países occidentales. El modelo de productividad, de organización social, de hábitos populares, impulsado desde los Estados-Imperios mandantes, se ha impuesto en todo el mundo.
En la película, se narra el siguiente cuento: “Un profesor sube a un barco de pesca. Le pregunta al pescador si entiende de poesía. El pescador dice que no. El profesor dice: Tu vida se reduce a la mitad. Luego pregunta al pescador si entiende de música. Le responde que no. El profesor dice: Entonces la otra mitad de tu vida se fue. El pescador pregunta si el profesor sabe nadar. El profesor dice que no. El pescador contestó: Entonces toda tu vida se ha ido. Y arroja al profesor al agua”.
A mí este cuento me sugiere que, independientemente de nuestros estudios, conocimientos y aficiones particulares, es obligatorio que desarrollemos lo que es práctico y fundamental para nuestra supervivencia. Y esto lo podemos asociar a otra importante cuestión: Comprender la realidad, sus leyes intrínsecas, su aspecto terrenal ineludible, es esencial.
El suicidado Hu Bo es hijo del periodo de la política de hijo único implementada por el Estado chino entre 1979 y 2015. Una época, pues, de intervención estatal sobre el ámbito organizativo familiar privado, ejecutando un plan social que vulnera la libertad más elemental del individuo para decidir sobre sus condiciones de vida particulares.
El Estado se erigió, una vez más, en constructor de la realidad social. El individuo, el pueblo, quedó completamente anulado para decidir qué hacer con su vida, en el ámbito de la “planificación familiar”. Hubo un tiempo en que los pueblos, y la propia naturaleza, autoregulaban la natalidad de sus integrantes, sin intervención ajena alguna. Pero ahora los tiempos han cambiado, el mastodonte estatal es el hacedor de todo cuanto acontece, por delegación sumisa de sus súbditos.
Hu Bo se nos aparece, entonces, como un hijo de esa deprimida sociedad china, incapaz de oponerse a quien decide todo sobre su existencia. En ese periodo reciente del que hablamos, se impulsó una guerra contra la popular gente, y se alcanzaron los objetivos que ese Estado propiciaba, haciendo uso para ello de sanciones, prebendas económicas y propaganda.
El uso de la propaganda se aprovechó para destruir la individualidad y la conciencia del pueblo chino, y se inoculó “el interés colectivo por encima de todo”. Es por eso que no sorprende el suicidio de Bo, pues aparte de sus circunstancias personales, podemos deducir que los individuos de la China moderna han crecido a partir de un traumatismo personal excepcional.
En la actualidad, las nuevas políticas chinas han ampliado a tres hijos las posibilidades de procreación. Respecto a la anterior intervención sobre la natalidad, que duró 35 años, el poder estatal se ha dedicado a echar tierra encima y a crear una nueva propaganda, creando el efecto social sobre la población de que nunca existió tal política restrictiva. En efecto, el pueblo chino parece haber empezado a olvidar lo que supuso aquella represión, y como expresó un autor chino, “lo más trágico para una nación es no tener memoria”.
Hu Bo es hijo de una sociedad, consciente o inconscientemente, deprimida. No tomar nuestras propias decisiones en la vida, no ser responsables de ellas, deviene en la creación de sujetos flojos y moldeables. Cuando uno toma una decisión por sí mismo, es muy difícil no sentirse responsable de ello para toda la vida. Por acción o por omisión.
El lenguaje que empleó Bo para expresarse, el cinematográfico, evidencia esa visión pesimista que le fue condicionada, a pesar de que fuera capaz de vislumbrar un pequeño destello de esperanza, más bien alimentado por su propio deseo de liberación que por el propio discernimiento.
En la RI abogamos por la emancipación del sujeto respecto del Estado. Por tomar conciencia de lo que nos degrada. Por el no sometimiento a las directrices del ente mandante. La “salvación” de nuestra sociedad no está en paraísos idealizados, ni en ningún otro lugar. Nuestra voluntad se alimenta y se alinea junto a la de nuestros iguales, para así, juntos, construir algo hacedero, algo que dé dignidad a nuestra existencia, algo que dé sentido al hecho de ser humano, un ser que solo podrá encontrarse a sí mismo desde un camino que transite una libertad mínima y necesaria. Nos planteamos transformar lo de fuera y también transformarnos a nosotros mismos, es la misma ecuación, no se puede entender lo uno sin lo otro. Es un camino que ha de discurrir paralelo para que tenga sentido. Aprenderemos música, y también practicaremos la caza y pesca animal. La vida terrenal siempre discurrió pareja a la vida inmaterial, ambas pueden alcanzar, si se trabaja en ello, una grandeza y una profundidad que hagan que nuestras insignificantes vidas valgan la pena ser vividas. Comprender eso, desde una mirada sencilla, alberga lo esencial para dar sentido a nuestra existencia.
Tombol
1 Enlace para el visionado de “An elephant sitting still” de Hu Bo, en V.O. con subtítulos en castellano. Se requiere activar los subtítulos dentro de la película https://mega.nz/folder/iEJiFAjb#E6EaZ7Kl6cZJTxketyEC8A
2 Antonio Hidalgo confeccionó un artículo con poemas de este poeta chino, publicado en el nº 5 de la revista VyR, con el título “Tragué una luna de hierro”. https://www.virtudyrevolucion.org/numeros-de-la-revista/numero-5-especial-cultural-agosto-2023/1417314_trague-una-luna-de-hierro
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