Por Gka, lector de VyR

Comentario al libro “A los pies del caballo. Narcotráfico, heroína y contrainsurgencia en Euskal Herria” de Justo Arriola (Txalaparta, 2016)
Las conclusiones que recoge este libro son determinantes: el Estado (español) utilizó la droga (específicamente la heroína) durante la década de 1980 (principalmente) con fines políticos, con la finalidad de neutralizar a una parte importante de la juventud, potencialmente descontenta y desafecta con la transacción “democrática”1.
El gran vaciamiento rural y el hacinamiento urbano de más de 6 millones de almas durante la década de 1960, condujo a un gran abandono de las prácticas agropecuarias del primer sector, lo que se tradujo en una importante proletarización urbano-industrial del sujeto medio. La posterior reconversión industrial en favor de Alemania-UE, desmanteló parte importante del segundo sector, llevando a los hijos nacidos fruto del éxodo rural a sufrir una fuerte incertidumbre y desempleo generalizado.
Durante el tardofranquismo, se consumó la orfandad estructural por ausencia de la figura del padre debido a adopción de vicios anestesiadores como el tabaco o el alcohol, sumado al importante impulso de la educación obligatoria y las nuevas leyes educativas, así como el salto brutal que dio el poder sobre el imaginario libidinal de la juventud con la televisión, artículo de lujo que se masificó en los 70, y que fue la mayor herramienta para propagar el consumo hedonista. El establecimiento del servicio militar obligatorio (la famosa mili) también buscaba disciplinar a la juventud, además de desarraigarla e introducirla en el mundo de la droga, los excesos y diversas inmoralidades.
En la época final del franquismo y en adelante, se estableció la idea de asociar al franquismo con el ascetismo, la moderación y la sobriedad, cuando la gente más vividora, alcohólica, sibarita y hedonista eran los falangistas y la casta dirigente franquista. Se identificó a las drogas y al desfase como algo rebelde, rompedor, liberador, antifascista.. Este prestigio revolucionario, transgresor, innovador, canalizador de una conciencia supuestamente más clara, lúcida y superior... de las drogas y la gaupasa ayudó mucho a su difusión y a que la gente se sintiera cómoda y satisfecha con su uso2.
Entre tanto, parte de esta juventud optó por la movilización civil, política y militar, expresada en manifestaciones, actos de desobediencia e insurgencia armada contra instituciones estatales, empresariales y colaboradores de estas, siguiendo el paradigma proletarista marxista de liberación. El clima de tensión alcanzó cotas muy altas, a la par que se extendía la represión contra la juventud movilizada y contra los pequeños trapicheros y consumidores de droga.
El vacío existencial de una parte importante de la juventud, la carencia de objetivos de futuro, la escasez de ingresos monetarios debido a la falta de empleo en las áreas urbanas donde se habían criado, la depresión por las derrotas sufridas en la calle, el clima de tensión y violencia, la evasión, la narcotización por vía de la droga y la errática propuesta marxista de liberación, acabó con muchos de ellos en la desmovilización, la adicción, la enfermedad y el cementerio.
La adscripción a ideas y proyectos políticos foráneos, no-autóctonos, de las organizaciones de vanguardia como el MLNV, los grupos anarquistas y autónomos, comunistas, troskistas, ecologistas, etc. con su idea marxista del poder popular, la acumulación de fuerzas, la hegemonía cultural de la lucha, la idea de la transformación mediante la revuelta y la desestabilización, los llevó a un callejón sin salida. Ciertas condiciones objetivas favorables para la revolución fueron decayendo en favor de la claudicación total de la juventud.
La ausencia de la noción de virtud cívica y virtud personal, la falta de un programa político revolucionario y de organizaciones en la base capaces de implementarlo, así como el escaso conocimiento sobre la propia historia y sobre las instituciones comunales autóctonas, además de la afección última por el Estado pudieron ser determinantes.
La calidad del sujeto es condición previa para constituir una situación revolucionaria, pero la juventud buscaba evadirse, sentirse bien, a gusto, desentenderse y desconectar, buscar nuevas experiencias y toda una sarta de artefactos introducidos para implantar el gran proyecto hedonista desmovilizador. Es por esto que, si bien el Estado tuvo una responsabilidad aplastante en la producción, introducción, distribución y consumo masivo de las drogas, las personas (en su mayoría jóvenes) que optaron por drogarse, deben asumir su responsabilidad en tanto que seres humanos capacitados para decidir y escoger.
Cabe destacar la teoría de la escalada que se implantó en aquella época, diferenciando entre drogas duras (como la heroína) y las drogas blandas (como el hachís y la marihuana). Diferenciación que hizo un flaco favor a la causa contra la droga, ya que así se ponía el foco del problema en la propia droga y no en el sujeto. Ambas drogas, tanto la dura como la blanda, así como el tabaco y el alcohol, son instrumentos que la persona utiliza para evadirse del dolor, del sufrimiento, del aburrimiento y en definitiva, de sus responsabilidades. Todas las drogas llevan a la evasión y a la adicción, con mayor o menor rapidez, con mayor o menor gravedad. Todas llevan a ser adictos al hedonismo y a la irresponsabilidad.
En este sentido, son esclarecedoras las palabras de Fermin Muguruza uno de los principales referentes musicales y políticos de la época al decir que "en la escena musical siempre hemos estado a favor de la libertad de elección del individuo para hacer y usar lo que cada persona quiera, mientras mantenga su independencia personal". Esta idea irresponsable e individualista es la que estaba presente en la mayoría de la juventud, de ahí en gran medida, su fracaso existencial. Otro testimonio de Karlos del grupo RIP nos dice que "éramos músicos drogadictos" igual de drogadictos que la mayoría de los seguidores que asistían a sus conciertos y que eran una parte importante de la juventud de entonces. El cronista Josu Arteaga mencionaba la Santísima Trinidad del hedonismo, encumbrada en la máxima de drogas, sexo y rockanroll, es decir, que la automejora del individuo y la sociedad se dejó de lado por la autoempeoramiento, la destrucción y la negación de sí.
Luego estaba el debate prohibicionismo/antiprohibicionismo en relación a la posición que el Estado debía tomar para con las drogas, en el sentido de penalizar o no su distribución y consumo. Otra vez poniendo el foco en la droga, en las instituciones, en lugar de en el sujeto y en su proposito revolucionario para una transformación civilizacional junto a sus iguales. Cierto es que el estatocapitalismo de entonces estaba en auge, aunque atravesando momentos de crisis, lo que significa que las condiciones objetivas para una gran transformación quizás no eran las más favorables.
Tema complejo donde los haya, que dejó miles de muertes y miles de familias destrozadas, por una acción premeditada de los aparatos del Estado, que por acción tanto como por omisión, logró el objetivo de quitarse de encima un excedente de población juvenil, que era un problema en sí mismo y que podía desestabilizar el proyecto de reconversión social e integración europea que las élites funcionariales y empresariales habían planificado.
Recordemos que el hueco moral y material que el Estado dejó en la sociedad en aquellos años, ha sido cubierto tanto por nuevos narcóticos espirituales como por gentes foráneas traídas de fuera, para cubrir el desastre existencial y el vacío demográfico que fue concebido entonces. De aquellos polvos estos lodos. Este fragmento de la historia debe servir para que la juventud actual rechace por completo las instituciones de poder y sus engañifas ideológicas, y se sume a un programa de transformación individual y civilizacional, en pos una sociedad comunal antiestatal, donde el papel del pueblo en armas, la república moral en armas, sean garantía de autodefensa frente al hedonismo, las drogas y el narcoestado, que siempre estará esperando su momento para recomponerse y volver a atacar.
Gka
Septiembre 2025
1 El libro se inicia haciendo un repaso al papel de Estados Unidos en el uso de la droga como arma de contrainsurgencia, tanto en el interior como en el exterior del país, narra la narcotización y desmovilización en Italia en la década de 1970, etc.
2 En el libro "Seis estudios" Félix Rodrigo Mora analiza el hedonismo subyacente en los movimientos de la pseudorevolución del 68 que promovieron (impulsados por el Estado y el poder capitalista) la sobremanera compulsión de disfrutar, gozar y divertirse, "así como su complemento no menos obligatorio, el consumo de alcohol y drogas". "La epidemia de drogas que ahora asola a Occidente fue planeada y ejecutada por los servicios secretos de las grandes potencias, ayudados por cierta contracultura, con fines políticos".
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